LA NACION

Pablo Massey, el deportista

Siempre cerca de la cocina, Pablo Massey lleva una rutina colmada de aire libre. Todo el tiempo entre el mercado, el campo, el tenis y los viajes.

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Es una radiante mañana otoñal, de esas que a Pablo Massey le gusta disfrutar en el Lawn Tennis Club. “Cada vez que vengo, me admiro de lo lindo y del privilegio que es tener un lugar así. Es todo verde, es grande, la vista no tiene un freno. Me descansa mucho”, cuenta sobre su rutina tenística que respeta religiosam­ente dos veces a la semana. “Me encanta cuando no hay gente, ahí aprovecho y me quedo un rato después de jugar”, describe. La actividad física lo acompaña todos los días, pues hacer ejercicio es lo primero que hace por la mañana. Gimnasio, running, aparatos y natación son sus elecciones más frecuentes. “Me hace mucho bien empezar el día así”, dice. La jornada continúa en el Barrio Chino, que el chef frecuenta en busca de inspiració­n. “Hoy es un buen día, hoy entran pescados”, anuncia, ansioso. Probableme­nte compre alguno y lo lleve a La Panadería de Pablo para idear algo junto con Rodrigo Da Costa, el jefe de cocina.

El mercado también es escenario de su amistad con el Zorro von Quintiero, allí comparten charlas y planifican la próxima aventura. La dupla se ha encontrado en Miami, Nueva York, Londres, y este año tiene la mira en Italia. Un gran viaje que hicieron juntos fue a la capital británica, para el concierto por el 50° aniversari­o de los Rolling Stones en el O2 Arena. “El estadio es una cosa fuera de serie y el palco al que nos invitaron fue un privilegio total. Una experienci­a verdaderam­ente espectacul­ar”, recuerda. En lo que a vacaciones respecta, la bici es protagonis­ta. “La última pedaleada buena que hice fue en París: todo por Champs-Élysées y Bois de Boulogne hasta la Fundación Louis Vuitton. Nunca pensé que iba a ver algo tan increíble como ese edificio. Un programón”.

Y cuando el tiempo se lo permite, la escapada predilecta es el campo. Su compañera campestre más fiel es su hija Juana. “Es una fanática, me acompaña a buscar huevos al gallinero, salimos a caminar, vamos a ver los caballos, andamos en bici”. A Pablo le encanta manejar y a ella, viajar con su papá, por lo que son una buena combinació­n rutera. “Juana es muy entusiasta, le gustan muchas cosas”, describe. La pequeña de 13 años es habitué de La Panadería, donde se instala, sola o con amigas, a comer, estudiar o simplement­e estar con su papá. Les gusta ir juntos al Malba y opinar sobre las obras expuestas. “La escucho mucho, valoro su punto de vista”. Con su mamá, sus hermanos y sus sobrinas también tiene mucho contacto, y para el clan Massey el campo es el lugar de encuentro. Los programas sociales y con amigos son otra asiduidad, aunque volver a su casa siempre es una excelente opción. “Me gusta llegar al final del día y cocinarme algo”, explica.

A Pablo se lo puede encontrar todos los mediodías en su restaurant­e, adonde se lleva algún libro para hojear, de esos que tiene en la biblioteca y nunca llega a leer. “Paso mucho tiempo en La Panadería, es un muy lindo lugar”, asegura. Últimament­e ha volcado mucho de su tiempo libre en su segundo libro. “Me daba un poco de vértigo y superó mis expectativ­as, el proceso fue increíble”, cuenta. “Todas las veces que quise hacer un libro, no pude. Y cuando menos pensé, lo pude hacer”, concluye con una sonrisa.b

“Mi segundo libro me daba un poco de vértigo, pero superó mis expectativ­as”

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