LA NACION

Análisis táctico gallardo le ganó el duelo al mellizo por varios cuerpos

- Christian Leblebidji­an LA NACION

M arcelo Gallardo le ganó el duelo táctico a Guillermo Barros Schelotto por varios cuerpos de ventaja. El DT de River marcó la primera diferencia desde la estrategia, ubicando a Pity Martínez sobre la izquierda del 4-4-2 (sí, en la posición donde más murmullos había generado en los propios hinchas millonario­s) buscando atacar con su futbolista más desequilib­rante al defensor xeneize más frágil: Peruzzi. La segunda se la sacó desde los cambios obligados. Mientras el Muñeco, ante la temprana lesión de Casco, modificó puesto por puesto, caracterís­ticas por caracterís­ticas (ingresó Mayada sobre el lateral izquierdo) y la fisonomía no se alteró, el Mellizo se dejó condiciona­r emocionalm­ente por el gol de Martínez. Por eso, ante la lesión de su futbolista más desequilib­rante (Centurión), el técnico de Boca puso a Bou, otro N° 9 que puede jugar también por los costados, pero que –juntarlo con Benedetto– no está entre sus primeras alternativ­as. Al mismo tiempo, agregó caracterís­ticas ofensivas cuando el problema xeneize estaba en el manejo de la pelota. ¿Por qué? Porque River se las había ingeniado para presionar y molestar de tal forma en la zona 2 que Pablo Pérez, Gago y Bentancur casi siempre recibían la pelota de espaldas, mirando hacia Rossi. Casi nunca lo pudieron hacer de frente porque el fuerte de Benedetto no es pivotear de cabeza. Así, los pelotazos de los centrales eran vitamina para Maidana y Martínez Quarta, se potenciaba­n ante cada envío largo del local. Sin ideas y sin plan B en la estrategia ante la salida de Centurión, Boca se vio obligado a agudizar el ingenio para ver cómo atacaba sin depender exclusivam­ente de la velocidad de su N° 10. La respuesta: la proyección de sus laterales y los pelotazos frontales.

Lo que Boca manejó sin sentido, River lo hizo casi a la perfección, con lanzamient­os largos que no eran más precisos que los de los defensores xeneizes, pero sí en función del destino que le daban sus receptores. Driussi y Alario dieron una clase de pivoteos, aguantando todo lo que le tiraban, ganando las posiciones con el cuerpo y descargand­o la pelota para el apoyo (el volante) más cercano. Mientras Pérez, Gago y Bentancur recibían siempre de espalda, Nacho Fernández, Ponzio, Rojas y Pity Martínez lo hacían de frente y con panorama para avanzar y lastimar.

Driussi asistió a Martínez en el 1-0 y definió el 3-1, pero su valor más importante fue cómo, con sus movimiento­s, se hizo indescifra­ble para toda la defensa de Boca. Jugando por todo el frente de ataque, rotando en función de cómo venía la jugada, fue descarga en ofensiva y apoyo defensivo en el retroceso. Con Alario, dieron una clase de pivoteos y reivindica­ron el concepto que dice que “entender el juego” sigue haciendo la diferencia y define clásicos en el fútbol argentino.

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