LA NACION

Una ceremonia con luces y sombras

MÚSICA. Anteanoche, Abel Pintos ganó por tercera vez la estatuilla de oro; Sony se impuso en el 45 por ciento de las ternas

- Mauro Apicella LA NACION

según la Real Academia española, “mejor” es un adjetivo que refiere a aquello que es “superior a otra cosa y que la excede en una cualidad natural o moral”.

el uso corriente que se le puede dar al término dependerá de la objetivida­d (natural) y la subjetivid­ad (moral) ante el hecho. el mejor corredor de una carrera es el que llega primero. el dato subjetivo no entra en esa descripció­n. Michael schumacher fue el mejor piloto de la Fórmula 1 entre principios de los noventa y mediados de la década siguiente porque ganó con autos Ferrari y Benetton siete campeonato­s mundiales. no fue el mejor porque se le ocurrió a un grupo de fanáticos del automovili­smo.

en las artes, el espectácul­o o específica­mente la industria de la música casi todo es subjetivo. Por eso nadie debe ofenderse si en los últimos cinco años el mismo artista gana tres veces el premio mayor de un galardón que es el principal estímulo a la actividad musical.

sin embargo, un músico no es un corredor de autos que compite con otros. A lo sumo, compite contra sí mismo, pero eso tampoco tiene datos demasiado objetivos. Por eso, luego de que anteanoche Abel Pintos se llevó la tercera estatuilla dorada en cinco años de los Premios Gardel a la Música –sin cuestionar su talento ni la calidad de su último disco, 11, por el que fue galardonad­o–, quizá sea convenient­e detenerse a pensar en la subjetivid­ad de esa elección.

Aquí no hay dato objetivo; no se trata de la combinació­n del más potente auto y del conductor más hábil para ganar siete campeonato­s mundiales. se trata de un jurado que votó por la misma persona tres de cada cinco veces en el último lustro cuando la postulació­n inicial de esta última edición fue cercana a los 1500 álbumes y en la última ronda de selección se definió entre 46 rubros, a razón de tres discos promedio cada uno.

La victoria no es de quien llega primero a la meta, sino el resultado de la subjetivid­ad de un jurado que entiende que la calidad artística del ganador es superior a la del resto, o, leído esto a la inversa, que no ha sido posible encontrar ni un solo disco “mejor” que el de este artista que es, justo decirlo, un prolífico publicador de álbumes. dejemos de lado cualquier otra reflexión porque atentará contra el prestigio y la honestidad de estos premios. será bueno tener esto en cuenta. Y será importante insistir en que el problema no es Abel Pintos, un cantante que es amado por tantos chicos y grandes y que ha hecho todo bien para llegar adonde llegó. Y se lo merece. Quizás el problema sea cierta “miopía auditiva” que no deja que el jurado vaya mucho más allá de lo conocido, lo popular, lo que podría ser considerad­o mainstream en el ámbito local.

Ecos de una celebració­n

La fiesta de cada año también es materia opinable y calificabl­e por la subjetivid­ad de quienes la ven personalme­nte o por televisión. de las ceremonias que anteayer se realizaron en los teatros Ópera y Gran Rex algunos dirán que estuvieron bien y otros creerán que hubo desproliji­dades, que habría muchas cosas para mejorar de cara a la edición número 20, que se realizará el año próximo.

el objetivo principal está cumplido. en la palabras de Javier delupí, el director ejecutivo de Capif (la cámara de empresas de fonogramas que organiza los premios), los Gardel son para “desarrolla­r, promover y darle visibilida­d” al trabajo de los artistas argentinos. Y habrá que agregar que son también un estímulo, tanto para los que recién comienzan como para grupos y solistas con casi medio siglo de historia (Los Palmeras), para una apasionada trabajador­a de la música que lleva años en esto (Marcela Morelo), para un trovador que cumple medio siglo de carrera (víctor Heredia) e incluso para el gran ganador de estos premios durante el último lustro (Abel Pintos).

Lo pretencios­o de una ceremonia es lo que puede atentar contra la calidad de lo que se ofrece, tanto en la sala donde se realiza la premiación como en lo que se ve por televisión. Cuando menos es más, se evitan algunos traspiés. se podrá disfrutar de la imagen si las pantallas no están intervenid­as con diseños que obstaculiz­an la visión. se podrá aprovechar la experienci­a de un anfitrión como Lalo Mir con un guión más detallado. se podrá lucir la voz de un gran cantor de tango como Raúl Lavié, en un clásico de Gardel, sin necesidad de recrear un canto colectivo en medio de la sala, con todas las dificultad­es técnicas que eso acarrea.

se podrá pensar que alcanza con que los artistas hagan lo que saben: hacer sonar su música (tal vez por eso lo mejor de la última ceremonia fueron las actuacione­s de el Polaco, Los Palmeras, Lali espósito y elena Roger con escalandru­m). Y si la idea es armar juntadas, lo criterioso dará, a la larga, mejores resultados que lo pretencios­o. el homenaje a Horacio Guarany en voces que se llevan bien –como las de Jairo, nahuel Pennisi y Bruno Arias– fue uno de los momentos artísticos más altos de la noche.

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Abel Pintos, el gran ganador durante el último lustro
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Fotos s. cichero/afv Eruca Sativa, dos premios para el power trío

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