El gusto por la variedad: de Gieco a Cage The Elephant
Un clima veraniego recibió al cuarto Lollapalooza argentino, el festival norteamericano que hace un tiempo cuenta con sedes en la Argentina, Chile, Brasil y Alemania. A pesar de ser un día laboral, desde temprano el público se acercó en gran número al hipódromo de San Isidro, la casa del festival. Por la noche, al cierre de esta edición, 100.000 personas colmaban el predio.
León Gieco fue el primer nombre fuerte de la tarde. Con la banda hardcore Infierno 18 como grupo de acompañamiento, el cantautor desplegó versiones muy rockeras de clásicos como “Pensar en nada” y un segmento solista, acústico y dylaniano, sólo con su voz, su guitarra y su armónica, y dedicado a todas las mujeres. En pantalla, consignas como “Ni una menos” o “Basta de femicidios” podían leerse mientras el hombre de Cañada Rosquín interpretaba “Cinco siglos igual”. Un show soberbio y especial.
Los cinco escenarios desplegados en el hipódromo invitan a moverse durante todo el día. Mientras alguien está tocando en alguno de los dos escenarios principales, alguien más lo está haciendo en el Alternativo, el Perry’s, que es el consagrado a la música electrónica, o el KIdzapalooza, el escenario infantil que cerró luego de que cayera el sol con unos pichones de Metallica. Se trató de The Helmets, la banda de heavy metal integrada por niños. En sus filas se encuentra Tye Trujillo, hijo del bajista de Metallica, Robert. De hecho, el show fue seguido bien de cerca por papá Trujillo, quien se encargó de asistir a su hijo e, incluso, de cargar el equipamiento una vez finalizado un show, que contó con temas propios bien pesados y versiones de clásicos de Led Zeppelin y Green Day.
Glass Animals, en el Main Stage 2, y Cage The Elephant, en el Main Stage 1, fueron los shows más calientes de la tarde. El público respondió con creces a cada una de las propuestas que emanaban desde el escenario. Tanto Dave Bayley, cantante de los ingleses Glass Animals, como Matt Schultz, frontman de los norteamericanos Cage The Elephant, basan su despliegue escénico en una entrega adrenalínica que sólo conoce de tempestades. Los primeros portan un sonido neoyorquino, elegante y adornado con pizcas de Red Hot Chili Peppers. Los segundos, británicos ellos, basan su sonido en una lectura actual del rock de sus tierras de los 60, en especial en Rolling Stones, The Kinks y The Animals.
Matt Schultz se mueve de un lado al otro del escenario. Camisa roja y jeans negros, es el Mick Jagger de los millennials. Escuálido y espástico, logra que no le quitemos los ojos de encima. Su banda, mientras tanto, despliega un rock soberbio al compás de ese frontman que está listo para llegar a la cima del gran circo del rock que aquí, en este festival, se manifiesta más colorido, más variado y más amigable que en otras latitudes. Porque, a no dudarlo, Lollapalooza es una nación aparte, conformada por jóvenes de veintitantos y liderada por cantantes como Matt y Dave.