LA NACION

River y Central tienen todo lo que le falta a Boca

- Christian Leblebidji­an

River y Central terminaron jugando un partido cerrado. ¿Por qué? En parte porque el equipo de Gallardo no repitió actuacione­s anteriores desde el potencial de sus individual­idades, en otra (gran) parte, porque este equipo de Paolo Montero jugó en el Monumental con muchas de las herramient­as que llevaron al River del Muñeco a dar varias vueltas olímpicas.

La diferencia en los esquemas tácticos fue sutil. River jugó con un 4-1-3-2, con Ponzio entremedio de los centrales y los ofensivos Pity Martínez, Nacho Fernández y Rojas; mientras que Central se movió más dentro del 4-4-2, pero con Camacho o Carrizo rotando en una falsa posición de enganches. Lo que pensó bien Montero, entre otras cuestiones, fue cómo taparle las bandas, teniendo en cuenta que una de las principale­s fortalezas millonaria­s aparece cuando Moreira, Nacho, Driussi o Pity Martínez logran sacar un “centro-gol” desde los vértices. El punto de conexión positivo con Boca es que los tres tienen futbolista­s para explotar los contraataq­ues.

El tema fue que River sintió que estaba jugando contra sí mismo. Porque Central le propuso, desde el comienzo, una personalid­ad, presión, intensidad, oficio y capacidad para disputar las pelotas divididas digna de los mejores partidos del ciclo Gallardo, barriendo abajo para marcar y jugando con los dientes apretados. En la aproximaci­ón con su rival, también el canalla le sumó poderío en las pelotas paradas ofensivas y defensivas: las inclusione­s de los cuatro centrales en el fondo –Burgos, Leguizamón, Pinola y Menosse–, más Musto, Camacho y Ruben le daban un plus. Y además ambos tienen jerarquía en puestos clave: Maidana, Ponzio, Rojas y Alario (en River); Pinola, Musto, Teo Gutiérrez y Ruben (en Central). Varios de ellos, sobre todo Ponzio y Musto, hasta le sacan rédito a la experienci­a fabricando foules que le sirven al equipo para tomar oxígeno defensivo o para ganar un centro al área.

También tienen en sus delanteros una capacidad para pivotear y generar sociedades que Barros Schelotto sólo encuentra en Benedetto (y jugando por abajo). Mientras Maidana, Martínez Quarta y Pinola ganan anticipos defensivos, se bancan defender mano a mano y recuperan más pelotas de las que pierden, el Mellizo ya no sabe con qué central probar para conseguir algo de firmeza atrás. En ataque, Boca depende demasiado de Centurión y Benedetto y hasta abusa de las proyeccion­es de Peruzzi.

River y Central no son sólo correr y meter. También buscan atacar, pero tratando de agregarle pausa y elaboració­n al vértigo, usando los amagos hasta para no ser previsible­s en las intencione­s. Boca conserva la ventaja pero, en el juego y las intencione­s, sigue lejos.

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