El universo y las máquinas de un Da Vinci del siglo XXI
TECNÓPOLIS. En el “circo mental” de Johann Le Guillerm, ciencia, físico y poesía se encuentran para crear una serie de objetos inesperados
Al principio, todo era elasticidad y madera, noble y rústico material de construcción. Madera, materia prima de unas máquinas que crean en el centro de esta escena engranajes de ideas o formas de mirar al mundo. Así funciona la fábrica poética del atlético Johann Le Guillerm, suerte de da vinci del siglo XXi, un artista difícil de clasificar, pero que en su espectáculo Secret (Temps 2) se comporta más bien como un alquimista.
Con inquietud de científico, arquitecto y poeta, el francés llegó a Buenos Aires por segunda vez con este obsesivo unipersonal de circo contemporáneo donde nada es lo esperado para una carpa de circo común (excepto la carpa). en este caso, su domo, fletado de origen con cada una de las piezas que componen la puesta, aterrizó en el corazón de Tecnópolis. en el interior de esa esfera imperan un tiempo y un espacio a los que entregarse, con paisajes, personajes y pequeñas historias peculiares.
Las indagaciones sobre el universo y la materia que Le Guillerm viene haciendo tienen como respuesta, por un lado, un lenguaje físico –una gramática de movimiento– que sigue los parámetros –o léxicos– de los inventos que expone en una muestra ad hoc. en cuatro salas, Les imperceptibles, Les imaginographes, L’Observatoire y La Motte, se monta una suerte de laboratorio que apela a la curiosidad del público y ofrece una experiencia que vale por sí sola, aunque sea recomendable y hasta complementaria de la performance, pues muestra la cocina (la investigación) del artista.
dado en llamar por el propio Le Guillerm –malabarista, prestidigitador, creador de objetos y quién da más– “circo mental”, su trabajo enlaza ciencia y poesía a través de los cuerpos –el suyo y el de las cosas con las que interactúa–. una ola de tablas de madera que el artista barrena a pura fuerza de piernas bien puede verse como una montaña de dificultades para escalar a solas con una soga. Y así como en esa escena inicial todo es fisicalidad –fuerza, equilibrio, postura–, acto seguido una hoja en blanco puede transformarse en un ave de papel que se mueve con la decisión e intención de un ser vivo… hasta que ya no lo está. estos dos ejemplos contrapuestos alcanzan para ilustrar que el francés no es un simple virtuoso capaz de doblar una barra metálica hasta convertirla en una espiral a la medida de su cuerpo. en Secret (Temps 2) la relación entre música-silencio y la tensión permanente que el espectáculo genera es tan protagonista como la luz o el cuerpo del intérprete (que tiene, además, las propiedades de una balanza o de una regla para la creación de esas máquinas a la vista de todos).
Los pies –las botas, esas botas– del impávido Le Guillerm, por momentos tan animal a pesar de toda su racionalidad, son un espectáculo aparte.