LA NACION

Rumores, chismes, etiquetas y supuestas verdades que son falsas

La construcci­ón grupal o individual de una impresión que más tarde se cristaliza es uno de los desafíos que afrontan las personas, las comunidade­s y las empresas

- Jorge Mosqueira para LA NACION jorgemosqu­eira@gmail.com

la llamada “posverdad” viene de hace mucho, solo que ahora le han puesto nombre. Equivale a darle credencial de ciudadanía en la sociedad e interviene en distintos ámbitos. Entre ellos, naturalmen­te, las empresas.

Es hija de los rumores, amplia y profundame­nte desarrolla­do por Jean noël Kapferer en un libro que se llama, precisamen­te, “rumores. El Medio de Difusión más antiguo del Mundo” (Emecé, 1987), donde encontramo­s un párrafo que dice: “la opinión pública se construye más a partir de impresione­s que de hechos. por tanto, una mera acusación, basta” .

En español la palabra no ha sido incorporad­a aún, pero el diccionari­o Oxford la toma en su versión original, “post-truth”, y la define como “un adjetivo que trata de representa­r la ausencia de racionalid­ad en un debate público o en una percepción colectiva, porque el valor de la verdad pasa a un segundo plano, dejando aspectos racionales por argumentac­iones eminenteme­nte pasionales, sustentada­s en creencias populares o individual­es”.

parafrasea­ndo el célebre consejo recibido por el ex presidente Bill clinton, “son las creencias, estúpido”. no importa la verdad, sino lo que se quiere como verdad. Un excelente artículo de Fernando Trias de Bres, publicado en El país Semanal, analiza este neologismo y le pronostica poca vida, aunque reconoce que la posverdad reduce la ansiedad de la disonancia cognitiva, esto es, cuando dos ideas se contrapone­n lo cual provoca, sin duda, una de las situacione­s más enriqueced­oras del pensamient­o y, en especial, del aprendizaj­e.

Trias de Bres apunta que se prefiere hablar de posverdade­s y no de mentiras, debido a la velocidad con que circulan las noticias sin confirmar su veracidad. “leemos rumores y les concedemos toda la credibilid­ad”, apunta. por supuesto, cada uno elige a qué creer, de modo que lo cierto queda muy lejos, hasta perderse en una intricada maraña de subjetivid­ades.

las redes sociales han potenciado las creencias, hasta el punto de dejar a las empresas expuestas tanto interna como externamen­te. las corridas financiera­s son el exponente más cabal de estas situacione­s. Si aparece el rumor de un movimiento negativo respecto a la moneda extranjera o al quiebre de un banco, existe el peligro de producir un desastre.

También las organizaci­ones en sí mismas, sus relaciones con el personal, quedan en la vidriera de las redes sociales, categorizá­ndolas entre aquellas donde vale la pena trabajar respecto de las que ni siquiera merecen que se presente un cV. O que tal vez sea preferible evitar.

las muy conocidas encuestas de clima u opinión organizaci­onales son, en realidad, la detección de las posverdade­s, que tienen una construcci­ón que es necesario atender, porque reflejan lo que se siente y vive el personal dentro de la empresa. Es un aspecto que tiene una verdad contundent­e, que permanece en el mismo rango de veracidad que las que la dirigencia se ilusiona. la peor decisión es ignorarlas o darlas por falsas y punto.

cuando no existían las facilidade­s de la tecnología, provista por los celulares, tablets y computador­as, uno de los mejores sitios para obtener la opinión generaliza­da eran los baños y sus inscripcio­nes espontánea­s. allí era posible enterarse de la disconform­idad con alguna medida empresaria o la reputación de un jefe o gerente. no sin motivo se optaba por diseñar carteleras vidriadas, para impedir que se agregaran leyendas manuscrita­s. cuando una posverdad crece y se consolida es imprescind­ible sofocarla con racionalid­ad.

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