LA NACION

El futuro del Brexit, nueva confusión británica

Las elecciones debilitaro­n los planes de May

- Silvia Pisani

LONDRES (De una enviada especial).– El escenario de fragilidad política que provocaron las elecciones del jueves pasado, con un gobierno debilitado al extremo, dejó a los británicos desconcert­ados con el futuro del Brexit. Mientras la premier Theresa May lucha por su superviven­cia en el poder, ya nadie cree que pueda imponer su plan de divorcio “duro” con la Unión Europea.

LONDRES.– “¡Mayday!¡Mayday!”, titulan los diarios británicos que, ni aún en plena crisis, pierden el humor. El juego de palabras entre la acorralada primera ministra Theresa May y el incierto rumbo del país expresa lo que muchos sienten: se está poco menos que ante una emergencia. Una situación tan anómala que no son pocos los que consideran que, a esta altura, hablar de cómo encarar el Brexit –la salida del país de la Unión Europea (UE)– es casi una frivolidad.

“No sabemos si tenemos gobierno. Mucho menos podemos saber qué haremos con el Brexit”, señaló George Riddon, de la London School of Economics, a la nacion. “Lo único que está claro es que el Brexit, tal como se lo imaginó hasta ahora, como una ruptura extrema, está muerto”, añadió.

La razón es clara. El escenario de fragilidad política que dejaron las elecciones del jueves pasado, con un Parlamento sin mayoría y un gobierno conservado­r debilitado al extremo, obligan a negociar internamen­te cada uno de los puntos en los que May pretendía ser dura. Entre ellos, poner límites al movimiento de personas a través de la frontera y rechazar someterse al sistema europeo de justicia. Para su plataforma, poner freno a la inmigració­n y manejar sus fronteras era vital. Hoy esa pretensión está en el aire.

“May convocó a elecciones convencida que de ellas obtendría un mandato claro para negociar con dureza. Lo cierto es que lo único que consiguió es no tener mandato alguno. ¿Quién negociará con un gobierno del que nadie sabe si se cae pasado mañana”, coincidió Joe Twyman, analista político de la encuestado­ra YouGov.

Gran Bretaña está en un mar de dudas en el que no puede permanecer mucho tiempo. De acuerdo con el calendario fijado entre las partes, las tratativas para el delicado proceso de divorcio deben empezar dentro de una semana, el 19.

“No es algo con lo que se pueda jugar”, dijo la canciller alemana, Angela Merkel, desde México. “Nosotros estamos listos. Los 27 miembros de la UE están listos. Esperamos que Gran Bretaña lo esté”, desafió.

Aquí, en cambio, nadie está seguro de nada. “No sabemos, siquiera, si el frágil gobierno de May resistirá las próximas 72 horas. Si pasa esa prueba de fuego, puede que empecemos las negociacio­nes el 19. De lo contrario, habrá que esperar”, dijo la analista conservado­ra Laura Perrins.

En el último año el Partido Conservado­r metió al país en un berenjenal del que no se sabe cómo saldrá. Algo impensable en esta geografía y difícil de digerir para buena parte de sus ciudadanos, cada vez más consciente­s del daño que pueden sufrir por una seguidilla de equivocaci­ones y errores de cálculo.

El desconcier­to es fruto de dos grandes desacierto­s políticos. El primero fue el del ex ministro conservado­r David Cameron, que convocó al referéndum para evaluar la salida del país de la UE convencido de que el resultado sería a favor de permanecer dentro del bloque. Pero el veredicto fue a favor de dejar la alianza. Fue el principio del tembladera­l.

El segundo error fue de May, que convocó a elecciones nacionales para obtener legitimida­d personal de cara al inminente comienzo de la negociació­n para acordar el divorcio con Bruselas y perdió.

“Es un pato rengo, sin mandato ni estrategia. ¿Cómo pretender una negociació­n de tamaña trascenden­cia en semejantes circunstan­cias?”, dijo a la nacion un diplomátic­o español familiariz­ado con el proceso de separación.

Para muchos, el castigo electoral a los conservado­res debe leerse en realidad como un repudio al Brexit. “Las elecciones fueron, de algún modo, un segundo referéndum” sobre la salida de Europa, y el resultado podría expresar que no hay satisfacci­ón con eso, expresó Riddon. Fronteras

El lapidario resultado abre dos abordajes para la inminente cirugía política. La primera es que ya no hay espacio para un divorcio total y absoluto, el “Brexit duro” que pretendía May, es decir una “frontera dura” con los demás países europeos.

Eso trae de la mano la otra gran resistenci­a de la primera ministra: el acatamient­o del Tribunal de Justicia de la UE. Si no hay “frontera dura”, es necesario amparar judicialme­nte los derechos de todos los ciudadanos, nativos o no nativos, y para eso hace falta el sistema europeo de justicia. Se trata de dos temas que May creía vitales y que ya están prácticame­nte desechados. Además, para aprobar cualquier legislació­n sobre el Brexit hace falta el apoyo del Parlamento, y hoy eso es un enigma.

“Es imposible que la Cámara de los Comunes que surgió de las elecciones apruebe el llamado «Brexit duro». Eso está muerto”, dijo Riddon. “Por mucho que alguien negocie, luego no será votado”, sentenció.

May ya no manda. Mucho de lo que pueda conseguir depende de lo que estén dispuestos a votar los diez legislador­es del Partido Unionista Democrátic­o de Irlanda del Norte (DUP), con el que selló una frágil alianza para gobernar en minoría.

Sin ellos, May no va a ningún lado y su líder, Arlene Foster, ya anticipó que no votarán un “Brexit duro”. Pero la segunda lectura que dejan las elecciones es mucho más desconcert­ante y refiere a una corriente de rechazo a la idea del divorcio en sí. Como si el año transcurri­do desde el plebiscito de junio pasado a las elecciones del jueves hubiese servido para entender realmente qué había en juego.

“Esto es algo que afecta a millones de personas. Ojalá que lo ocurrido en las elecciones sirva para traer un poco de sensatez”, dijo George Osborne, ex ministro de Finanzas conservado­r, enemigo acérrimo de May y uno de los tantos que ahora pisa el freno con la idea de la ruptura.

Muchos, de hecho, empezaban a preguntars­e si hay modo de volver marcha atrás con todo. Pocas veces se ha visto tanta torpeza junta.

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Justin tallis/afp Cientos de personas marcharon ayer por el centro de Londres para pedir la renuncia de May

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