Carrió, la garante de la promesa macrista
En su encarnación actual, Elisa Carrió construyó un personaje único en la historia política argentina: la aliada incómoda, indomable, cuyo poder se sostiene exclusivamente en el peso de su palabra.
La dinámica de su juego somete al Gobierno a ráfagas de vértigo. Ministros, legisladores y en general cualquier figura con ansias de influir tiemblan ante la posibilidad de que Carrió los incluya en los ejes del mal –reales o fantasiosos– que suele describir. Su relación con Mauricio Macri parece una crisis esperando ocurrir. Y sin embargo el Presidente la necesita así, irreductible, ácida, siempre a un paso del estallido.
Incapaz todavía de mostrar resultados positivos de su gestión económica, Macri se apoya en contenidos simbólicos para mantenerse a flote ante la opinión pública. Sus cifras de aceptación más que positivas reflejan en gran medida la apuesta por un cambio de rumbo después de décadas de fracasos y desilusiones.
Si Carrió no existiera, debería inventarla. Ella es el sello IRAM de honestidad; una suerte de virus positivo que amenaza a quienes traicionen la promesa fundacional del poskirchnerismo; la guerrera de las causas que el oficialismo no se atreve a defender.
Sus denuncias insinúan rupturas, pero Macri siempre interviene para contenerla. Saca buen rédito de esa rutina. Al final de cada conflicto Carrió le regala su bendición. “O representás a tu familia o representás al Estado. Mauricio decidió representar al Estado. A mí me parece bárbaro”, dijo la diputada esta semana, en medio de sus quejas por una supuesta protección oficial a Julio De Vido en las investigaciones sobre corrupción en la obra pública.
El apoyo de Carrió tiene doble filo. En su momento ayudó a moderar el costo que tuvo para Macri la difusión del acuerdo para saldar la deuda con el Estado del Correo Argentino, una empresa de su familia. Pero interpela al Presidente si pisa el freno en acciones que podrían complicar a empresarios de su entorno. Las negociaciones con la constructora Odebrecht para que revele a quién le pagó 35 millones de dólares de coimas en el país ponen a prueba otra vez la relación entre los fundadores de Cambiemos.
Ella se regodea en su poder blando, carente de aparato político, mientras teme representar el augurio fatalista de Maquiavelo: “Aquel que quiera ser bueno entre tantos que no lo son labrará su propia ruina”. Macri se empeña en retenerla y apuesta a ciegas, al punto de haberla encumbrado a una candidatura rutilante para las elecciones de octubre.
Lógica pura. El aporte de Carrió es imprescindible mientras la salud del Gobierno dependa del combustible imaginario de la esperanza.