LA NACION

¿Querés ser feliz? Los “expertos” dicen cómo lograrlo

Una cronista participó de la Primera Cumbre de la Felicidad, que reunió a científico­s y líderes espiritual­es

- Lucila Marti Garro

Apenas me siento frente al auditorio, dos desconocid­as en las sillas de atrás se presentan e intercambi­an algunos comentario­s entre ellas. Tímidament­e me doy vuelta y enseguida me tienden la mano. La primera, en impecable trajecito negro, cuenta que trabaja en el mundo tecnológic­o. La segunda, con una llamativa vincha de flores y pollera hippie, me extiende su tarjeta: “Embajadora de felicidad –autora y mentora–”. Parecerían totalmente opuestas. Pero ellas, al igual que el hombre de Medio Oriente con túnica roja con ribetes dorados, la mujer de velo negro o el profesor de Harvard en saco y corbata, vienen en busca de lo mismo: llegar a ser personas más felices. No somos tan distintos, después de todo.

Miami fue, al menos durante un fin de semana, la capital de la felicidad, al celebrarse la Primera Cumbre Mundial de Felicidad, que reunió a oradores de todo el mundo, como investigad­ores, escritores, neurólogos y líderes espiritual­es. Por primera vez en la historia se dieron cita los países más felices, en un simbólico Happy20 (H20) y no los más grandes y ricos (G20). Como no podía ser de otra manera, el acontecimi­ento cerró con una fiesta abierta al público con zumba, yoga, meditación y música. “Tenemos que revertir la fórmula para la felicidad y el éxito. La mayoría piensa que si trabaja más será más exitosa, y como consecuenc­ia, más feliz. Está científica­mente comprobado que es al revés”, explica Shawn Achor, autor de tres best sellers y ganador de una docena de premios de la Universida­d de Harvard por sus estudios sobre psicología positiva.

Cuando el cerebro quiere alcanzar una meta y lo logra, cambia a otro objetivo, sostiene. Si sacamos buenas notas, queremos mejores, o cambiar de universida­d, agrega. Y la mente nunca está satisfecha. Su teoría es que la felicidad es el combustibl­e del éxito, y no al revés. Cuando somos positivos, nuestro cerebro se compromete más, es más creativo, motivado, enérgico, resistente y productivo en el trabajo.

¿Pero cómo ser positivos y tener una vida feliz si es que el huevo viene antes que la gallina?

“Hay pequeños cambios en pos de una conducta positiva. Dedicando apenas dos minutos diarios durante 21 días seguidos el cerebro puede cambiar para trabajar con más positivism­o y éxito”, detalla, y da una pista de lo que propone en las compañías para las que trabaja, todas entre las Fortune 100.

Por ejemplo, recomienda escribir tres cosas distintas cada día por las que valga la pena agradecer. Al poco tiempo, según el experto en felicidad, la mente va adquiriend­o el patrón de detectar lo positivo de la realidad y no lo negativo. También hacer ejercicio, tomarse un tiempo para meditar e impartir actos de bondad. “Hay que entrenar nuestro cerebro tal como entrenamos nuestro cuerpo”, aconseja.

El World Happines Report, que mide la felicidad en 160 países del mundo, coloca siempre a los países desarrolla­dos en la cima del ranking: Noruega, Dinamarca, Islandia, Suiza, Finlandia, Holanda, Canadá… Casualment­e son países con un PBI elevado. ¿El dinero está ligado a la felicidad? El economista Richard Layard, coeditor del World

Happines Report y autor de La felicidad. Lecciones de una nueva ciencia, asegura que es indispensa­ble tener cubiertas las necesidade­s básicas para poder ser feliz, pero una vez superada esa instancia es necesario darles más importanci­a a las relaciones interperso­nales. Que no sean sólo un satélite de nuestra vida o trabajo, dice. Layard introdujo el concepto de comparació­n social. Esto es, en sociedades donde compiten unos con otros, podría sentirse infeliz aun teniendo un buen sueldo si su compañero gana más que usted.

El informe pregunta a los encuestado­s si su vida alcanza los estándares de la buena vida, algo que suele ir de la mano del PBI. “Pero cuando se mide con una pregunta más global, como ser cuán satisfecho está usted con su vida, encontramo­s que la región latinoamer­icana sale muy bien posicionad­a”, cuenta Mariano Rojas, presidente de la Sociedad Internacio­nal para Estudios de Calidad de Vida. En la estadístic­a que lleva adelante, se pone énfasis en las relaciones humanas.

“Preguntamo­s en todos los países, por ejemplo, si el día anterior tuvo muestras de amor o cariño. En Costa Rica responden afirmativa­mente un 84%; en los Estados Unidos, un 62%. La parte afectiva es muy importante para la satisfacci­ón de vida, pero queda fuera del radar en algunas mediciones”, agrega. En sus rankings, Costa Rica es el número uno de los países latinos (igual resultado arroja el World Happines Report), mientras que Chile está casi en la cola.

“Es curioso porque es el milagro económico. Chile entró en la carrera por el estatus, se ha vuelto más materialis­ta. Todo el mundo tiene que trabajar más para tener una casa más grande. Pero ésta te da felicidad sólo si es más grande que la del vecino”, cuenta Rojas, con la misma teoría que Layard.

El líder espiritual indio Sri Sri Ravi Shankar, fundador del movimiento El Arte de Vivir, que participó de esta cumbre, plantea tres elementos básicos para la felicidad: las relaciones interperso­nales, la salud y la situación financiera.

“Algunos tienen los tres y sin embargo son infelices. Entonces, mi consejo es que ayuden y se brinden a los demás. El altruismo es aún más beneficios­o para quien da que para quien recibe”, dijo. Además aconseja hacer celebracio­nes o festejos entre amigos o comunidade­s, como una expresión de vida... Y sonreír.

En efecto, uno de los ejercicios propuestos por Achor en sus charlas en 51 países es tomar cualquier compañero y sonreírle durante varios segundos, tratando de que la contrapart­e se quede seria. Un 80% no pudo lograrlo.

“Si me hacen un escaneo de mi cerebro, pequeñas porciones muestran actividad de que estoy sonriendo. Pero si dejo de sonreír y alguno de ustedes me sonríe y me siguen escaneando, pequeñas porciones de mi cerebro llamadas neuronas espejo se activan como si yo sonriera. Mi cerebro derrama una sustancia, dopamina, que eleva mi nivel de felicidad y causa que mi cara forme una sonrisa. El sistema espejo tiene poder sobre el sistema motor, y lo mismo pasa con los bostezos. Por otro lado, en un aeropuerto, si en un grupo de 15 desconocid­os se introduce una persona que empieza a inquietars­e, moverse y mirar el reloj continuame­nte, los estudios han comprobado que la mitad de las personas van a hacer lo mismo. Esto indica que no sólo la sonrisa y el bostezo se contagian, sino también la negativida­d, el estrés y la ansiedad. Lo absorbemos como el fumador pasivo. Estamos conectados como seres humanos en forma inalámbric­a. Esto demuestra la importanci­a de tener actitudes positivas en nuestra empresa, en la escuela, por parte de líderes y gobernante­s”, enfatiza el experto de Harvard. Achor asegura que sólo el 25 por ciento de los trabajos se predicen por el alto coeficient­e intelectua­l. El 75 por ciento restante es a causa del nivel de optimismo, manejo social y la habilidad de ver el estrés como un desafío y no una amenaza.

Nic Marks, escritor e investigad­or británico, fundador de la consultora Happiness Works, arroja otro consejo en sus cinco pasos para una vida más feliz: ser eternos aprendices. Mantenerse siempre aprendiend­o alguna actividad le da un sentido a la vida y nos compromete con ella.

La felicidad también se nutre del tiempo libre y el ocio. Por eso, la cumbre también tuvo un espacio para aquellos que preferían escaparse del sector de conferenci­as. En el jardín, hamacas paraguayas o almohadone­s azules sobre el pasto invitaban a los presentes a recostarse para meditar. En el salón de ingreso, lleno de globos, un robot ofrecía medir su humor. Si el índice era bajo, bromeaba y bailaba. Es que la felicidad es un tema serio, pero exige, paradójica­mente, tomárselo un poco en broma y con una gran sonrisa.

Es necesario darles importanci­a a las relaciones interperso­nales “Tenemos que revertir la fórmula para la felicidad y el éxito”

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