Innovar para cambiar la vida
año tras año, más y más disrupciones modifican la forma de vivir; las empresas deben aprender a lidiar con la incertidumbre
Películas con extraterrestres, sin repetir y sin soplar, a partir de ahora, ¡ya!: Star Trek, La guerra de las galaxias, La guerra de los mundos, El Día de la Independencia, El día que paralizaron la Tierra, y la lista sigue. a pesar de la heterogeneidad de las historias, los guiones de los films mencionados comparten una característica: a la hora de un encuentro cercano con una raza alienígena, los seres del espacio exterior cuentan con una tecnología algo superior a la nuestra. Para que la película tenga dramatismo, ese nivel debe ser superior como para que las chances de una victoria terrícola sean bajísimas, pero no tanto como para que esa probabilidad sea nula y permita, al final, la supervivencia de la especie humana.
Sin conflicto no hay historia, dice una máxima que se remonta a los mitos griegos. Pero en este caso la imaginación de Hollywood tiene una falencia: cuando se analizan estas escenas con la lupa de la dinámica de la innovación y la disrupción que se viene observando, lo que resulta prácticamente imposible es que haya una civilización en un estadio tecnológico parecido al nuestro.
“lo más probable, si los hay, es que los extraterrestres sean bacterias u organismos muy primitivos o, en el otro extremo, entes con una tecnología tan avanzada que esté mucho más allá de nuestra capacidad de comprensión”, explica Michael lee, un biólogo evolucionista que trabaja en el Museo de australia del Sur y da clase en la Universidad de Flinders, de ese país. lee está particularmente interesado en las “grandes transiciones” en el camino evolutivo: entre otras cuestiones, estudia por qué las tortugas adquirieron sus caparazones, por qué las serpientes de agua fueron hacia el medio acuático y qué causó el “big bang” (la explosión cámbrica) en materia evolutiva.
la historia que cuenta lee para argumentar la imposibilidad de un encuentro cercano del primer tipo con alienígenas con quienes nos podamos comunicar se remonta a 3500 millones de años, la edad de la vida en la Tierra. En un 85% de este lapso, la vida se limitó a un estado microbial. las primeras herramientas se inventaron hace dos millones de años, por iniciativa de especies humanas, de chimpancés y cuervos de Nueva caledonia. Pero las herramientas más sofisticadas recién aparecieron hace unos cuantos miles de años: “cuando la tecnología por fin emergió, luego de miles de millones de años de vida, la innovación aceleró de manera exponencial”, dice lee.
Para dibujar esta evolución tecnológica, lee armó una lista de “invenciones disruptivas”, que lo cambiaron todo en la historia de la humanidad. “Es una lista subjetiva”, advierte, pero lo mismo ocurre cuando se flexibilizan o endurecen lo supuestos sobre qué se puede considerar como un avance disruptivo. El camino se inicia en el año 2400 a.c. con la invención del ábaco, con lo cual el conteo de avance tecnológico se mueve por primera vez de cero a uno, luego de haber permanecido en cero desde los orígenes de la vida. la curva luego avanza lentamente hasta que comienza a despegar en el año 1400 d.c. Entre 1400 y 1600 hubo doce inventos revolucionarios, lo cual excedió el capital innovador del 99% anterior de existencia de vida en la Tierra.
Entre los siguientes dos siglos (XVii y XlX) hubo 21 invenciones disruptivas, y entre 1800 y 2000 el conteo de lee llega a 75. “Vemos que la tecnología crece exponencialmente, y esto no es una sorpresa: la innovación es un juego que se retroalimenta, cada invención abre el paso y sienta las bases para una nueva, que a su vez puede ampliar el alcance de la invención original”, dice lee. Basado en esta “ley de Moore” generalizada para toda la tecnología, lee especula con que entre el año 2000 y 2200 veremos no menos de 150 inventos revolucionarios, de un alcance tan grande como los antibióticos, el avión, internet o el motor de vapor. Y esto en el escenario más conservador.
Esta característica de exponencialidad es lo que hace que la humanidad permanezca en un mismo estadio tecnológico cada vez menos tiempo. (“Es probable que arqueólogos y paleontólogos del futuro nos categoricen como contemporáneos de la era «paleodigital», en la que usábamos relojes de plástico, máquinas de Pac-Man y iPads”, especula lee.) Si la evolución en un entorno alienígena tuviera aunque sea una dinámica vagamente parecida, entonces esta ventana de transición que estamos viviendo –en términos de edad de la vida, un parpadeo de ojos entre la etapa de organismos unicelulares y la de una inteligencia tan superior que hoy no la llegamos a concebir– es tan corta que la probabilidad de que coincida con la de los terrícolas es prácticamente nula.
aquí la máxima del novelista de ciencia ficción J.c. Ba llar d–quien en 1971 sostuvo que “lo que los escritores modernos de ciencia ficción escriben hoy, ustedes y yo lo vamos a ver mañana”– no se cumpliría, al menos en lo que hace a encuentros con seres del espacio exterior.
cuando la curva se vuelve vertical, aun pequeños desplazamientos en el camino de aprendizaje tecnológico redundan en diferencias enormes. Por ejemplo, la era del transporte marítimo está separada de la del transporte aeroespacial por menos de un siglo. Y aunque hace 60.000 años todos nuestros ancestros compartían la misma tecnología en África, los caminos de la innovación divergieron y provocaron contactos entre mundos radicalmente desiguales en la era de las exploraciones.
Según una reciente publicación del World Economic Forum (WEF), una predicción de 150 nuevos inventos revolucionarios para las próximas décadas vuelve cualquier intento de predicción completamente inútil. los planes de negocios y los escenarios estratégicos se vuelven especulaciones improbables, plantea el WEF en un escrito titulado: “Nos estamos moviendo rápido, pero nadie sabe adónde vamos”.
las empresas deberán aprender a lidiar con una incertidumbre extrema, acostumbrarse a considerarla una dinámica irreversible y tal vez habilitar más posiciones de gerentes de transformación o de “pivoteo rápido”, en la medida en la que alguno de los 150 meteoritos disruptivos que proyecta lee vayan alterando de manera drástica los modelos de negocios.
En Esto va a cambiarlo todo, una compilación de más de 125 ensayos que publicó el editor de Edge John Brockman en 2012 (y que tiene una increíble actualidad), pensadores como Richard Dwakins, Freeman Dyson, Brian Eno y Steven Pinkers especulan sobre un único evento con el potencial de cambiar por completo la historia de la humanidad en el corto o mediano plazo.
la respuesta más común del libro es la de un “encuentro con inteligencia extraterrestre”. Para lee, de darse este contacto resultaría bastante decepcionante (al menos en términos hollywoodenses). Y exclamaremos: “Mirá…, tanto lío y al final era sólo esto”, al encontrarnos con bacterias extraterrestres o con una inteligencia tan avanzada que ni llegaremos a advertir. Y eso nos llevará a seguir con nuestras preocupaciones cotidianas como si nada hubiese ocurrido.