Un pequeño Cosquín Rock en Tecnópolis
Las Pelotas, Las Pastillas del Abuelo y hasta Chango Spasiuk con Ricardo Iorio, los destellos de una juntada rockera en el asfalto
aunque anunciados dentro del Festival nuestro, el primer show del año de Las Pastillas del abuelo en Capital Federal o alrededores –el predio de Tecnópolis está apenas cruzando la Gral. Paz– se convirtió en una suerte de recital propio incrustado en el evento. Veinticinco canciones en más de dos horas de show fue la fórmula para premiar la gran cantidad de remeras y banderas para las que la presentación de Piti Fernández y los suyos era el plato principal. y es en la figura del cantante donde pueden encontrarse ciertas respuestas al porqué de un fenómeno semejante.
Junto con Pato Fontanet (Callejeros y actual don osvaldo) y Rolo sartorio (La Beriso), Piti Fernández parte de un linaje de líderes que reconocen en el vibrato del Indio solari su principal recurso técnico, pero que a la hora de plantarse ante su público no dejan nada librado al misterio. mientras el ex Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota sube al escenario con un enterito de jean y centra gran parte de su encanto en la economía de movimientos (estático y con el puño en alto cual líder bolchevique del
underground en “nuestro amo juega al esclavo”), o andrés Ciro construye sus performances desde lo actoral acompañado por un vestuario a la orden del día (como boxeador en los últimos años de Los Piojos, o con traje y bombín en su gira actual), Piti Fernández borra todo distanciamiento posible de su público. Lejos de cualquier pose críptica y de ademanes desmedidos, la interpelación llega por un igualamiento entre el arriba y abajo del escenario que puede encontrar algún punto de referencia en el fallecido alejandro sokol, de Las Pelotas. una suerte de me canta a mí porque es igual que yo. detrás del frontman despreocupado, lo que sonó en el escenario principal del Festival nuestro fue una banda capaz de moverse certera, aunque con lecturas más pintoresquistas que profundas, por el candombe, la zamba, el country y el reggae. así, “amar y envejecer” se construyó como la canción arquetípica del grupo: versos en plan fogón al principio, una guitarra con destellos de rock and roll en el medio y una explosión cuasi funk sobre el final. entre temas de toda su discografía, “¿Qué es dios?”, dedicada a maradona y con imágenes de las islas malvinas, funcionó como resumen de la argentinidad, a veces rozando el chauvinismo, que destaca el festival. sobre el final, “skalipso”, esa oda al amor cannábico que reconoce a dancing mood como la banda de sonido perfecta para la ocasión, terminó de captar, por si todavía quedaba alguien ajeno a la celebración a las más de 15.000 personas –según cifras oficiales– que coparon el predio.
un poco antes de que el Kuelgue confirmara su ascenso de popularidad, Las Pelotas dio una nueva muestra de cómo reconfigurarse lentamente y llevar al público de la mano para que acompañe esa reconfiguración. empezar con “Cuántas cosas”, una canción-susurro, fue la prueba irrefutable de ese cambio. a partir de allí, el show iría en un in crescendo delicado que explotaría sobre el final con Fernando Ruiz díaz como invitado para “sin hilo”, con mención a sokol incluida, y “el ojo blindado”, de sumo (que tendría su homenaje extendido y disruptivo después de Las Pastillas del abuelo con la lectura libre y ácida de sumo x Pettinato).
en las primeras horas de la tarde, Boom Boom Kid se erigió como el representante indie del festival con su hardcore do it yourself, y Bersuit Vergarabat estableció las pautas del sonido rioplatense que predominó en la grilla. “algunos de nuestros compañeros no tuvieron dos oportunidades, espero que la Corte no sea tan pelotuda con esta nueva oportunidad”, dijo daniel suárez antes de “el tiempo no para”. Junto a “sr. Cobranza”, esa puteada noventista de largo aliento, fueron los momentos de agit-rock de la jornada. más tarde, y sobre el mismo escenario, el Cuarteto de nos mantuvo la intensidad pero con una propuesta más moderna desde lo sonoro –sintetizadores que van de la
new wave al indie– y más lúdica desde lo lírico: las rimas obsesivas y desfachatadas se mantuvieron desde “el hijo de Hernández” hasta “yendo a la casa de damián”.
“saben todos que soy un metalero y no me da la oreja”, reconoció Ricardo Iorio después de “Río Paraná” mirando al Chango sapsiuk y el sexteto que lo acompañaba. “Pero sobra corazón y el corazón se vende por kilo”, agregó. Con una voz ajada y valiéndose de las señas de los músicos, el cantante más importante del heavy metal argentino entonó “sé vos” para poner final al segmento folklórico que lideró el acordeonista misionero cuando en la ciudad caía la noche. minutos antes, Baltasar Comotto se había unido a ellos para versionar al Flaco spinetta y a Jimi Hendrix en una excelente hibridación entre psicodelia estadounidense y litoraleña. Por riesgo, por búsqueda de originalidad y por reconocimiento entre pares, la media hora de show de spasiuk probablemente haya sido lo más edificante que dejó el Festival nuestro. nuestro.