Un rompecabezas entre el sueño y la vigilia, fiel al estilo de Omar Pacheco
TEATRO. En Dashua, el talentoso director y dramaturgo indaga en la violencia contra la mujer para reflexionar sobre un tema de fondo que lo obsesiona: la locura
Carlos Pacheco PARA LA NACION
Hace más de una década que no estrena un proyecto propio. en ese lapso, no dejó de trabajar, menos aún de mantener su compromiso con la actividad teatral. el autor y director omar Pacheco estuvo muy abocado a la formación de un nuevo grupo en Buenos Aires y también a divulgar su técnica en el interior del país y en el exterior, mientras siguió de cerca la actividad que ya había sembrado en españa (en Zaragoza y sevilla).
Creador en los años 80 del Grupo Teatro Libre (GTL), decidió renunciar a muchas cosas en la última década. Hasta continuar dirigiendo proyectos comerciales que lo proyectaron al mundo desde otro esquema de producción, como sucedió con experiencias como Tanguera, Nativo, Caravan The Jazz. Hoy recuerda esos espectáculos con afecto, aunque asegura que en algún momento se peleó con el teatro comercial y hasta con él mismo por modificar instancias de trabajo personales que lo habían posicionado muy bien dentro del teatro de investigación en la Argentina.
Quiso volver a su espacio, la sala La otra orilla, en el barrio de once, y desde allí retomar su camino original. en el último año repuso La
cuna vacía, su última obra, de 2006. Y no solamente recuperó su público, sino que también conquistó a jóvenes espectadores para quienes su marca resultaba un dato ligado a la renovación dentro de la vasta producción escénica contemporánea.
Radicado en los estados unidos y luego en Brasil durante la dictadura militar argentina, en ambos países amplió su formación profesional. de vuelta, comenzó a insertarse en la movida de los años 80. entonces el teatro exponía estructuras fragmentadas y se cruzaba con el circo, la música, la danza y la performance. nuevas tecnologías posibilitaban la construcción de potentes imágenes.
Obsesiones (1988) y Sueños y ceremonias (1989) fueron dos experiencias que abrieron un campo de exposición de gran intensidad. omar Pacheco definió allí dos constantes que mantendría: por un lado, la necesidad de contar con un grupo que expresara un sostenido compromiso con la tarea teatral; por el otro, encontrar una dinámica que le posibilitara trasladar al espacio escénico sus obsesiones, sus sueños o, en más de una oportunidad, sus pesadillas. Le siguieron Memoria (1993), Cinco puertas (1997),
Cautiverio (2001) y Del otro lado del mar (2005). una estructura similar contiene cada uno de esos proyectos: espacios despojados, intérpretes que con sus acciones van dando forma a una trama fragmentada, reelaboración de objetos cotidianos, escenas que se reiteran. La luz y la música son elementos indispensables para reforzar esas dramaturgias de palabras ausentes.
estos mismos valores están presentes en Dashua, con María Centurión y valentín Mederos. “una obra que está hundida en la propuesta estética/narrativa que me caracteriza. Construimos un metalenguaje especial. el punto de partida es la violencia, la violencia universal, pero también una historia de roles que se desarrolla entre lo onírico y lo real. el eje es la violencia contra la mujer, un tema que nunca pude entender. el telón de fondo es la locura.”
–¿También carece de texto?
–el texto tiene que ver con los fonemas, con la construcción musical que requiere ese cuerpo en el espacio. Los intérpretes saltan, juegan con los objetos de una manera extraordinaria. Algo que en un diálogo normal no sería posible. Hay tensiones que se van creando en la fragmentación de un tiempo que se altera. en el final, todo empieza a tener un sentido. Al comienzo cuesta ordenar ciertas ideas. es el rompecabezas que siempre propongo. es la causalidad suspendida. Pasa algo, lo dejo instalado, luego parece que se olvida, pero más adelante lo retomo y desarrollo, y finalmente tiene una justificación.
–Después de ver tus espectáculos uno se queda con la sensación de haber compartido un sueño muy convulsionado. ¿Cómo comenzás a crear?
–A la noche aparecen mis propios fantasmas, como te sucede a vos, a todo el mundo. imágenes que me están contando algo que debo empezar a trabajar con cierta obsesión. Asoma una idea matriz y luego debo encontrar una estética narrativa. A veces es más operística (La cuna vacía), en otras aparecen escenas más circulares (Del otro lado del mar). en
Dashua hay un juego que tiene que ver con lo fantástico, con la recreación de qué es lo real y qué lo irreal. Qué atormenta de sí mismo a un torturador y cómo niega esa situación de repente. La historia de ella es la de alguien que está atravesada por la religión y va peleando con su mundo interior. sin la grosería de la violencia explícita. Éste no es un trabajo paragente que busca entretener se, sino para aquellos que puedan decir: “me sacaron de lugar, no sé dónde estoy, qué tiempo transito”.
–La ausencia, la violencia, la muerte, lo sagrado, son temas recurrentes en tus obras...
–Busco una temática que sea universal, que hable del hombre, no de una coyuntura. Cuestiones que tienen que ver con lo medular. si la muerte está con nosotros ahora, en este diálogo, yo puedo trabajar esa muerte porque la soñé y no es una señora con una hoz. Me preocupa la vida. La he tomado muy en serio, desgraciadamente. Hay belleza en el horror y quiero rescatarla. vivo casi por casualidad, mis amigos están casi todos muertos. Tengo que hacer un canto a la vida. es una experiencia fascinante.