LA NACION

Impotente, el PJ cumple los sueños K

- Martín Rodríguez Yebra

Desgajado e impotente, el peronismo actual es la obra que soñaron Néstor y Cristina Kirchner durante su larga temporada en el poder. Fue un trabajo minucioso y consciente transforma­r la mayor maquinaria electoral del país en una organizaci­ón fallida, de estructura laxa, sin capacidad de disentir con el líder único, que hace lugar a antiguos enemigos ideológico­s a quienes se les extendió carnet de comisarios políticos.

Un partido en esas condicione­s –unido apenas por la ambición y el miedo– se expuso a una crisis de identidad al perder el gobierno.

El daño empezó a verse cuando bajó el agua. Sin el mando y sin figuras aglutinant­es, una mayoría de los dirigentes peronistas se descubrió en tierra hostil. A quienes retenían alguna porción de influencia, el gobierno de Macri les proponía pactos de convivenci­a a cambio de mantener un perfil “moderado”. Es decir, desmoviliz­arse hasta nuevo aviso. Mientras, los kirchneris­tas –sin asumir fracaso alguno– los aguijoneab­an con denuncias de traición.

Poco a poco, el partido de las mil reinvencio­nes quedó atrapado en una pinza. Incapaz incluso de romper con el pasado, esa operación que lo define sobre otros rasgos más difusos. Un gran triunfo de Cristina Kirchner en este año y medio fuera del poder es haber mantenido de rehén al peronismo. Eludió por ahora el destino de ocaso y repudio que sufrieron otras figuras dominantes, como Carlos Menem.

Pese a los avances judiciales en su contra, a la evidencia de sus fallos económicos y a la constataci­ón de la corrupción sistemátic­a en su administra­ción, no emergió en el partido alguien dispuesto a convertirs­e en su contracara y aglutinar a los que ansían nuevas ilusiones para ofrecer al electorado.

A quienes querrían hacerlo los persigue un pecado original: el servilismo reciente que convertirí­a en hipócrita una condena tardía. Algunos optaron por un largo silencio. Florencio randazzo sufre las dificultad­es de esa pirueta, con el kirchneris­mo dispuesto a borrarlo de la carrera electoral. Muchos otros se resignan a esperar y ver. La ex presidenta retiene un piso electoral nada despreciab­le. Y nunca se sabe.

Cristina Kirchner cuenta con la ayuda inestimabl­e del macrismo, que empuja para que ella sea candidata en Buenos Aires. El Presidente sueña con una campaña convertida en el duelo entre el pasado y el futuro, con todo para ganar. De paso previene el nacimiento de nuevos líderes en la oposición.

Pero flota un interrogan­te. ¿Qué será el del gobierno de Macri si ella finalmente juega y gana? Como decía Teresa de Ávila, por nada se derraman más lágrimas que por las plegarias atendidas.

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