Familia Saracho. “¿Qué pasará cuando cumpla la pena?”
Apenas llega a la mesa. Se las ingenia y, en puntas de pie, alcanza una pequeña porción de pizza, más grande que su mano. “Se cayó al piso. Vamos a buscar otra”, dice suavemente Lorena a la niña de casi dos años y la llena de besos. La nena la abraza, se ríe. Lorena no es su mamá, sino su tía. Hace poco tiempo que tiene a la menor en guarda. Su hermana, la madre de la niña, murió cuatro días después de que su pareja la roció con alcohol y la prendió fuego.
Pasaron casi cuatro meses de ese día. La familia Saracho conversa con en un departamento la nacion en el barrio porteño de Balvanera. Lorena dejó a la niña en otra habitación jugando con sus primos y con Teo, su hermano de cinco años, hijo de una relación anterior de su madre y que hoy vive con su padre biológico.
En esa casa se juntan todos los fines de semana. Son seis hermanos, cada uno con pareja e hijos. Pero falta Carolina. El 21 de enero pasado, en la ciudad de Salta, Carolina Saracho y Andrés Cruz discutieron en el baño. La madre del joven, que vivía con ellos, llamó poco después a una ambulancia. “La quemó”, dijo... La chica sólo llegó a decirle a la policía: “Mirá lo que me hizo”. Tenía el 80% del cuerpo quemado.
Una semana antes, Carolina le había confesado a su madre Fany que su pareja le había pegado. Por eso, ese sábado tenía pasajes para volver a Buenos Aires.
Juan Carlos, el padre de la víctima, contó que tras el ataque todos viajaron a Salta: “La vimos en terapia y supimos que no iba a …”. No terminó la frase. No pudo. Lorena tomó la posta: “Andrés primero dijo que ella se quiso suicidar. Después, que fue un accidente, que él tenía una botella de alcohol en la mano y en la otra un cigarrillo. Su mamá nos dijo que él la quemó”.
En la última visita que realizó Carolina con sus hijos a Buenos Aires, su familia notó que algo no estaba bien. El pequeño Teo no quería volver a Salta. “Hace poco le pregunté a Teo si Andrés se enojaba con Caro. Me dijo que sí, que para proteger a su hermanita corrían juntos a un rincón”, recordó Belén, otra de las hermanas de la víctima.
Tras el ataque a Carolina, la niña convivió una semana con su abuela paterna en la casa donde su madre fue asesinada. Pero gracias a un abogado que colaboró en forma desinteresada, Jorge Agüero, de la Fundación Cintia Fernández que ayuda a víctimas de violencia de género, consiguieron la guarda por un año. Así, también lograron que se dictase contra el agresor la prisión preventiva por el delito de homicidio triplemente agravado por femicidio, por el vínculo y alevosía. No hay fecha de juicio.
“No queremos pensar qué pasará cuando él cumpla la pena y reclame a la nena, a pesar de que pedimos perpetua. La quiero adoptar”, dijo Lorena. Por eso en la familia Saracho esperan la aprobación de la ley de privación de la responsabilidad parental en casos de femicidios.