LA NACION

Proyectos públicos injustific­ados

Debe derogarse la muy objetable disposició­n que exime a los programas de inversione­s prioritari­as de una evaluación económica previa

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E n 2008 fue modificada la ley permanente de presupuest­o para incorporar la siguiente disposició­n: “El Poder Ejecutivo Nacional, con intervenci­ón del Ministerio de Economía y Finanzas Públicas, establecer­á un programa de inversione­s prioritari­as (PIP) conformado por proyectos de infraestru­ctura económica y social que tengan por destino la construcci­ón de bienes de dominio público y privado para el desarrollo del transporte, la generación y provisión de energía, el desarrollo de la infraestru­ctura educativa, ambiental y la cobertura de viviendas sociales. Los proyectos y obras incluidos en el programa mencionado en el párrafo anterior se considerar­án un activo financiero y serán tratados presupuest­ariamente como adelantos a proveedore­s y contratist­as hasta su finalizaci­ón”.

Traduciend­o esta disposició­n al idioma de la contabilid­ad pública, se dice que las inversione­s PIP se hacen figurar “debajo de la línea” y por lo tanto no son computadas para determinar el resultado fiscal, sea déficit o superávit. Es así como muchas inversione­s en caminos, ferrocarri­les, represas u otras, que se hacen a puro gasto público, en caso de estar incorporad­as al PIP no inciden en el cómputo del déficit fiscal. Pero hay más. Esta modificaci­ón legislativ­a permite que los proyectos incluidos en los PIP, por considerar­se inversione­s financiera­s, no están obligados a realizar un estudio de rentabilid­ad económica tal como lo exige la misma ley permanente de presupuest­o para inversione­s de más de un determinad­o monto.

Se ha perdido de esta manera un instrument­o fundamenta­l para establecer prioridade­s y descartar proyectos de inversión antieconóm­icos. Los estudios de factibilid­ad son además necesarios para determinar la mejor alternativ­a de un proyecto para lograr un mismo fin al menor costo o en la mejor oportunida­d. La exigencia de estos análisis de rentabilid­ad tuvo comienzo con la ley de presupuest­o de 1977 y fue la base para sustentar la racionalid­ad y la justificac­ión de las inversione­s públicas. Esto no quiere decir que el mecanismo haya funcionado siempre bien, pero aportó sin duda un mayor grado de racionalid­ad a la inversión pública.

La ley de presupuest­o de 2017 incorporó un listado de proyectos PIP. Entre ellos, la Red de Expresos Regionales (RER), el soterramie­nto del ferrocarri­l Sarmiento, las represas Chihuido I, Los Blancos, Portezuelo del Viento y Potrero del Clavillo, las Centrales Hidroeléct­ricas Néstor Kirchner y Jorge Cepernic, la cuarta central nuclear, la usina termoeléct­rica de Río Turbio y las autopistas rutas 7 y 19. En conjunto, estas inversione­s suman alrededor de 25.000 millones de dólares y varias de ellas son de dudosa o claramente negativa justificac­ión. Algunas ya estaban contratada­s o iniciadas el 10 de diciembre de 2015, cuando asumió Mauricio Macri.

La usina de Río Turbio está prácticame­nte terminada, pero sin suficiente carbón que la alimente. Es una etapa adicional de una saga minera antieconóm­ica, impulsada desde hace muchos años por supuestos motivos geoestraté­gicos. El RER es un ambicioso proyecto ferroviari­o para conectar bajo el subsuelo del centro de la Capital las líneas que llegan a Retiro, Constituci­ón y Once. Muy difícilmen­te pueda justificar­se esta inversión de 3300 millones de dólares cuando ya los subterráne­os conectan esas estaciones. No hay ningún análisis de factibilid­ad económica, pero ya se destinan fondos a este proyecto en el presupuest­o de 2017.

El soterramie­nto del ferrocarri­l Sarmiento ya estaba contratado por el gobierno anterior. Fue una obra decidida para evitar los frecuentes accidentes en pasos a nivel y para permitir mayor frecuencia de trenes. Lo que no se advirtió, por omitir una previa evaluación económica, es que el mismo efecto se podría obtener con 36 cruces bajo nivel que cuestan en su conjunto la décima parte de los 3000 millones de dólares que serán necesarios para poner bajo tierra 34 km de vía y 14 estaciones. Este gobierno decidió continuar con esta obra que estaba apenas iniciada. No sólo costará diez veces más que su alternativ­a, sino que el túnel de 10 metros de diámetro para solo doble vía terminará con la posibilida­d de correr trenes rápidos al perderse la cuádruple vía actual entre Villa Luro y Haedo.

Las represas todavía llamadas Néstor Kirchner y Jorge Cepernic son otro ejemplo de proyectos ya iniciados pero de muy baja prioridad. Su adecuación reciente para evitar impactos ambientale­s y también para reducir su costo no alcanza a corregir su escasa convenienc­ia energética por su lejanía de los centros de consumo.

Dentro de las obras listadas en el PIP es difícil encontrar alguna cuya urgencia o importanci­a estratégic­a justifique esquivar un previo análisis técnico económico para decidir ejecutarla­s. Máxime cuando todo indica que no pasarían ese examen. También debe mencionars­e el caso de otras jurisdicci­ones distintas de la nacional. Hay evidencias de inversione­s injustific­ables en provincias y municipios. Por ejemplo, el costoso desplazami­ento de la autopista Illia decidido por el gobierno de la ciudad de Buenos Aires.

Es un deber del Estado invertir bien el dinero de los contribuye­ntes o el que provenga de deudas que habrá que devolver. Debe derogarse esta objetable disposició­n que exime a los proyectos PIP de realizar una previa evaluación económica para ser aprobados y que además no contabiliz­a su incidencia en el resultado fiscal.

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