LA NACION

CLAUDIO TOLCACHIR

EL AMOR A DISTANCIA EN TIEMPOS DE SKYPE

- Texto Jazmín Carbonell para LA nACion | Foto Daniel Jayo

En Próximo, el responsabl­e de La omisión de la familia Coleman indaga en las posibilida­des y limitacion­es de una relación a distancia, en tiempos de Skype y de hipercomun­icación; es su debut en el teatro oficial

L a “energía Tolcachir” se siente no bien se cruza la puerta de la sala del sarmiento. Hace tiempo que descubrió que si todos están bien, a gusto, los procesos son más ricos, más nutritivos. Con esa consigna parece manejarse, como si fuera su mantra. Y entonces puede pasar de su trinchera, la sala Timbre 4, al teatro comercial (Agosto, La chica del adiós y Ay, amor divino, esta última en cartel) viajar y montar una obra suya en italia, Emilia, con actores de allá, y ahora aterrizar en el teatro oficial. Y en todos los casos con la misma frescura que tenía cuando comenzó a pensar La

omisión de la familia Coleman, esa obra que no sólo marcó un antes y un después en su teatro, sino probableme­nte en el teatro argentino. ¿La fórmula? no la sabe ni quiere saber de estrategia­s para crear, pero la intuición es su punta de lanza.

el jueves estrenó por primera vez en el teatro oficial. Próximo es la sexta obra de su autoría. en ella, dos hombres, interpreta­dos por Lautaro Perotti y el español santi Marín, tendrán una relación profunda pero a distancia; la piel no estará en juego, o sí, pero de la manera más distante posible.

–Es la primera vez que montás un espectácul­o en el teatro oficial, ¿por qué no pasó antes?

–no me habían invitado antes y tampoco lo tenía en la cabeza porque las obras que escribo las pienso para Timbre 4 y las otras vienen como propuestas desde el circuito comercial. en este caso fuimos nosotros a proponerlo. Hacía tiempo que no escribía y, como siempre me pasa, primero tengo el elenco. Tenía el deseo de trabajar con Lautaro (Perotti) y santi (Marín) (ver recuadro) en una obra que se pudiera hacer acá y en españa. Con esa idea vinimos al san Martín a ver si cuajaba y nos dijeron que sí, que tenían este espacio y que nos ayudaban a producir. Y nos pusieron una fecha, que es lo que yo necesito para sentarme a escribir.

–Fue mucho más corto este proceso entonces.

–sólo dos meses. el 2 de abril llegamos todos a Buenos Aires, sin texto, improvisam­os, escribimos, improvisam­os, escribimos. una del ascosas que pudimos hacer porque estaba el san Martín en el medio fue tenerlo a santi dos meses acá. Así que fue un proceso intenso y divertido. Todos los días, de lunes a sábados, cinco horas, a toda máquina, dedicados a esto, pero pasándola bomba.

–¿Qué es Próximo?

–es casi un manual de las cosas que fui viviendo en la distancia. no me voy a quejar, está buenísimo, pero estás lejos. Hay miles de mecanismos para conectarse, muchísimos, que generan distintas cosas. de eso se trata la obra. esa sensación de cuerpo ausente que te va quedando. Al principio, cuando me iba, el skype me mataba porque tenía por un momento la sensación de que estaba en la cocina de mi casa y cuando se cortaba era terrible.

–En este caso en particular los dos personajes ni siquiera se conocen…

–exacto. elián está en españa, es un actor conocido, y Pablo, un argentino radicado en el exterior. desde la distancia construyen una historia de amor, crean un vínculo con alguien a quien no conocen físicament­e y, a miles de kilómetros, se va volviendo el vínculo más importante de sus vidas. Con las cosas que vi que se logran hacer aun a miles de kilómetros, como sostener un amor o intentar seguir la cotidianei­dad, la salud, el embarazo de alguien a través del skype, en un momento tuve esta imagen teatral: dos personas que en el escenario están juntas pero lejísimos, y tuve la certeza de que iba por ahí.

–Hay una constante en tu teatro que es la profunda incomunica­ción entre los personajes: en una oficina, como en el caso de

Tercer cuerpo; en una familia, como en La omisión de los Coleman, o como en Dínamo, que ni siquiera comparten el idioma. Aquí sucede lo contrario, están lejos, pero comunicado­s.

–sí, esta obra es diferente porque mi relación con el mundo cambió. siempre sentí que desde el teatro te- nía que bombardear para que haya conciencia de algo, de la responsabi­lidad: romper una “no mirada”. Y escribía en esa dirección, para volvernos responsabl­es del sufrimient­o del otro, de su dolor. Pero estamos tan mal como sociedad que esta vez tuve la necesidad de poner el foco en quien construye el amor. Me conmueve quien resiste en el amor.

–El de las redes es un tema muy actual, la simulación de ser alguien feliz, mejor que en la vida real…

–es algo que permite lo digital. ser otro, avanzar cuando no hay un compromiso físico, el histerique­o, que le pertenece al mundo de elián, que es un actor famoso. su relación con internet tiene que ver con la tranquilid­ad que le da no estar presente. Y con Pablo apareció esta idea, que la he conocido mucho del inmigrante (ya había aparecido en Dínamo), es tan dura y estás solo, lejos, todo el día trabajando para ganarte unos mangos y no sabés cuál es el sentido de todo lo que estás haciendo.

–¿Desde la distancia se terminan conociendo?

–Lo interesant­e es que uno cree que conoce al otro y por algún episodio te das cuenta de que no lo conocías y así lo conocés mucho más. La obra se plantea eso: parece que se conocen, que se llevan bien y de golpe toman otra profundida­d. es un plano de conocimien­to peligroso con relación a lo virtual. Yo conozco lo que subís, lo que decís en las redes, pero ¿te conozco de verdad? Tampoco quería criticar la relación virtual, sino, al contrario, contarla: si existe esta forma de comunicaci­ón que hace diez años no existía, se pueden dar historias de amor nuevas.

–Siempre insistís en que sos muy tímido y en que tenés miedo de que descubran que sos un farsante. ¿Te sigue pasando?

–es un miedo muy primario, de no saber si realmente sé hacer esto. Me considero en estado permanente de inquietud. el puntapié de una creación es una dificultad. en el caso de

Dínamo era cómo contar una historia sin texto; en este caso era cómo construir una relación sin que ellos se relacionen físicament­e.

–¿Siempre partís de una imposibili­dad?

–noto que una imposibili­dad me excita técnicamen­te. ¿Cómo se hace? ¿se sostendrá? Con La omisión de la

familia Coleman fue directamen­te ver si era capaz de escribir un texto. Ahí la inquietud era total.

–Decís que sos disléxico. ¿Pensaste alguna vez que te ibas a convertir en un dramaturgo?

–Cada vez que hago una obra digo: “Bien, ya casi se puede hacer un libro…”. (Risas.) sí me considero un actor, un director, un profesor, porque tengo técnica. sé que aunque esté perdido tengo de dónde agarrarme. Como dramaturgo no tengo técnica, tengo sentido común. Hice cursos de dramaturgi­a, pero hay algo que evidenteme­nte quiero que se mantenga en el mundo de la intuición.

–¿Es muy distinto trabajar en Timbre 4, que en el teatro comercial y en el oficial?

–sí, totalmente. en Timbre 4, si necesitás algo, vamos todos, somos un equipo. en el comercial, el problema puede ser el presupuest­o, pero una vez que acordás, las cosas marchan; y acá es un mundo de gremios y que si lo entendés y lo podés comunicar, es a favor. Yo ahora veo a los muchachos, a los que pintan, y me acuerdo de que me encantaba ver eso de chico, son los dueños del teatro. es muy difícil no emocionart­e con toda la gente que trabaja en un teatro. el otro día vinieron las chicas de zapatería y peluquería a ver un ensayo. Arrancamos, yo veía que se reían y eso ya fue hermoso, pero yo paraba para dar indicacion­es a los actores y en un momento me dicen: “Basta, Tolcachir, que queremos ver cómo termina”. Fue bellísimo porque estaban enganchada­s como espectador­as. es mentira que porque trabajes en un teatro como empleado perdés la pasión.

–Tuviste elencos de muchos países, ¿sentís que el teatro es como una lengua universal?

–sin dudas. en el caso de Emilia, que fue en italiano, no entendía lo que decían, pero me daba cuenta más rápido si la cosa funcionaba o no. –Estabas en Dínamo…

–Había algo que era música, no importaban las palabras, afinaban o no. en todos lados me encontré con actores felices de que se los dirija. Yo encuentro que todo el mundo se entrega a vivir una experienci­a, una comunicaci­ón, una comunión. Y el teatro es pura comunión.

–¿Es verdad que pensaban que eras autista?

–sí, me hicieron estudios porque tenía mucha dificultad para relacionar­me con los otros. no podía escribir bien las palabras. Todavía me ocurre, escribo la misma palabra de cinco maneras distintas en una misma carilla. no me dan lo mismo las palabras, la música, su sonoridad, pero no me acuerdo de cómo se escriben y en el colegio me iba muy mal.

–Te sentías sapo de otro pozo…

–sapísimo de otro pozo. Mis papás, siempre buscando, me cambiaron de colegio y empecé teatro en el instituto Labardén y lo que en el colegio era pésimo ahí era bárbaro porque inventar historias se valoraba.

–¿Vos les decías algo a tus papás?

–Que quería ser actor, y no entendían nada porque yo era la persona más tímida del mundo. Lo que pasa es que yo solo sí jugaba, inventaba cosas, escribía. escribía muy mal, pero tenía un lenguaje muy amplio porque leía ibsen desde chiquito. Mi mamá me encontraba dormido, con un libro de ibsen, sin amigos y armando títeres. un aparato. de golpe todo se destrabó. Yo me paraba en la puerta del Mariano Moreno con 16 años, pelo largo, y decía: “Quiero armar un grupo de teatro” y todos pasaban, pero seis venían. Y los seis ensayábamo­s. Y nos juntábamos los domingos en el parque Rivadavia y se entregaban a mí, que tenía pura pasión, pero nada más. Aprendí a dirigir con ellos.

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 ?? Daniel jayo ?? El director y autor, en la parte de atrás del Teatro Sarmiento, con el Zoológico de fondo
Daniel jayo El director y autor, en la parte de atrás del Teatro Sarmiento, con el Zoológico de fondo
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“No me habían invitado antes”, cuenta Tolcachir sobre ésta, su primera vez en el teatro oficial

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