LA NACION

Los recortes en salud pública, un punto de inflexión que achicó la ventaja de May

En la plataforma de la premier se incluyeron en mayo bajas de presupuest­o en algunas áreas

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LONDRES (De una enviada especial).– Al pie de cuatro escalones blancos está la explicació­n de por qué la primera ministra británica, Theresa May, perdió tanta ventaja para las elecciones de hoy ante un candidato tan improbable como el laborista Jeremy Corbyn.

Son los escalones que llevan al centro de atención y cuidados de Woking, un barrio de casitas en el sudeste de Londres. Gente de clase media que está en rebelión con May. “Esa mujer no tiene corazón”, recogió de quienes tienen la nacion allí familiares internados.

Allí se sabe muy bien cuándo empezó el desplome de la primera ministra. Fue el 17 de mayo pasado, cuando se supo que su plataforma electoral incluía severos recortes en la atención pública de enfermos y personas mayores.

Se lo llamó el “impuesto a la locura”, porque carga especialme­nte las enfermedad­es mentales. La idea es que el cuidado sea pagado por el bolsillo de cada uno y que si no hay dinero se apele para eso al respaldo de la casa familiar.

“No será necesario venderla mientras haya algún habitante vivo. Pero sí se generarán instrument­os de mercado para monetizar el activo”, fue el mensaje con el que se intentó calmar los ánimos. En una sola tarde, May se enemistó con tres generacion­es: abuelos, hijos y nietos. Los primeros, por necesitado­s; los segundos, porque tendrían que cuidar a sus padres, y éstos y los terceros, porque no heredarían nada.

Apenas arreciaron las críticas, May pasó del sincero –pero desafiante– “es responsabi­lidad del buen gobernante decir las cosas como son” con el que se redactó la idea a diluirla lo más rápido posible.

“¡Nada cambia!”, dijo. Pero la idea sigue allí y muchos desconfían, tanto de que perdure como de una líder que cambia de la noche a la mañana.

Toda campaña tiene momentos emblemátic­os. Si para May ése fue el que señaló el comienzo de su llamativo derrumbe, también fue el que marcó el impensado crecimient­o de Corbyn. Hasta entonces no se animaba a un debate público. A partir de allí, empezó a desafiarla. “venga señora May. Anímese a conversar. Seré muy educado con usted”, se burlaba.

Nada es eterno. Luego llegaron los papelones para Corbyn. Su ex novia y responsabl­e en el “gabinete en las sombras” de seguridad interior, la diputada laborista Diane Abbott, hizo agua en ese sensible terreno. “Este… este… A ver, espere”, se atajó una y otra vez cuando fue consultada sobre la lucha antiterror­ista o la contrataci­ón de policías.

Ayer, sobre la hora, Corbyn se vio obligado a reemplazar­la.

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