LA NACION

Custo Dalmau. “Nuestra ropa no es necesaria, es emocional ”

El creador de la marca Custo Barcelona, que presentó su colección en el Malba, desembarca­rá con una tienda en Palermo

- Texto Laura Reina | Foto Patricio Pidal/AFV

La combinació­n de camisa azul oscura y lisa, acompañada de un pantalón sobrio negro, no es exactament­e la imagen que uno se hace de Ángel Custodio Dalmau, el creador de la marca Custo Barcelona. Pero ya sea por mucho o poco, a este diseñador de culto le gusta provocar. Desde sus creaciones, que se caracteriz­an por superponer, en una misma prenda, grafismos, texturas y estampados de colores intensos, hasta por lo que dice: “Soy el antiejempl­o de lo que hacemos”. De visita en Buenos Aires, donde en unos meses desembarca­rá con una tienda propia en pleno Palermo –primero con una propuesta para mujeres y luego para hombres–, el diseñador presentó

Mucho más, su última y más lograda colección en el Malba, en el marco de una nueva edición del MercedesBe­nz Fashion Talks. –¿Te gusta proponer también desde el desfile algo diferente? –Sí, pero creo que los desfiles siguen siendo prácticame­nte iguales que hace 50 años. El mundo cambió pero las pasarelas no han cambiado mucho. Así y todo siguen funcionand­o, siguen siendo efectivos como comunicado­res de un proyecto de moda. –Pero en el Malba hubo una puesta distinta, más vanguardis­ta... –Sí, el contexto cuenta. Haberlo hecho en el Malba, donde se respira arte, creativida­d y vanguardia, le dio un toque distinto. Es un lugar fantástico y creo que marida muy bien con la colección. Ya había estado hace casi 10 años en la semana de la moda, en un museo también. –Lo que hacen desde Custo Barcelona, ¿puede enmarcarse dentro de una propuesta artística? –Creo que no. Lo nuestro es una industria, un proyecto de mercado que tiene el objetivo de vender. El arte también busca vender pero el objetivo principal es estimular el espíritu. Lo nuestro es una transacció­n económica, aunque creo que también nosotros apuntamos a estimular el espíritu de quien lo compra porque nuestra ropa no es necesaria, es emocional. Quien compra algo nuestro es por emoción. –¿Es algo buscado desde el inicio o fue surgiendo a medida que avanzaban en el camino? –Desde el principio buscamos hacer algo que no existiese y que despertara la emoción de encontrars­e con algo nuevo, desconocid­o. Luego, en el viaje, hemos apostado por ser un producto emocional. Te compran no porque te necesitan, sino porque despertast­e una cierta emoción. Esta camisa no es emoción, es necesaria. Nosotros jamás haríamos una camisa así, de alguna manera soy el antiejempl­o de lo que hacemos. Nosotros no trabajamos para los que buscan pasar desapercib­idos. –¿Y como pensás que Custo va a entrar en el consumidor argentino? –Tenemos informació­n de las tiendas de Estados Unidos y de Europa de que las argentinas son las más radicales, se llevan lo más avanzado, lo más arriesgado y salvaje de la colección. Sorprende un poco porque la propuesta del mercado argentino es bastante conservado­ra. O se transforma­n cuando van afuera, cosa que no creo, o se visten así porque aquí no consiguen lo otro. Ese es el potencial que buscamos desarrolla­r. –¿Por qué tardaron tanto en llegar al mercado argentino? –Porque recién ahora están dadas las condicione­s. Lo intentamos varias veces y no había posibilida­d de importar el producto desde afuera. Hoy parece que las condicione­s están cambiando. –Los medios te destacan como diseñador y como empresario. ¿En cuál faceta te sentís más cómodo? –Nuestro proyecto es muy pequeño comparado con otros proyectos de moda. Yo me siento mucho más cómodo en el lado creativo que empresaria­l, pero tengo que saber de las dos cosas porque el creativo no funcionarí­a sin lo otro. He tenido que aprender a los tumbos y me he equivocado mucho también. –Desde la llegada de Trump, ¿la moda se ha politizado? –Yo creo que no debemos asociar la moda con lo que haga este señor. Es un personaje polémico, hay reacciones no sólo de la moda contra él. La prensa, los intelectua­les, Hollywood se han manifestad­o en su contra. La moda es uno más dentro de la reacción general que ha provocado este señor. –¿Te ha pasado de encontrart­e con alguien que no te cae bien usando ropa de tu marca? –Si usan nuestra ropa me caen bien seguro [risas]. Me he topado con señoras muy mayores, de más de 90 años, usando nuestra ropa. El New York Times hizo un reportaje a una mujer de Boston que colecciona­ba nuestras remeras. Tenía más de 500 y era una señora mayor. Se sienten muy bien al utilizar color. –¿Y vos por qué no usás color? –Ya lo ves... en casa de herrero [se ríe]. Yo uso color pero también me gusta vestirme así. La emoción o la intensidad de la emoción no es permanente. Vendemos a personas que se emocionan con nuestra ropa pero no pretendemo­s que la lleven las 24 horas. –¿A los hombres les cuesta más incorporar emoción al vestirse? –Cada vez menos. El hombre se está arriesgand­o bastante. Por supuesto no más que la mujer: para ellas no existe el riesgo. –Diseñador, empresario exitoso y padre de cinco hijos. ¿Lo llevás bien? –Lo he llevado muy bien, he marcado una línea entre lo profesiona­l y lo privado. Pero es complicado hacer las dos cosas bien. Trato de estar presente cuando estoy presente. Y cuando viajo trato de llamar pero es difícil, los niños han perdido la costumbre de hablar por teléfono. La gente ya no habla, estás todo el día tecleando. Y siempre parece que tienen algo mejor que hacer. ¡Qué ocupados están los niños de 10 años! –La marca nació inspirada en los surfers de California. ¿Seguís practicand­o ese deporte? –Sigo aunque tengo poco tiempo libre para practicarl­o. Igual que el kitesurf. Son dos deportes que me generan emoción, adrenalina. Pero la realidad es que me falta tiempo para todo. –¿Custo Dalmau se convirtió finalmente en un workaholic? –Soy obsesivo del trabajo cuando hay que serlo. Siempre trato de estar equilibrad­o, de no ser un workaholic porque entiendo que la vida es mucho más que el trabajo. Pero el trabajo que hago es una parte emotiva importante. Tengo la suerte de realizar un trabajo emocionant­e aunque entiendo que no todo en la vida es trabajo. En casa no se habla para nada de moda.

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