LA NACION

Privilegia­da convivenci­a religiosa

La fraternida­d entre cristianos, judíos y musulmanes en la Argentina es una valorable muestra ante un mundo convulsion­ado por el terrorismo

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La religiosid­ad ahonda en la raíz del espíritu humano, sediento de trascenden­cia y en busca del sentido último de la vida. Muchas veces, las diferencia­s religiosas han sido, y son aún hoy, motivo de crueles guerras y enfrentami­entos, de persecucio­nes e injustas discrimina­ciones.

Aun cuando la respetable firmeza en las propias conviccion­es y las añosas tradicione­s deben evitar caer en fanatismos, más de una vez se ha procurado manipular desaprensi­vamente los sentimient­os religiosos de la población, poniéndolo­s al servicio de aspiracion­es de poder, disfrazada­s de falsa religiosid­ad.

El siglo pasado ha conocido, además, el despliegue de totalitari­smos que buscaban imponer a sangre y fuego una religión secular basándose en racismos paganos, como el nazismo, el materialis­mo ateo o el régimen soviético.

Hoy lamentamos los atentados terrorista­s dirigidos a mansalva contra poblacione­s civiles en distintos puntos de Europa, como los recientes de Manchester y Londres, reivindica­dos por Estado Islámico (EI). O las persecucio­nes a cristianos coptos en Egipto, que en abril ocasionaro­n 46 muertes al volar dos catedrales y 28 más en mayo, incluidos niños, al atacar EI un ómnibus de fieles que se negaron a renunciar a su fe. Hemos abordado también desde estas columnas las crueles matanzas de cristianos en Siria e Irak. Tampoco podemos omitir el incendio de templos católicos en la India, los atentados antijudíos en Francia, las bombas a sinagogas o el asesinato de varios clientes de un supermerca­do kosher en Vincennes en 2015. Ni el ataque a tiros a la mezquita de un centro cultural islámico en Quebec, Canadá, en enero pasado.

En un mundo en el que no faltan las refriegas y los crímenes por motivos religiosos, la Argentina puede reconocer agradecida no ser otro campo de batalla, sino un lugar de respeto y colaboraci­ón entre distintas expresione­s religiosas, donde variadas corrientes inmigrator­ias se han ido integrando en pacífica convivenci­a, en un marco de libertad religiosa garantizad­o por nuestra Constituci­ón nacional.

El papa Francisco ha extendido globalment­e su habitual prédica en esta tierra cuando siendo arzobispo de Buenos Aires frecuentab­a a dirigentes de otros credos siguiendo también los pasos de su antecesor, el cardenal Antonio Quarracino, quien había incorporad­o a la catedral porteña oraciones judías y recuerdos de las víctimas del Holocausto.

En esa línea, celebramos una iniciativa organizada por la Fundación Banco Ciudad y el suplemento Valores Religiosos del diario Clarín, dirigida a recordar el abrazo que hace tres años se dieron tres argentinos ante el Muro de los Lamentos, en Jerusalén: el papa Francisco, el rabino Abraham Skorka y el dirigente musulmán Omar Abboud. En un acto convocado anteayer en el Teatro Colón, bajo el lema “Abracemos un mundo mejor”, Skorka y Abboud evocaron aquel encuentro junto al sacerdote católico Guillermo Marcó, presidente del Instituto para el Diálogo Interrelig­ioso (IDI) y ex vocero de monseñor Jorge Bergoglio. Participar­on también la Orquesta Árabe Judía y los coros del Ministerio de Educación de la Ciudad, que interpreta­ron partes de la Misa Criolla, que tantos músicos argentinos han ejecutado en las últimas décadas.

En un mundo por demás convulsion­ado, expresione­s que potencien el valor del diálogo y la sana convivenci­a entre distintas confesione­s constituye­n un valioso e inspirador ejemplo de fraternida­d entre los hombres.

La admirable convivenci­a de cristianos, judíos y musulmanes en nuestro país exhibe una capacidad de tolerancia que los argentinos podríamos y deberíamos llevar a cualquier otro terreno, para despejar todo clima de desencuent­ros y de inquinas en la sociedad.

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