LA NACION

GAJES DEL OFICIO CHRIS PAUL, CON MANOS RÁPIDAS Y DEDOS ESPANTOSOS

- Texto Scott Cacciola (Para The New York Times) | Fotos NYT

LOS ÁNGELES.– Chris Paul examina sus retorcidos nudillos y las cicatrices quirúrgica­s que forman un pequeño mapa carretero en sus manos. Se ha roto varios ligamentos de sus pulgares y varios huesos de los dedos. Ha tenido que usar yesos y entablilla­dos. Sus manos, sin embargo, son la herramient­a imprescind­ible de su carrera, por espanto que produzca verlas.

“Tengo los dedos más feos del mundo”, afirma Chris Paul, armador de arranque de Los Angeles Clippers, quien se ha ganado desde hace tiempo un puesto entre los mejores defensores de la NBA, con más robos y capturas que ningún otro jugador activo de la liga: 1901 (15° en la historia), y sigue contando. Con nueve partidos All-Star en su haber, Paul bloquea pases y driblea como un maestro. Doc Rivers, su entrenador, ha llegado a la conclusión de que Paul tiene las mejores manos que ha visto en su vida.

“Es un don”, dijo Rivers al ser entrevista­do en enero. “¡Sus manos son infernalme­nte rápidas!”. Tres días después de esa declaració­n de Rivers, Chris Paul debió pagar el precio de poseer ese don. En un partido contra los Thunder de Oklahoma City, cuando intentaba bloquear una pelota, Paul se lesionó el ligamento colateral ulnar del pulgar izquierdo, que no debe confundirs­e con el ligamento colateral radial de su pulgar derecho, que también se desgarró mientras se entrenaba para los Juegos Olímpicos en 2012.

En el mundo hay pocos que hayan experiment­ado en persona la diferencia entre desgarrars­e el ligamento colateral radial y el colateral ulnar. Paul es uno de ellos, y según dice, ambos duelen muchísimo.

En cuanto a su lesión más reciente, le hizo perder 14 partidos antes de su regreso, que se concretó el mes pasado. Y aún ahora, mientras los Clippers pelean la eliminator­ia, Paul sigue intentando agarrarle la mano nuevamente al juego.

“Todo el tiempo veo jugadas en las que podría alcanzar y robar la pelota”, dice Paul. “Pero la pregunta entonces es riesgo versus recompensa: ¿me animo?”.

Así es actualment­e la vida de Chris Paul, que no puede evitar poner en riesgo sus manos. En marzo de 2010, se desgarró los ligamentos de su dedo mayor derecho. En octu- bre de 2015, se fracturó el índice de la mano izquierda. En abril de 2016, se quebró la mano derecha, y sigue jugando a pesar de tener 16 clavos y una placa de metal injertada en la palma de la mano. Y es precisamen­te la mano con la que lanza.

Mientras tanto, se ha ido convirtien­do en una especie de experto en manos para sus colegas. En diciembre, cuando J.R. Smith, de los Cleveland Cavaliers se fracturó el pulgar derecho, Paul lo llamó para darle consejos de rehabilita­ción. Cada vez que él se lesiona un pulgar o se tuerce un dedo, el primero que suele llamarlo es Matt Barnes, un ex compañero de equipo que actualment­e juega para los Golden State Warriors.

“Matt me entiende porque él también recibe golpes en los dedos todo el tiempo”, comenta Paul, que tiene un promedio de 17,6 encestes, 9,2 asistencia­s y 1,9 robos de pelota por partido.

El problema para Paul es que depende de sus manos. Como él mismo reconoce, desde el punto de vista de su físico, no es uno de los mejores especímene­s de la NBA: mide apenas 1,82 y no llega a los 80 kilos. Paul tampoco es especialme­nte veloz en la carrera ni salta demasiado alto. En contrapart­ida, tiene excepciona­les reflejos y un talento innato para anticipar los movimiento­s del adversario.

Paul creció en Carolina del Norte y trabajó duramente para desarrolla­r su coordinaci­ón y velocidad de manos. Dice que no se recuerda sin una pelota entre las manos. También miraba todos los partidos de básquet, estudiaba el dribble y los pases de los jugadores y todos los ángulos que usaban para abrirse espacio. Así fue que llegó a la conclusión de que el número de posibilida­des es finito.

Paul logró su primer robo de pelota en la NBA antes de anotar su primer punto en la liga, intercepta­ndo un pase errante antes de correr para el enceste. Su carrera profesiona­l acababa de empezar 4 minutos antes. En 2008, marcó un récord de la NBA al lograr 108 partidos seguidos en los que había robado al menos una pelota.

“Me parece que ese récord va a ser bastante difícil de superar”, pronostica Paul.

Su compañero de equipo Jamal Crawford dice que Paul tiene un conocimien­to enciclopéd­ico de sus adversario­s, gracias a su experienci­a y a su incansable estudio y análisis de partidos grabados. “Él se adelanta al juego”, apunta Crawford.

El jugador Metta World Peace, un veterano delantero de los Lakers de Los Ángeles y ex defensor del año, habla del “hambre” de Paul, ya que son pocos los jugadores más capacitado­s y ávidos por recuperar la pelota cuando su equipo la pierde. “Yo me ocupo de recuperarl­a”, asegura Paul. “La quiero. ¡La quiero!”.

Pero Paul dice que nadie tiene mejores manos que Brevin Knight, armador retirado en 2009 que actualment­e trabaja como analista de juego de las transmisio­nes televisiva­s de los Grizzlies de Memphis.

Ya de chico, Knight sabía que la única manera de ganarse un lugar en las mejores canchas cerca de su hogar en Nueva Jersey era siendo un excelente defensor.

“Como era más bien bajito, tenía que encontrar la manera de que me eligieran para jugar y no quedarme sentado en el banco todo el partido”, sostiene Knight. “Y eso me quedó desde esa época”.

“nunca fui el jugador más atlético de todos. siempre tuve que esmerarme en entender de antemano hacia dónde iban con la pelota” chris paul

Knight se describe como una “persona de tendencia”. Estudia qué hace cada adversario con la pelota cuando está en su poder, para luego prever lo que hará en otras oportunida­des. Y señala que Paul es igual.

“Paul tiene la capacidad de mirar de afuera, como si no estuviera involucrad­o en la defensa, pero realmente sí lo está”, analizaKni­ght. “Es su manera de hacerle creer al contrincan­te que la tiene fácil y que puede avanzar sin problema”.

Ya retirado, Knight ha descubiert­o que sus buenas manos –además de su excelente visión periférica– le siguen siendo útiles durante la transmisió­n de los partidos. Cada tanto, una pelota perdida va a parar a la mesa desde la cual junto a Pete Pranica relatan el juego de los Grizzlies. Knight siempre trata de salvar en primer lugar a Pranica, y en segundo orden el monitor que los acompaña. “Primero lo salvo a Pranica. Pueden reemplazar un monitor”.

Rivers también sabe de defensa. Durante los 13 años de su carrera como jugador, robó 1563 pelotas y destrozó su principal herramient­a profesiona­l. “Miren mis dedos”, indica Rivers, mientras extiende las manos y se las queda mirando como si las hubiese vuelto a armar Picasso.

Rivers ponía constantem­ente en peligro sus manos. Se describe como un “alcanzador”. Se estiraba para alcanzar pelotas perdidas y desvíos. Se estiraba para meterse en la sección media de los armadores adversario­s, cometiendo un promedio de una falta por cada 9 minutos de tiempo de juego. Paul, por su parte, tiene un promedio de una falta cada 14 minutos.

“Es impresiona­nte que logre robar limpiament­e tantas pelotas”, se sorprende Rivers.

Pero no es inmune a los riesgos laborales. Una de las más devastador­as lesiones que sufrió Paul ocurrió en abril del año pasado, contra los Portland Trail Blazers en la primera rueda de los playoffs. Paul usó sus manos para evitar que el jugador de Portland Gerald Henderson se alzara con la pelota que le había servido. El problema fue que a Chris se le quedó enganchada la mano derecha en la remera de Henderson. Logró hacer un rápido movimiento en sentido contrario, pero el daño ya estaba producido: se había roto el tercer metacarpo de la palma derecha. Sin Paul, los Clippers perdieron los dos partidos siguientes y quedaron eliminados. “Nos dimos cuenta no bien lo vimos desde los laterales. Entendí lo que había pasado porque yo hacía lo mismo cuando jugaba”, confesó Rivers.

Esta temporada ha implicado un nuevo ejercicio de perseveran­cia para Paul, que se esguinzó el pulgar izquierdo en una práctica de pretempora­da. Más tarde, en enero de este año, se volvió a lesionar tras un choque con Russell Westbrook, de los Thunder.

“Traté de sacármelo de encima porque ya me había lastimado el dedo mil veces”, recuerda Paul. “Pensé que así el dedo iba a estar mejor, pero lo veía muy hinchado. Me di cuenta de inmediato que me había desgarrado”.

Tras varias semanas de apretar una pelotita para devolverle la fuerza a su pulgar, Paul regresó recienteme­nte a la cancha. Y es allí donde quiere quedarse. “Simplement­e voy a tratar de sacar las manos del medio.”

“PAUL PODRÍA HABER SIDO BOXEADOR. NO SÉ SI HABRÍA PODIDO AGUANTARSE UN CROSS EN LA MANDÍBULA, PERO ESTOY SEGURO DE QUE HABRÍA HECHO MORDER EL POLVO A MÁS DE UNO” DOC RIVERS ENTRENADOR DE LOS CLIPPERS

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Chris Paul, mano a mano
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