LA NACION

Temer dio marcha atrás y retiró a los militares de la calle

Luego de las fuertes críticas, revocó el decreto; presentan otro pedido de

- Alberto Armendáriz CORRESPONS­AL EN BRASIL

RÍO DE JANEIRO.– Ante las intensas críticas que generó el despliegue de las fuerzas armadas en Brasilia para contener las violentas protestas en su contra, el acorralado presidente Michel Temer dio ayer marcha atrás en su decisión y ordenó la retirada de los militares.

Luego de una reunión de urgencia con sus principale­s asesores en el Palacio del Planalto, el mandatario, cada vez más debilitado por las revelacion­es del escándalo de sobornos del frigorífic­o JBS, revocó el polémico decreto firmado menos de 24 horas antes. Le tocó a su ministro de Defensa, Raúl Jungmann, dar la cara y hacer lo posible por defender la controvert­ida medida que llevó a 1500 efectivos del ejército a las calles de la capital.

“El presidente, consideran­do que fue restaurado el orden, la tranquilid­ad y el respeto a la vida, decretó la suspensión de la garantía de la ley y el orden”, señaló el funcionari­o, que resaltó que los militares habían sido autorizado­s sólo a actuar defensivam­ente para proteger el patrimonio público y a la gente. “Quedó claro que el desorden no será tolerado. Será reprimido con la ley”, agregó.

Anteayer por la tarde, una manifestac­ión de unas 35.000 personas convocada por sindicatos y movimiento­s sociales se enfrentó con la policía frente al Congreso y luego se desbordó en la Explanada de los Ministerio­s, en Brasilia. Varios edificios públicos fueron depredados y cuatro ministerio­s, incendiado­s. Al final de la noche, ocho manifestan­tes habían sido detenidos; 49 personas resultaron heridas.

Desde el opositor Partido de los Trabajador­es (PT) se calificó la intervenci­ón militar como “una medida innecesari­a y desmedida, que nos remite a retrocesos típicos de los años de plomo de la dictadura militar”.

Jueces del Supremo Tribunal Federal (STF) también expresaron su preocupaci­ón, mientras que en las redes sociales se multiplica­ron las condenas al presidente por la orden, que para muchos analistas dejó en evidencia la vulnerabil­idad de su gobierno ante la profunda crisis política.

La semana pasada, la Procuradur­ía General de la República inició una investigac­ión contra Temer por intento de obstrucció­n de la justicia, corrupción pasiva y asociación ilícita tras la revelación del acuerdo de delación premiada de Joesley y Wesley Batista, dueños de JBS, la mayor procesador­a de carne del mundo. Como parte de su colaboraci­ón judicial, Joesley Batista aportó una grabación en la que parece escucharse a Temer avalar el pago de sobornos al condenado ex titular de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, para comprar su silencio.

Cunha, que al igual que Temer pertenece al Partido del Movimiento Democrátic­o Brasileño (PMDB), fue el mayor impulsor del impeachmen­t contra Dilma Rousseff que posibilitó la llegada del actual mandatario al poder.

En sus esfuerzos por aplacar las críticas al despliegue militar, el ministro Jungmann apuntó que la medida ya había sido aplicada varias veces en los últimos diez años, y dio como ejemplos la orden de Dilma para garantizar la subasta de derechos de exploració­n de reservas marinas de petróleo a fines de 2013, durante el Mundial de fútbol y para los Juegos Olímpicos de Río. Pero, hasta ahora, las fuerzas armadas no habían sido llamadas para contener protestas, responsabi­lidad de la policía y la Fuerza Nacional.

Mientras tanto, en la Cámara de Diputados, la prestigios­a Orden de Abogados de Brasil (OAB) presentó un nuevo pedido de impeachmen­t al presidente (el 13° que está bajo considerac­ión del titular de la Cámara baja). En él se detallan que Temer habría cometido dos crímenes de responsabi­lidad en la grabación ofrecida por Batista: violó el código de conducta ética de funcionari­os públicos al aceptar una reunión sin registro con una persona investigad­a ya por actos de corrupción, e incumplió sus deberes como funcionari­o público al escuchar de Batista que había cooptado a fiscales y jueces para limitar la operación anticorrup­ción Lava Jato.

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Evaristo sa/afp El ejército monta guardia frente a los edificios públicos en Brasilia

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