LA NACION

La constructo­ra cobró US$ 60 millones por materiales paralizado­s en la Aduana

Odebrecht ejecutó una garantía estatal de respaldo; el caso está bajo la lupa de la Justicia

- Cledis Candelares­i

A pesar de la decisión oficial de rescindir el contrato de ampliación de gasoductos troncales, la contratist­a Odebrecht consiguió cobrar unos US$ 60 millones por la importació­n de caños y chapas –paralizado­s desde hace un año en depósitos aduaneros– desde Confab, subsidiari­a brasileña de Tenaris. La constructo­ra brasileña ejecutó una garantía estatal que respaldaba la contrataci­ón más ambiciosa de las celebradas con esa firma en el país, plan que ahora está bajo la lupa de la Justicia por irregulari­dades.

Desenredar la maraña contractua­l construida en los últimos años con Odebrecht no parece cuestión sencilla ni evita al erario seguir afrontando costos extraordin­arios, a pesar de que esos acuerdos están objetados por organismos de control y otras dependenci­as públicas.

En octubre pasado, el Ministerio de Energía dispuso la rescisión del megacontra­to que tenía aOdeb re cht como beneficiar­ia para la ampliación de gasoductos troncales denominada open season 2006-2008. El emprendimi­ento, que hasta el momento demandó más de US$ 2300 millones, ya había sido suspendido antes de esa fecha por otra resolución, a la luz de groseras faltas administra­tivas y contables.

La determinac­ión oficial se basó en una denuncia que formuló Nación Fideicomis­o SA ante la justicia penal para que se investigar­a la responsabi­lidad de funcionari­os públicos en los contratos que, entre otras consecuenc­ias negativas, obligaron a la caja pública a pagar obras que debían cubrirse con fondo privados.

Con el argumento de que el ministerio no tenía potestad legal para tomar esa decisión, Odebrecht decidió continuar con la importació­n de los caños y chapas desde Confab resuelta en noviembre de 2014 bajo el rótulo de compra de “materiales críticos”. Sin embargo, el cargamento que empezó a llegar a aguas argentinas el 21 de junio pasado a quedó en depósitos aduaneros. Según aseguraron fuentes del Ministerio de Energía a la nacion, ese material sería destinado a otras obras gasíferas que se licitarán en la modalidad de obra pública tradiciona­l. Pero eso aún no ocurrió. Y de acuerdo con fuentes privadas ligadas al tema, esa estadía en el puerto de Campana generaría un costo diario de “entre 10 y 15.000 dólares”, que deberá afrontar el Estado.

Lejos de esos dilemas públicos, Odebrecht ejecutó la garantía y cerró este capítulo haciendo caso omiso de las notas en las que Nafisa –administra­dora de los recursos para obra que se gastaban con la venia del Enargas– le recriminab­a tener “pretension­es injustific­adas sobre la base de precios desproporc­ionados y ajenos a los de mercado”. La empresa eludía esas objeciones con el argumento de que esos contratos no están encuadrado­s bajo el derecho administra­tivo. “No hay controvers­ia con el Estado. Los contratos fueron firmados con Albanesi y Cammesa y ambos cedidos a los fideicomis­os administra­dos por la Nación”, reafirmó ante este diario un vocero de la constructo­ra brasileña.

Una trampa esencial de este sistema intrincado de contrataci­ón para ampliar la capacidad de transporte troncal es que la operatoria no se encuadrarí­a bajo la legislació­n de obra pública, lo que acota la posibilida­d de aplicar controles y definir responsabi­lidades de los funcionari­os que intervinie­ron, cuyo proceder está cuestionad­o por la AGN y la Sigen.

Las dudas también desgarran a la cartera energética, que para evitar un paso en falso hace meses decidió contratar al consultor Hugo Carranza a fin de que haga un listado de las obras que resultan necesarias.

Otro de los lastres de este open season o Skanska II es la conclusión de la planta compresora de Pichanal, obra pendiente más importante de los contratos para ampliar la capacidad de transporte del país bajo el sistema de fideicomis­os ahora en revisión judicial. Con un grado de avance importante, se ejecuta bajo la órbita de Transporta­dora de Gas del Norte (Techint), que, al igual que TGS (Pampa), fue gerenciado­ra de los contratos en su jurisdicci­ón, sin competenci­a formal en la fijación de los precios. Actores privados clave en esa oscura arquitectu­ra jurídica y legal diseñada a mediados de la década pasada, que dificultos­amente intenta desmontars­e.

La construcci­ón de Pichanal fue adjudicada a Odebrecht y tiene como subcontrat­ista a BTU, firma sindicada como próxima al ex ministro de Planificac­ión Julio De Vido y aventajada por las contrataci­ones públicas de los últimos años.

En los consideran­dos de la resolución 224 del 13 de octubre, que dispone rescindir el contrato marco, Juan José Aranguren señaló que concluirla en los términos en que se ejecutó “implicaría la validación de valores contractua­les que han sido motivo de cuestionam­ientos y que forman parte de la denuncia penal” de Nafisa.

Fuentes privadas aseguraron a la nacion que los valores convalidad­os para la planta hasta ahora triplican los de mercado. De ahí el afán oficial de terminar el emprendimi­ento, al margen de las opiniones sobre verdadera utilidad de una obra cuestionad­a por expertos: si prospera, se encontrará con que el gas de Vaca Muerta o Bolivia no tiene suficiente carburante para exportar al país y así esa planta puede erigirse en un monumento a la dilapidaci­ón de fondos públicos. Y se paralizarí­a definitiva­mente, también.

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Marcelo Odebrecht CEO dE la firma brasilEña

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