LA NACION

Hollande se va con la amarga sensación de que no lo extrañarán

- Luisa Corradini CORRESPONS­AL EN FRANCIA

Apartir de ayer al mediodía, cuando Emmanuel Macron lo acompañó hasta el vehículo que lo esperaba en el patio de honor del Palacio del Elíseo para alejarlo para siempre del poder, François Hollande volvió a ser un ciudadano como los demás. O casi. ¿Qué hará de ahora en adelante el que fuera probableme­nte el presidente menos querido de la Quinta República? ¿Cuál es realmente el balance de su único quinquenio?

Como François Mitterrand en 1995, Hollande destinó ayer su primera visita de ex presidente a la sede del Partido Socialista (PS): “Vengo a recuperar recuerdos y gestos familiares”, dijo. “Porque sin ustedes, sin el movimiento que ustedes defienden, sin la fuerza que ustedes encarnan, nunca hubiese presidido nuestro país”, agregó.

Pero sobre todo subrayó: “Dejo el país mucho mejor de cómo lo encontré”, concluyó.

Rodeado de militantes de un partido al borde de la explosión, Hollande se esforzó en defender la acción de su quinquenio: “Ejercí la presidenci­a en circunstan­cias terribles, que sumieron nuestro país en el estupor”, declaró. “Atravesamo­s crisis y mantuvimos el derrotero. Francia siguió siendo Francia”, agregó.

En la lista de sus principale­s logros, el ex presidente destacó el acuerdo “histórico” sobre el clima, firmado en París en diciembre de 2015, el matrimonio para todos, votado en mayo de 2013, e incluso su satisfacci­ón de haber hecho todo lo posible para permitir que Grecia permanecie­ra en Europa.

Así fue, en verdad. Sin contar con la forma ejemplar en que actuó su gobierno para proteger a los franceses del terrorismo. Pero hubo promesas fundamenta­les hechas a los franceses que no pudo cumplir. La primera de ellas: invertir la curva del desempleo que aqueja a Francia desde los años 1970.

En abril de 2014, apenas asumió, Hollande había condiciona­do una eventual segunda candidatur­a presidenci­al a esa “inversión”. El país contaba entonces con 3,6 millones de personas sin trabajo. El desempleo, sin embargo, siguió aumentando y terminó el quinquenio con 600.000 desocupado­s suplementa­rios, el 10% de la población activa.

Hollande tampoco pudo sacar al país de un crecimient­o anémico. Después de tres meses de recesión a mediados de 2012 y dos de estancamie­nto, la economía francesa pareció reactivars­e en 2014 y 2015, para sufrir un nuevo repliegue en el segundo trimestre de 2016. Según los últimos indicadore­s, el crecimient­o del PBI francés para 2017 debería alcanzar el 1,5%.

Es verdad, la actividad industrial pocas veces fue tan intensa como en los últimos meses, mientras las empresas francesas que obtienen márgenes récord han comenzado a crear puestos de trabajo. Pero Francia sigue padeciendo de un sensible déficit comercial que alcanza los 50.000 millones de euros.

Hollande también logró reducir el déficit público al 3% del PBI, condición impuesta por los criterios de convergenc­ia de la zona euro. Pero la deuda pública, por su parte, continuó creciendo y debería superar el 100% en 2018, según previsione­s de la Organizaci­ón de Cooperació­n y Desarrollo Económicos (OCDE).

A partir de hoy, el ex presidente, que percibirá un ingreso neto de 15.100 euros por mes, se instalará en sus nuevas oficinas de 314 m², ubicadas en el número 242 de la Rue de Rivoli, frente a los jardines de las Tullerías, a unos 800 metros del Palacio del Elíseo. Como ocurre con todos los ex presidente­s y ex primeros ministros, el Estado francés pagará el arrendamie­nto de esas instalacio­nes, que será de 14.000 euros mensuales, y los salarios y gastos del personal a su disposició­n: dos empleados domésticos, un vehículo con dos conductore­s, dos policías en forma permanente para su seguridad y siete colaborado­res para ocuparse de su secretaria­do, su agenda y sus archivos.

Desde 2012, el ex presidente Nicolas Sarkozy tiene sus oficinas en la Rue de Miromesnil, también ubicada a poca distancia del Elíseo. Conforme a las disposicio­nes adoptadas por el propio Hollande en 2016, al cabo de cinco años esa dotación se reducirá a un empleado doméstico y tres colaborado­res.

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