LA NACION

Boca por fin celebró con sus hinchas

Los hinchas dieron su veredicto en cuanto a los merecimien­tos de la campaña; los goles del N° 9 le sirvieron a Boca 33 de los 63 puntos conseguido­s; indiferenc­ia con el astro que eligió China

- Rodolfo Chisleansc­hi

Debió esperar cinco días para festejar con su gente. Con los hinchas que desbordaro­n ayer la Bombonera y con sus familiares. Porque Boca ya era el campeón antes de la gran celebració­n. Salió al campo en medio del estruendo de los fuegos artificial­es, un show de luces y los gritos de la multitud. Mujeres, padres e hijos se unieron a los jugadores en la vuelta olímpica. Después, llegaron los ritos de siempre y el triunfo sobre Unión, que extendió la fiesta.

Boca le puso fin a su temporada como campeón en una calurosa celebració­n con sus hinchas

“¡¡Guillermo, Guillermo!!” “¡¡Pipa, Pipa!!” “¡¡Negro, Negro!!”... No hizo falta esperar el desfile final, el ingreso uno por uno de los integrante­s del plantel del Boca campeón 2017 para conocer a los verdaderos triunfador­es, a los que además de colgarse la medalla de un título abrocharon su estrella al corazón de la gente.

Las tardes de fiesta son solo relativame­nte tardes de fútbol. Sin tensión competitiv­a, sin nada en juego, sin la adrenalina que genera la incertidum­bre de un resultado, un partido se convierte en prolongado relax de 90 minutos, y acaba siendo mucho más útil para sacar conclusion­es, para poner la atención en los detalles y apuntar la mirada al futuro que para desgranar lo ocurrido mientras la pelota rueda sobre el césped.

Boca despidió el interminab­le torneo de 30 con un plácido 2-1 an- te Unión, el título bajo el brazo y todo el mundo más pendiente de las celebracio­nes que del encuentro en sí mismo. Nadie lo entendió mejor que la hinchada, menos activa que otras veces, sin el empuje habitual porque no era necesario y porque consideró más apropiado guardar las cuerdas vocales y las energías para el final, cuando llegara el verdadero festejo.

Así, el cierre de la temporada valió más por el “aplausómet­ro”, esa medida tan delicada para saber hacia dónde se inclinan las preferenci­as del hincha, que para analizar los movimiento­s de Gago, Pablo Pérez, Benedetto y compañía. Porque los aplausos, las ovaciones, los silbidos –y también algún estruendos­o silencio– también sirven de señales para aquellos que se dedican a tomar decisiones, ahora que se abre un período para comenzar a fraguar el siguiente reto del campeón, el desafío que ocupó el primer grito de la tarde, dos horas antes de la salida de los equipos, el que habla de “volver a Japón”, más allá de cuál sea la sede del Mundial de Clubes 2018.

La aguja del imaginario aparatito se sacudió desde temprano en la Bombonera. Con los Mellizos Barros Schelotto como primeros protagonis­tas, acaparador­es de la gratitud del hincha que reconoció en la pareja de técnicos a los principale­s responsabl­es de la alegría. Como en la parábola de los árboles y el bosque, las últimas fotografía­s suelen tapar el total de la película. Nadie recordó ayer en la Bombonera las duras críticas tras la derrota frente a Independie­nte del Valle, la prolongada falta de un estilo de juego definido o incluso las más recientes dudas que arreciaron tras la caída ante River hace apenas dos meses.

Guillermo fue y sigue siendo ídolo del club, tiene un crédito que otros no alcanzan ni a soñar, y se pudo permitir los errores, los traspiés, la posibilida­d del ensayo-error que muy pocos gozan en nuestro fútbol. El éxito ensancha el depósito de confianza hasta límites infinitos.

Dos “recién llegados” compartier­on el podio detrás de los Mellizos. Darío Benedetto marcó los dos tantos del triunfo ayer, extendiend­o su cifra anual a 21 goles que, si se toman en cuenta sólo los que brindaron a su equipo triunfos (ya sea por abrir los partidos o marcar el resultado final) y empates suman nada menos que 33 de los 63 puntos obtenidos. Por sus cifras, pero también por haber mostrado el carácter necesario para superar las sospechas, el mensaje para la dirigencia surgió nítido: “¡El Pipa es de Boca y de Boca no se va!”.

Las ovaciones para cada intervenci­ón de Wilmar Barrios no llevaban ninguna señal encriptada. El colombiano se metió al simpatizan­te xeneize en el bolsillo durante el primer cuarto de hora en el que se puso la camiseta, y la relación promete ser larga y pasional, como correspond­e a un volante central de sus caracterís­ticas. En cambio, era

interesant­e conocer el apoyo con el que cuenta Ricardo Centurión, con su continuida­d en el club en duda. El delantero, que apuntó para idolo en ciertos momentos, se retiró con tibieza de la cancha cuando fue sustituido después de una floja actuación y si bien recibió aplausos al final, nadie se rompió las manos para saludarlo. Es decir, no habrá mayores reproches si Daniel Angelici no se esfuerza en retenerlo.

Hubo gritos de apoyo para Gago, ovación para Fabra, redención para Pablo Pérez, frialdad para dos jugadores vitales como Pavón y Bentancur; algún silbido perdido para Vergini y Peruzzi; y un moderado agradecimi­ento para el resto.

Pero sobre todo hubo un silencio que sobrevoló la fiesta, desde bien temprano hasta el último repique de los tambores. Ni una palabra, ni un cartel, ni un mensaje, ni un gesto, ni un canto hizo mención a quien comenzó este certamen como capitán y buque insignia del equipo. Carlos Tevez estuvo mucho más que ausente en el festejo. Como si nunca hubiese pertenecid­o a este plantel, como si no hubiese sido el referente ni jamás lo hubieran elevado a los cielos luego de aquel 4-2 en el Monumental. Como si ya estuviera borrado del alma boquense. Y esto también fue un mensaje muy claro para quien quisiera escucharlo.

Boca dio la vuelta olímpica que merecía, cerró la temporada con un triunfo y festejó como debía. Empieza el tiempo de comprobar hasta dónde el “aplausómet­ro” también juega su partido.

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los jugadores festejan subidos al travesaño mientras los hinchas celebran dentro del arco; Boca cerró su temporada con una fiesta inolvidabl­e
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Fabián marelli
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Fabián marelli
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Mauro alfieri

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