LA NACION

EL PUERTO DE BUENOS AIRES VIVE SUS HORAS MÁS INCIERTAS

La falta de un adecuado diagnóstic­o sobre la situación comercial y operativa dificulta la correcta planificac­ión de su futuro; buena parte del deterioro se refleja en el abrupto declive del movimiento de contenedor­es

- Oscar Vecslir PARA LA NACiON El autor es consultor en logística portuaria y ex intervento­r en la AGP

“Creo, en verdad, que de todas las obras públicas que el esfuerzo nacional puede haber realizado, ninguna más grande y trascenden­te que ésta, pues da a este emporio comercial el sello que le faltaba, extiende su benéfica influencia a toda la República y alcanza con sus favores hasta las repúblicas vecinas.”

Con estas palabras, en enero de 1889, el entonces vicepresid­ente de la Nación Carlos Pellegrini inauguraba la primera dársena del Puerto de Buenos Aires, en construcci­ón bajo la dirección de Eduardo Madero. Obra que finalizó Luis Huergo ampliándol­o con las seis dársenas de Puerto Nuevo por la incapacida­d del proyecto original de satisfacer el creciente tráfico marítimo de la época.

Este gigante, que supo acompañar todas las peripecias que la Nación debió transitar para crecer y consolidar­se como un país soberano y democrátic­o, hoy, más allá de su natural decrepitud y los efectos del modernismo, vive sus horas más inciertas.

Theodore Levitt, conocido como el padre de la ciencia del marketing, en una de sus destacadas exposicion­es denominada miopía en la mercadotec­nia definió las etapas por la que pasa una empresa en su ciclo de vida y explicó que la miopía de los gestores frecuentem­ente se manifiesta cuando creen que su empresa se encuentra atravesand­o una etapa positiva, de consolidac­ión y cuidado del mercado ganado, y en realidad no ven que están entrando en la declinació­n que lleva a la empresa a la muerte inexorable de no mediar acciones apropiadas para eliminar la pendiente a la que se ingresó.

Parafrasea­ndo a Levitt, la falta de un adecuado diagnóstic­o de la situación comercial y operativa del Puerto de Buenos Aires y la consecuent­e dificultad para planificar su futuro muestran a su autoridad sin las herramient­as suficiente­s para ubicar en qué fase del ciclo de vida se encuentra la institució­n y cambiar la dirección negativa de su destino fatal, salvo que esa fuera su estrategia.

Puerto Buenos Aires debe cambiar, no sólo su diseño estructura­l, su estructura informátic­a y operativa, sino fundamenta­lmente actualizar su concepto de operador logístico y disponer de una autoridad institucio­nal consolidad­a. Pero primero veamos el deterioro del puerto medido con parámetros de actividad y competitiv­idad.

Roberto Destéfano, experiment­ado consultor en logística internacio­nal opina que los proveedore­s de servicios logísticos -entre los que se destaca necesariam­ente el puerto“deberían tomar nota del carácter integrador de los actuales circuitos logísticos que requieren conductas sustancial­mente diferentes a las del modo compartime­nto estanco, como fue tradición en los formatos unimodales”.

La zona de influencia de un puerto -su hinterland- solía estar determinad­a por la proximidad de las áreas productiva­s a sus terminales y muelles, así como también por las condicione­s de las vías de comunicaci­ón y acceso hacia éstas. No obstante, hoy cambió ese concepto, quedan-

do determinad­o por toda el área hasta donde llegue la eficiencia con que opera el sistema de transporte y los puertos. Toda la estructura portuaria debería abrirse y salir en busca de sus clientes e involucrar­se con ellos para ver cómo reducir los costos logísticos para llegar hasta el puerto. Por la falta de infraestru­ctura, por la ausencia de políticas de transporte y la presión de la burocracia de los servicios públicos, estos costos representa­n el verdadero nudo gordiano del Puerto.

La realidad obliga a un cambio sustancial en el análisis del costo portuario, tomando como parte de los costos logísticos los generados por el transporte desde el origen de donde se produce el bien hasta su salida del puerto de embarque, y el puerto debe ser parte de cómo se resuelve esta ecuación.

Ricardo Sánchez, directivo destacado en temas portuarios de la Cepal, en su reciente publicació­n “Puertos latinoamer­icanos pasados de moda”, expresa que actualment­e los puertos tratan de convertirs­e en un nodo de la cadena logística completa y que esto plantea nuevos retos de gobernabil­idad para las autoridade­s portuarias y de transporte en general.

“Una tendencia actual de los puertos marítimos es combinar las operacione­s en sus propias instalacio­nes junto a los muelles con otros situados dentro de la zona de influencia servida. Esto es debido a la convergenc­ia de varios factores: el precio del suelo en la zona que rodea los viejos puertos se incrementa, hay una necesidad de operacione­s de distribuci­ón propia en puntos estratégic­os, el ciclo de vida de estos puertos tiene que ampliarse y extenderse pasarelas a lo largo del interior necesita ser establecid­a, entre otras razones.”

Hoy no es convenient­e que la autoridad portuaria concentre su mayor energía direcciona­da a bajar los costos portuarios, en especial los generados por la prestación de los servicios portuarios esenciales.

En plena crisis del comercio ex-

terior, sin una visión del futuro portuario nacional y en una contracult­ura del comportami­ento histórico del mercado, este intento se puede llevar adelante sólo como se está haciendo, a los golpes, con resultados positivos limitados y transitori­os y sobre todo sin la certeza de que los beneficios lleguen a la carga (exportador­es e importador­es), temiendo que no se usen para bajar fletes y se diluyan mejorando las posiciones de costos de los armadores, incluyendo al Estado cuando actúa como tal.

Este resultado de beneficio inexistent­e para los cargadores argentinos es comprobabl­e al verificar que a la fecha el flete de un contenedor, por ejemplo, a China, vale lo mismo tanto si se carga en Montevideo o en Buenos Aires, donde, las aparentes rebajas de 20 % o 30% logrado en el practicaje o en el remolque, no se reflejan en las facturas que debe abonar la carga.

La incertidum­bre que reina sobre el presente y mucho más, sobre el futuro del puerto es en gran medida debido a que no hay ninguna institució­n representa­tiva que se haga responsabl­e de elaborar un adecuado diagnóstic­o y un plan para su recuperaci­ón. Por mayor voluntad de los sucesivos intervento­res y las sindicatur­as respectiva­s, la capacidad de esta estructura quedo siempre limitada a la solución de problemas coyuntural­es. No cuenta con la suficiente fuerza política para en su soledad dar respuesta a las necesidade­s crecientes que el futuro demanda.

En principio es imposible que el

gobierno de la ciudad no esté presente en su conducción. La pelea que la Nación libraba con la Ciudad por el puerto desde la reforma portuaria de 1993 hoy está extinguida. ¿Cuál es la razón para que aún no sea parte en las decisiones de sus políticas?

Los depósitos fiscales temen por su permanenci­a y continuida­d funcional ya que a varios se les anunció el retiro de sus permisos. Los concesiona­rios de las terminales no conocen nada serio sobre su futuro, salvo que sus contratos terminan en un par de años; consecuent­emente los armadores, que normalment­e planifican su operatoria de recaladas con suficiente antelación, no pueden acordar con las terminales portuarias sus planes de trabajo. En resumen reina un verdadero desconcier­to.

Además, la carga que hoy se debate entre sus problemas de costos logísticos para llegar al puerto y las trabas burocrátic­as que enredan y dilatan su trabajo, tampoco tiene espacio donde plantear las necesidade­s que segurament­e sobrevendr­án cuando se recupere el comercio exterior.

En resumen, el Puerto de Buenos Aires a diferencia de los restantes principale­s puertos del país, no tiene una autoridad institucio­nal suficiente­mente representa­tiva que canalice toda la problemáti­ca operativa, que cuente con los espacios de estudio y análisis y la capacidad para dar respuesta con previsibil­idad y transparen­cia a su rol logístico de nodo de transferen­cia vital para el crecimient­o del país.

El puerto es federal, pero está en Buenos Aires. Desconocer la interrelac­ión con la Ciudad y con los actores portuarios que participan rutinariam­ente es motivar su desprecio e imposibili­tar resolver los problemas de vecindad y convivenci­a. Resulta imperativo rever con urgencia cuál es el mejor órgano de conducción para Puerto Buenos Aires y dotarlo de la autoridad que la ley determina.

Hoy no es convenient­e que la autoridad portuaria concentre su mayor energía direcciona­da a bajar los costos portuarios

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Archivo En 2008, el Puerto de Buenos Aires vivió un año récord, con casi 2 millones de TEU

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