Abrir caminos para permitir una mayor innovación
Hace algunos años medíamos el potencial de innovación de las compañías por su nivel de inversión en I+D, la capacidad de innovación de su propio talento y su habilidad para desarrollar y evolucionar productos y servicios novedosos en el mercado. En esta época de disrupción exponencial, nada de esto es suficiente. Los modelos basados exclusivamente en la captación de talentos, la reeducación de la fuerza laboral o programas de incentivos a la innovación ya no alcanzan.
En un mundo cada vez más “líquido”, es utópico suponer que la innovación disruptiva nacerá sólo del interior de las corporaciones. Todos vemos a Google como una compañía pionera en generar un ámbito ideal para la innovación. Pero no toda su innovación nació puertas adentro: adquirió más de 200 compañías con productos, plataformas y servicios disruptivos que hábilmente combinó con sus capacidades innatas. Muchas son conocidas, como YouTube o Waze, pero otras ignotas fueron fundamentales para potenciar su propio ecosistema innovador.
El uso intensivo de capital para generar adquisiciones no es el único camino para acelerar la innovación. La colaboración abierta entre distintos actores de la economía digital se está posicionando como el principal vehículo para acelerar la disrupción. Hoy, la innovación se basa cada vez más en la capacidad para crear ecosistemas colaborativos y abiertos en los que las ideas y tecnologías puedan fluir y combinarse para crear nuevos negocios o generar la disrupción necesaria en los ya existentes.
Estos ecosistemas se forman buscando capacidades complementarias a las tradicionales con un desarrollo mucho más rápido, en la mayor cantidad de ámbitos posibles. A la “guerra por el talento” se le suma la carrera por conseguir el acceso más rápido a las tecnologías emergentes dentro del ecosistema de colaboración más efectivo. Es un proceso que se acelera en el mundo desde hace un tiempo, con importantes lecciones aprendidas para tenerlas en cuenta. Según un estudio de Accenture, el ratio de éxito de las iniciativas de colaboración basadas en ecosistemas es del 44%, una magnitud mejorable. En contraste, el 14% de las compañías que mitigaron los riesgos de la “innovación abierta” prematuramente en el proceso de colaboración logró un porcentaje aún mayor de éxito: 68%.
Pero, ¿cuáles son estos riesgos y desafíos? Principalmente, reconocer que no estamos acostumbrados a trabajar en esta modalidad de ecosistemas de colaboración abiertos y que los modelos operativos y la cultura de las compañías tradicionales no están preparados para colaborar en este nuevo paradigma de innovación. En muchos casos, la colaboración con startups no es factible si es realizada en forma directa: es necesario buscar ayuda en aquellos players que pueden actuar como “puentes” entre los negocios tradicionales y la incubación de nuevas tecnologías exponenciales.
No menos importante es entender que los ecosistemas sólo funcionan cuando se crea un modelo de colaboración en el que todos están dispuestos a asumir riesgos y en el que todos ganan si la innovación llega a buen puerto. Las compañías que quieran sobrevivir a la disrupción de sus industrias deberán salir en forma agresiva a generar un ecosistema abierto que les permita ser los iniciadores de esa disrupción. El riesgo de no hacerlo implica esperar a que otro ecosistema lo lleve adelante por ellas, hasta hacerlas desaparecer.