El romántico que adora el peligro
Marcelo Bielsa no habla inglés. Se detuvo ante una inscripción que le llamó la atención en el ingreso a uno de los vestuarios en el mítico Old Trafford. Y mucho más lo atrapó conocer su traducción: “No hay mejor medalla o trofeo que ser
aclamado por tu estilo”. Le pareció un resumen maravilloso entre la convicción por una propuesta y la valoración de su efecto. La nueva Argentina de Jorge Sampaoli persigue esas huellas: ponerse al servicio de una idea generosa y ser liderados por un técnico que aspire al esplendor.
“Quienes ejecutamos esta profesión no podemos permitir que se gane de cualquier manera”, sostiene Bielsa. Mucho menos en la selección argentina. Porque aunque el reduccionismo conceptual sólo contabilice los resultados, el orgullo por las cosas bien hechas desata una fuerte energía motivadora. Sampaoli sabe que el canal con el calor popular está bloqueado y quiere inspirar un romance. “Espero cumplir con las expectativas de la gente para que pueda reencontrarse con la selección”, aceptó apenas desembarcó. Llegó para llevar a la Argentina al Mundial de Rusia 2018. Pero también se propuso desafiar las tendencias, empujar los límites y devolverle al equipo un rostro reconocible después del vacío de Bauza.
Entrenar es convencer. A los futbolistas y al público. Con el potencial que gobierna, Sampaoli adora el peligro, cree en los riesgos y exige valentía. Siente que es el único camino que habilita a la grandeza. Un director técnico que hereda una mochila de frustraciones y una selección tambaleante en las eliminatorias bien podría sentirse satisfecho únicamente con ganar. Nada menos que ganar. Él no. Sueña con una hinchada orgullosa de su selección porque le parece una ofensa descartar las emociones.