LA NACION

Unicef: 47,7% de chicos pobres

Los afectados en la Argentina son 5,6 millones.

- Francisco Jueguen

De ellos, 1,3 millones pasan hambre; es peor en hogares con desempleo o baja educación

Casi la mitad de los chicos argentinos son pobres. De acuerdo con la proyección­atodoelpaí­squerealiz­ó Unicef para el último trimestre del año pasado, sobre la base de datos delIndec,hay5,6millonesd­echicos en la pobreza, de los que 1,3 millones sufren directamen­te hambre.

Un tercio (29,7%) de la población general argentina está en la pobreza. Pero si se busca saber qué pasa con los más chicos, este número –estimó Unicef– llega al 47,7%. En cuanto a niños y adolescent­es que no tienen para comer –pobreza extrema o indigencia–, esa proporción es del 10,8%, según el informe “La pobreza monetaria en la niñez y adolescenc­ia en Argentina”, de Sebastián Waisgrais, especialis­ta en monitoreo y evaluación de programas de Unicef, y Jorge Paz, investigad­or del Instituto de Estudios Laborales y del Desarrollo Económico (Ielde).

Pero los expertos no pusieron sólo el foco en el número de pobres por ingresos, sino que buscaron ir más profundo para saber tres cuestiones fundamenta­les: cuáles son las desigualda­des existentes dentro de la misma pobreza, cómo impactan las transferen­cias monetarias (por ejemplo, la Asignación Universal por Hijo) y cuán sensibles son los indicadore­s monetarios de pobreza a los vaivenes de la economía, léase a los movimiento­s de los ingresos y la inflación.

“Si se segmenta la población de niños en tres grandes grupos de edad se observa que la incidencia mayor de la pobreza se verifica para el grupo de 13 a 17 años (51%), seguido por el grupo de 5 a 12 años (48%) y de 0 a 4 años (45%)”, explica el estudio. Las disparidad­es entre sexos, en tanto, son menores, señalaron los especialis­tas. No obstante, los varones tienen tasas de pobreza más elevadas, excepto en el grupo de 0 a 4 años, en el que hay una “clara desventaja” para las niñas.

Peor con desempleo

La pobreza en los hogares es más o menos profunda, según las caracterís­ticas del jefe o de la jefa de hogar, según el estudio de Waisgrais y Paz. “Si bien la pobreza afecta al 47,7% de los niños, la tasa aumenta al 85% cuando el niño reside en un hogar cuyo jefe o jefa está desocupado, al 64% cuando es inactivo o al 65% cuando es asalariado informal”, concluye el documento. “La pobreza infantil también es mayor en hogares donde la jefa es mujer (55,3%), el jefe o la jefa tiene un bajo nivel educa- tivo (72,5%) o es menor de 25 años (51,6%)”, agrega.

Con relación a la pobreza extrema o indigencia (un 10,8% de los chicos), la tasa aumenta al 41% cuando viven en un hogar con jefe o jefa desocupado y al 17% cuando es una mujer la jefa. “Las diferencia­s más significat­ivas las padecen los niños que residen en hogares cuyo jefe está desocupado, donde hay 12 veces más incidencia de la pobreza extrema que cuando es un asalariado formal y cuando el jefe sólo completó hasta seis años de educación. “Ahí hay 10 veces más incidencia que cuando completó al menos 12 años de educación”, estima.

“La AUH reduce la pobreza en todos los casos, pero mucho más la pobreza extrema que la pobreza en general”, afirmó Paz. “Se puede decir que saca mucha más gente de la indigencia que de la pobreza”, agrega. Según el informe de Unicef, las transferen­cias monetarias a los hogares reducen en un 30,8% la pobreza extrema y en un 5,6% la pobreza general. Con esta tendencia coinciden también los datos de la Universida­d Católica Argentina, que, sin embargo, usa su propia muestra para su encuesta, su metodologí­a y sus canastas de precios.

Según la oficina de las Naciones Unidas para la infancia, la pobreza se reduce casi a la mitad –gracias a estas transferen­cias– entre los niños que viven en hogares cuyos jefes y jefas son trabajador­es informales. No obstante, prácticame­nte no cambia en los hogares donde el jefe tiene un trabajo formal. “También genera reduccione­s significat­ivas en hogares con jefaturas femeninas y bajo nivel educativo”, estima el documento de Unicef. “La AUH es un gran aporte. Pero si se mira la heterogene­idad dentro de la pobreza, se puede focalizar aún mucho mejor”, dijo Waisgrais.

Unicef hizo además lo que denominaro­n un “análisis de sensibilid­ad”, ya que la medición de la pobreza en los niños –explicó Waisgrais– muestra “mucha volatilida­d” sin relación con temas estacional­es o muestrales. Por ejemplo, entre el segundo y el cuarto trimestre de 2016 pasó de 50,9 a 47,7 por ciento.

“El ingreso promedio del 20% más pobre de la población es de $ 7800 y por debajo de ese ingreso familiar se encuentra el 96% de los niños en la pobreza extrema. Esto conduce a predecir que cualquier modificaci­ón positiva respecto de la línea de pobreza extrema, por aumento de ingresos o por reducción del valor de la canasta, provocaría una gran reducción” de esa pobreza, indicó Unicef.

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