Venezuela confirma que ya no es una democracia
Nicolás Maduro y sus cómplices judiciales han puesto punto final a la vigencia de la democracia en Venezuela. Esta es la consecuencia de dos recientes y repudiables decisiones del Tribunal Supremo de Justicia. La primera es la que ha despojado de inmunidad a los parlamentarios elegidos por el pueblo, con la intención evidente de perseguirlos e intimidarlos. La segunda, más grave aún, es aquella en virtud de la cual el mencionado tribunal asume expresamente las funciones del Poder Legislativo con un descaro asombroso, en lo que constituye una verdadera reforma constitucional en violación de las cláusulas de la Carta Magna venezolana.
Lo acontecido no sorprende. Es una etapa más en el lento pero constante andar de Venezuela en dirección al totalitarismo. Queda claro que Venezuela hoy ya no es una democracia, pues la división de poderes ha desaparecido. Maduro ha asumido la suma del poder público utilizando al más alto tribunal de una justicia que no es independiente, sino que se ha dedicado a implementar mansamente sus perversos designios. Pocas veces en la historia los autogolpes han utilizado como instrumento principal a los tribunales encargados de defender la democracia y las libertades que la conforman. Lo de Venezuela confirma que ello es posible.
Ante la magnitud de lo sucedido, cabe llamar a las cosas por su nombre. Algunos en la región lo han hecho con valiente claridad. Entre ellos, el presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski, que ha asumido claramente el liderazgo de la defensa de la democracia en América latina. El mandatario peruano se refirió a lo sucedido en Venezuela como a una ruptura de la democracia. Por ello no vaciló en retirar definitivamente a su embajador en Caracas. El gobierno brasileño también repudió específicamente la acción del Tribunal Superior de Justicia de Venezuela y habló de “ruptura del orden constitucional”. Para Estados Unidos se trata de una “ruptura de las normas democráticas y constitucionales, que niega a los venezolanos el derecho de dar forma a su futuro a través de sus representantes electos”.
En nuestro país, en cambio, la reacción oficial fue tibia y poco trascendente. La Cancillería sólo reiteró “su disposición a colaborar con el pueblo y el gobierno de Venezuela en el camino al restablecimiento de la paz social en ese país, en el marco del pleno respeto a las instituciones democráticas”. En la misma línea, el Presidente llamó a “recomponer el orden democrático”. Se trata de una actitud decepcionante y equivocada, por cuanto se hubiera esperado una más dura declaración de condena.
Muy distinta fue la reacción de Elisa Carrió, que definió sin cobardías lo sucedido en Venezuela como un “golpe de Estado” y, apuntándole a la canciller, agregó: “Hay que dejar de tener actitudes tibias”. En línea con lo antedicho, el dirigente radical Mario Negri expresó que “el gobierno argentino debe liderar la batalla internacional para que el orden democrático pleno y las libertades se restituyan en Venezuela”.
También el gobierno uruguayo eligió no confrontar, porque en su seno hay quienes admiran a Maduro. Son los que han impulsado la condescendencia que la administración de Tabaré Vázquez ha mantenido con los bolivarianos.
Hay en la región posturas que son aún más preocupantes que la temerosa reacción argentina. Nos referimos a la actitud de Bolivia, de constante apoyo a Maduro. En esto Bolivia camina de la mano de Cuba, como en tantas cosas. Ocurre que el gobierno que encabeza Evo Morales es también autoritario, por lo que al defender a Maduro se está defendiendo a sí mismo. Lo sucedido en Venezuela supone que en nuestra región hay ahora dos dictaduras abiertas: la de Cuba y la venezolana. Y tres mal encubiertas, las de Bolivia, Ecuador y Nicaragua. Es una triste realidad que no puede minimizarse.
Desde el Mercosur se acaba de convocar a una reunión urgente de cancilleres. Tras ella, seguramente se conocerán los parámetros que puedan ser consensuados por sus estados miembros respecto de la crisis profunda que ha explotado en Venezuela y que preocupa a toda la región.