LA NACION

Carlos Zorati, 30 años dedicados al cuidado de la naturaleza patagónica

El guardaparq­ues del Perito Moreno rememora sus acciones desarrolla­das en el Sur

- María José Lucesole LA NACION

EL CALAFATE, Santa Cruz.– Carlos Zorati dedicó su vida a convivir con glaciares y bosques petrificad­os, cuidar pingüinos, conservar huemules, combatir el fuego, cuidar el bosque, preservar el hielo milenario. Es guardaparq­ues en Santa Cruz desde hace 30 años. Estuvo la mayor del tiempo en los parques nacionales de esta provincia a excepción de tres meses en la Antártida.

Hoy, cuando le falta poco tiempo para jubilarse, reflexiona sobre la vida que eligió, cerca de la naturaleza: “Volvería a ser guardaparq­ues. He disfrutado mucho”. Vivió tres rupturas del glaciar Perito Moreno. La primera vez fue en 1988, poco después de arribar a su primer destino de guardaparq­ues. Este glaciar no se había roto por una década; fue un espectácul­o inolvidabl­e que lo marcó. Luego, vivió el mismo fenómeno en 2004 y 2006.

“Lo más lindo del glaciar es ver cómo cambia de color, escuchar sus sonidos. El glaciar es un ser vivo que nos habla del planeta. Está en nosotros escucharlo”, reflexiona. También tiene una relación entrañable con el glaciar Upsala, ya que en Punta Bandera conoció a Flavia, su esposa, que lo acompañó en esta vida en la Patagonia Sur. Carlos trabajaba como guardaparq­ues marítimo: cada día se embarcaba en un transborda­dor para cruzar el Lago Argentino hasta el Upsala.

Flavia era guía de turismo. Y sus amigas le desaconsej­aron seguirlo: “Vas a terminar en el bosque petrificad­o”, vaticinaba­n… “Así fue”, se ríe hoy Carlos.

El oficio, que lo llevó a vivir durante casi una década en el Bosque Petrificad­o de Santa Cruz, no lo privó de tener una familia. Sus hijos se criaron en el campo, donde el vecino más cercano vivía a 25 kilómetros de distancia, sin televisor, sin teléfono.

“El bosque sobrevivió desde la época jurásica. Esos árboles, fosilizado­s, conviviero­n con los dinosaurio­s”, dice Carlos. “Mis hijos se criaron allí. Con pocos vecinos. Con la naturaleza”, dice orgulloso. Su amor por los paisajes es tan grande que planifica ir de vacaciones a los Esteros del Iberá, un sitio que será incorporad­o como área protegida en los próximos años.

A los 13 años anunció su decisión de ser guardaparq­ues. A los 18 dejó su casa natal y se fue a estudiar la carrera en la escuela de Bariloche. Una vez que obtuvo el título pidió ir a Santa Cruz. Lo entusiasma­ba cuidar el Perito Moreno, acaso el más inhóspito de Santa Cruz por aquellos años. “Entrabas en invierno a la casa del guardaparq­ues y no salías del parque por dos o tres meses hasta que la nieve permitiera el paso”, recuerda.

Pero su destino más arduo fueron las islas Horcadas, en la Antártida. Allí el trabajo consistía en cuidar pingüinos. “Es todo montaña, hielo y pingüinos”, recuerda.

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Carlos Zorati, en el Glaciar Perito Moreno

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