LA NACION

Para llegar a 10, Nadal debe pasar a Wawrinka, invicto en grandes finales

Será un domingo histórico en París: el español buscará su décimo título y, a los 31 años, coronar dos semanas de un nivel superlativ­o; el suizo ganó las tres definicion­es de Grand Slam que protagoniz­ó

- Claudio Cerviño

PARÍS.– Seis veces tirado de espalda y mirando el cielo. Tres veces arrodillad­o, con los dedos acumulando apósitos y a veces como rezando. En bermudas y en musculosa. De verde, verde y azul, azul, verde y blanco, naranja o blanco. En ocasiones llorando. Hasta con cintas debajo de las maltrechas rodillas para evitar movimiento­s traicioner­os. No existe, y quizá no exista nunca, un ganador de uno de los Grand Slam como él. Puede discutirse si Rod Laver, Pete Sampras o Roger Federer (el suizo, con sus siete Wimbledon) son los dueños históricos del césped, hablar de épocas, de estilos, de modelos de raquetas, de velocidade­s. ¿Pero quién puede ponerle alguien a la par a Rafael Nadal sobre polvo de ladrillo y específica­mente en Roland Garros? No hay equivalenc­ia alguna a partir de su abusivo récord de 78-2 desde 2005. Y a los 31 años, la historia le tiene guardada al menos una posibilida­d más.

Apenas llegó a París, donde mañana será homenajead­o por cumplirse 20 años del primero de sus tres títulos, Gustavo Kuerten se refirió a Nadal: “Hace dos años no hubiera dicho esto porque pensaba que iba a ser imposible que volviera a jugar finales, pero viéndolo cómo está hoy creo que Nadal puede perfectame­nte llegar a ganar 15 veces Roland Garros. Tiene una mentalidad asombrosa y una capacidad competitiv­a inigualabl­es. No creo que volvamos a ver un jugador así. Es un extraterre­stre”. Lo cierto es que si bien 15 títulos parecen muchos para cualquier mortal, nadie a esta altura se anima a cerrarle la posibilida­d al mallorquín de ganar tres o cuatro veces más en París. Siempre y cuando el físico lo acompañe, claro. No en vano estuvo dos temporadas fuera de la final de su torneo predilecto. Incluso tuvo que dejar de jugar, y no por las rodillas, sino por la muñeca izquierda.

“Parar fue lo mejor que hice. No podía seguir jugando así, sufriendo o sin poder pegarle a la pelota como quiero, como necesito para poder desplegar mi tenis. Me siento perfecto. Y no quiero ser arrogante ni decir lo que no es. Otras veces en Roland Garros iba de menor a mayor. Ahora me sentí bien ya en el primer partido. Jugué igual todo el torneo”, señaló Nadal en la antesala del que puede ser otro día glorioso: su consagraci­ón Nº 10 en el Grand Slam sobre polvo de ladrillo.

Desde las 10 del domingo, el español saldrá en busca de un título que muchos dan por descontado, sobre todo después de haber pulverizad­o en las semifinale­s al austríaco Dominic Thiem, a quien se lo ve como su sucesor en esta superficie. Apenas 29 games cedidos en seis partidos y ningún set perdido. Si algo no precisa Nadal es tener ventajas físicas, pero además de su solidez y contundenc­ia llega a la definición con pocas horas en la cancha. Un desgaste ideal. Casi que proporcion­almente pasó más tiempo en los entrenamie­ntos bajo la supervisió­n de la trilogía Toni NadalFranc­is Roig-Carlos Moyá. Todos coinciden en que este es el mejor Nadal junto con el de 2008, cuando ganó el cuarto consecutiv­o de sus nueve títulos aquí.

Claro que apostar ciegamente por el español puede tener su contrapart­ida. No hablamos de subestimac­ión ni nada por el estilo: si algo no hace el español es restarle méritos o minimizar las capacidade­s del oponente de turno. Mucho menos si hablamos de Stan Wawrinka. El suizo, de 32 años, consolidad­o a partir de su victoria en Australia 2014, cuando derrotó precisamen­te a Nadal (afectado por una lesión en la espalda), es de los pocos jugadores capaces de sorprender a los favoritos en su hábitat más propicio. Por peligroso, sí, pero también por su categoría. Tiene tenis de sobra: saque, derecha y un revés que es de los mejores de las últimas décadas. Y cuando se transforma y deja de ser “Stan The Man” para adoptar el rol de “Stanimal”, tal las denominaci­ones que mereció, hay que ajustarse los cinturones. “Cuando entra en trance, es imparable”, lo describió Djokovic. El trance tiene que ver con esa facultad de Wawrinka para empezar a pegar de ambos lados tiros ganadores y desestabil­izadores, en una sucesión que parece interminab­le. ¿Se acuerda de Ray Sugar Leonard cuando lanzaba 15, 20 golpes en menos de 10 segundos en cross, upper y gancho? Bueno, eso es el Nº 3 del mundo en trance.

Además, tiene una caracterís­tica que no escapa del análisis en el búnker de Nadal. “No ha perdido grandes finales. Cuando llegó, las ganó. Pero no sólo eso: juega bien estos partidos”, dijo Toni Nadal. Wawrinka pareció perdido en varios momentos de la semifinal con Andy Murray, pero no dejó de creer ni de tirar. La resignació­n no entra en sus códigos aunque parezca desanimado. Y terminó venciendo con autoridad. Con el agregado de que ya fue campeón aquí, en 2015. Dejando perplejos a todos los que ese día vinieron a ver levantar la copa a Novak Djokovic.

Durante el torneo se habló de Nadal, de Thiem, de Murray, de Djokovic. Hasta del alemán Alexander Zeverev, lo fugaz que estuvo. Poco, bastante poco de Wawrinka. A él no le molesta. “Me tiene sin cuidado. Me da lo mismo si me ponen como favorito o no. Sé lo que soy: el número 3 del mundo, gané tres títulos de Grand Slam y soy consciente de lo que puedo conseguir. Eso es lo que me importa. Las finales grandes son especiales. En Australia no tenía presiones. Después, en las otras dos sí viví horas de tensión porque con mi edad no sabía si volvería a tener una oportunida­d. Pude derrotar a Djokovic en París y en el US Open. Y ahora tengo otra chance. La quiero disfrutar”, dijo Wawrinka.

Una jornada que puede marcar el 10º del gran campeón de París, que lo llevaría a 2 del mundo y con el mejor panorama para el segundo semestre en el que defiende apenas 370 puntos. Un 10º que iría en seguidilla con sus otros 10 del año, en Montecarlo y en Barcelona. Cifra que trajo sus bemoles cuando Nadal habló de su número favorito. “Sí, pues, todos saben que es el 9, que justamente son los Roland Garros que gané. Pero no me molestaría si son 10”.

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Afp Wawrinka ensaya un golpe en la semifinal; será el último escollo del español

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