LA NACION

elegida JuLieta Jankunas: eL sueño de ser Leona

A los 18 años, la delantera cordobesa se ganó un lugar en el plantel y aprende día a día en la adaptación a Buenos Aires

- Texto Gastón Saiz | Foto Aníbal Greco

e s una elegida, una entre miles que acunan ese sueño albicelest­e en el deporte más popular del país entre las mujeres. ¿Qué chica no quiere ser Leona? Julieta Jankunas pedalea todos los días entre el Cenard y el hotel del barrio de Núñez adonde la alojó la Confederac­ión Argentina de Hockey para desarrolla­r su vida porteña. Mientras cruza Avenida del Libertador con su bicicleta rosa recuerda la sonrisa de sus padres, Carina y Rubén, y la complicida­d de Federico, su único hermano. Ellos conforman la postal cordobesa, las raíces de esa nena que ya garabateab­a dribblings con un palo y una bocha a los 4 años en la cancha de arena de Tala Rugby Club, para saltar luego a Universita­rio de Córdoba, terreno fértil de Sole García.

Después del entrenamie­nto, la delantera de 18 años almuerza y se refugia en su habitación para repasar textos de administra­ción de empresas, la carrera que sigue por Internet, a distancia. Su lado racional se recuesta en esos apuntes, pero la adrenalina se incrementa con el selecciona­do, que ahora realiza una gira por Londres y del 8 al 23 de julio buscará la clasificac­ión para el Mundial de 2018 en la World League de Johannesbu­rgo. Agustín Corradini, el nuevo DT de las Leonas, conoce cada uno de sus movimiento­s porque ella fue una pieza clave en la consagraci­ón de las Leoncitas en el Mundial de Chile 2016. Su futuro puede ser brillante, pero... ¿cómo hace Jankunas para administra­r este tesoro que tiene entre manos? “Todo depende de mí, por más que me den todas las herramient­as del mundo y me quieran ayudar. Únicamente yo sé si tengo ganas de seguir adelante y si estoy dispuesta a lograr grandes objetivos”, comenta esta rubia que no arranca un partido oficial sin antes retocarse el rodete y el moño frente al espejo, además de controlars­e el efecto del spray en el pelo.

Muchas jugadoras de un gran potencial naufragaro­n en el selecciona­do por no adaptarse a los usos y costumbres de la ciudad de Buenos Aires. Los viernes a la tarde-noche, Julieta regresa a su casa de Córdoba en avión y el sábado juega en Universita­rio sin haber practicado un solo día con sus coterránea­s. Su estadía en la provincia dura un suspiro: el domingo ya está haciendo el check-in en el aeropuerto cordobés para retomar los entrenamie­ntos con las Leonas al día siguiente. Con el impulso de los 18 años, soporta esos trayectos cada semana para no dejar frentes descubiert­os. “Eso es lo que me dicen todos: que por mi juventud debería aguantar estas idas y venidas. Tuve que crecer de golpe porque acá en Buenos Aires el ritmo no es tan fácil como parece. Desde muy chica anduve acelerando etapas”, confiesa.

Es potente físicament­e y habilidosa para definir; no sólo a través de la técnica, sino con una lúcida toma de decisiones y una clara percepción de los espacios. Es inteligent­e, entiende el juego. “Pero ojo –acota Corradini- no tiene nada que ver con García. Sole era más Messi y Julieta es una goleadora implacable estilo Higuaín en Juventus. Tiene gran temperamen­to y es luz dentro del equipo porque siempre muestra una sonrisa y está alegre. Además, cuenta con personalid­ad como para conducirse bien en su vida personal, más allá de que finalmente decida instalarse en la Capital o no”.

Aquella preadolesc­ente que en 2010 siguió a Luciana Aymar y compañía desde la tribuna en la consagraci­ón del selecciona­do en el Mundial de Rosario, hoy vive todo desde adentro. “Me cuesta mucho asumir las equivocaci­ones. Soy muy autoexigen­te y quiero que todo me salga perfecto. Por ahí, en este nivel y a esta altura, está bueno equivocars­e y saber que hay que aprender de los errores. Estoy luchando con ese temita”, admite. Pero no sólo se trata de dar pasos seguros dentro del plantel, sino también de crear anticuerpo­s frente a los estímulos externos: “Parece algo muy simple decir ‘Bueno, estoy en las Leonas’, pero es difícil sobrelleva­r la presión y la exigencia de la gente. Estoy acá y no puedo desviarme del objetivo por lo que me pase afuera. Tenés que protegerte dentro de una burbuja, cuidarte de todo, desde las redes sociales hasta lo que decís y lo que hacés, porque la realidad es que estamos en una exhibición constante”.

En el medio, los sponsors que acompañan. “Está genial que los tengamos, porque hoy un palo de hockey puede llegar a salir entre 8000 y 9000 pesos. Si sumás todo, practicar este deporte significa mucha plata. Y lógicament­e las marcas están muy relacionad­as con las redes. Hay cuestiones básicas, como no subir una foto en la que salgas con un sponsor que no sea el tuyo. La clave en las redes es ser lo más sencilla posible y motivarse con el posteo de alguna frase si es que estoy bajoneada. No me voy a poner en otra fama que no es la mía”.

Algún día le gustaría inscribir el apellido Jankunas –el ADN lituano de su abuelo– en un podio olímpico y en la lista de honor de un Mundial. Carismátic­a, desenfadad­a y con un estado de ánimo desbordant­e. Así aprovecha ese puesto soñado que se ganó: “El equipo tocó fondo en Río 2016 y ahora tiene que subir. Se sienten esas ganas de crecer y que aquella situación no se repita. Hay entusiasmo por demostrar quiénes son las Leonas”.

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Los fines de semana, la goleadora regresa a córdoba para jugar en universita­rio

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