El valor de la diferencia. Por una economía diversificada
Desde el campo de la física, jóvenes emprendedores “hackean” la teoría tradicional del crecimiento económico con un nuevo enfoque que defiende la diversificación de bienes y servicios
No es habitual que un académico que viene de las ciencias duras se transforme en una suerte de “rockstar” de la divulgación. Y menos aún que esa persona sea un físico, formado lejos de las mecas globales de conocimiento en esta materia y esté dedicado a una agenda algo difícil para el público masivo, como los sistemas complejos, las redes y la fractalidad.
El físico chileno César Hidalgo, que con 37 años es uno de los profesores más jóvenes del MIT, reúne estas características. Mientras cruza sus investigaciones de big data –la explosión de datos en Internet– con la física, la medicina y últimamente la economía, se hace tiempo para un ciclo de charlas televisadas con otros científicos en Boston, para escribir artículos y libros de divulgación y para hablar en formato descontracturado en foros globales de innovación y futuro. De hecho, la primera parte de una charla que mantuvo con se hizo desde la nacion su oficina del MIT y la parte final desde un avión cruzando al Sahara, rumbo a Riyadh.
En su definición estándar, un sistema complejo es aquel que está compuesto por varias partes interconectadas, cuyos vínculos crean información adicional que no era visible antes por el observador. Como resultado de las interacciones, surgen propiedades nuevas que no pueden explicarse a partir de las propiedades de los elementos aislados. Con el auge de Internet y la multiplicación de datos, el estudio de los sistemas complejos cobró una importancia inusitada. “Ahora en todas las ciencias sociales tenemos infinidad de datos para analizar, algo que hasta hace pocos años no sucedía”, cuenta Hidalgo, quien se define como alguien que “transforma datos en historias, con algo de ciencia y algo de arte”, fanático de la información. Su libro más reciente se llama Why information grows (Por qué crece la información).
Sus trabajos sobre complejidad le permitieron recientemente, a él y a su equipo, “hackear” la teoría tradicional del crecimiento económico con un nuevo abordaje, y poner en duda un mantra de más de dos siglos en teoría económica: Hidalgo sostiene que la “especialización”, al final del día, puede no ser un buen negocio para una nación, y que los países más diversos en su producción de bienes y servicios son no sólo los que más crecen, sino también los que tienen una mejor distribución del ingreso.
“Un ejemplo muy claro de esta dinámica es la comparación entre China y América latina”, explica, “en nuestra región el coeficiente de Gini, que mide la desigualdad, prácticamente no cambió desde los 70, y eso es porque no hubo una diversificación de la matriz productiva hacia bienes y servicios más sofisticados. En cambio, en China el Gini comenzó a bajar fuerte a mediados de los 80, hoy tiene salarios más altos que todos los países de América latina, con excepción de Chile”.
Hidalgo se recibió de físico en la Universidad Católica de Chile en 1998, y más tarde se interesó por los temas de complejidad, caos y fractalidad. Trabajó en temas de redes para el área de salud (cáncer), y en Harvard conoció a Ricardo Hausmann, ex ministro de planificación de Venezuela, con quien comenzó a investigar (y siguen haciéndolo en la actualidad) cuestiones de complejidad asociadas a la economía. En el equipo del MIT también trabaja el argentino Manuel Aristarán.
“Me gusta trabajar con economistas, hay muy buenos científicos en este campo”, cuenta Hidalgo, “sin embargo, son un poco conservadores cuando se trata de innovar en método y preguntas. Por eso, a veces llegan un poco tarde a temas que en la ciencia son más transversales. Por ejemplo, el big data (el fenómeno del crecimiento exponencial de información en Internet) ya era bien conocido en la física en 20062007, pero en la economía de puso de moda recién ahora, una década después”.
La “complejidad” de una economía se mide a partir de la diversidad de bienes y servicios que produce, y a su vez el equipo de Hidalgo la combina con una variable de ubicuidad de producción: los países que más crecen y son más igualitarios son aquellos que producen muchos tipos de bienes y servicios, y a su vez esos productos se fabrican en muy pocos lugares del mundo. “Esto es más revelador y explica mejor el crecimiento que el nivel educacional, por ejemplo. La estructura productiva es la expresión del conocimiento que tiene una sociedad, y los productos y servicios no son otra cosa que imaginación cristalizada”.
En este sentido, a Hidalgo le gusta ver a una economía saludable como una caja con muchas piezas de Lego. Tradicionalmente, muchos economistas representan al sistema productivo como una dinámica en la que plastilina (una materia prima) se introduce en una máquina que produce algún tipo de bien, con valor agregado. La caja de piezas de Lego permite, en cambio, miles y miles de combinaciones.
Como físico, Hidalgo fue constru- yendo su teoría del crecimiento no en base a trabajo y capital, como hacen los economistas, sino a bloques de materia, energía e información.
Si la complejidad de una economía es un buen predictor de crecimiento, entonces es esperable que países como China o Vietnam, que producen muchos más bienes y servicios de los que les corresponderían para su nivel de riqueza, sigan creciendo fuerte en las próximas décadas. En cambio, países como Grecia, que producen un tercio de la diversificación esperable para su nivel de ingresos, permanecerán un largo período estancados. ¿Cómo está la Argentina en este aspecto? En mitad de tabla: la complejidad de nuestra economía se sitúa en la línea esperable en base la relación al PBI per cápita. La estructura productiva local, al igual que la del resto de la región, sigue siendo muy dependiente de materias primas, aunque un trabajo reciente situó a la ciudad de Buenos Aires como una de las metrópolis con más alta diversidad productiva y de servicios de América latina.
El modelo de Hidalgo y Hausmann toma un concepto clásico de la literatura de la creatividad y la innovación: la del “posible adyacente”, que indica que las trayectorias de nuevos productos se van dibujando en un mapa a través de territorios fronterizos. La fuerza del mercado produce este resultado: un empresario agrícola decide instalar molinos, y luego una fábrica de alimentos; pero es casi imposible que pegue un salto y se ponga a producir celulares de última generación. Para que esto ocurra (un desarrollo que experimentó, por ejemplo, Finlandia, que pasó de la madera a los celulares en unas décadas) debe haber un programa coordinado a nivel estatal. Una buena noticia para la Argentina es que su estructura productiva tiene un territorio muy amplio de “posibles adyacentes” para expandirse.
Los estudiosos de la complejidad acuden seguido a metáforas lúdicas para explicar lo que están investigando. Así como Hidalgo habla de las cajas con piezas de Lego, en el laboratorio de Complejidad de Harvard suelen apelar a la figura del Scrabble, el juego clásico que consiste en armar palabras en un tablero. En la economía global, el equivalente de las palabras más valiosas, largas y sofisticadas (con letras menos comunes, que dan más puntos) son aquellos procesos de producción que aportan mucho valor agregado, propios de los países ricos. En cambio, las palabras cortas, con letras comunes, que dan pocos puntos, representarían aquellas dinámicas que terminan en productos “comoditizados”, que todos generan y cuyo precio viene dado por la demanda global. Hay otras metáforas, con juegos menos comunes que el Scrabble o los Lego, pero como dirían los científicos de este campo, “son más complejas”.
Hidalgo sostiene que la “especialización” puede no ser buen negocio para un país Los países que más crecen son los que producen muchos tipos de bienes