LA NACION

Cigarrillo electrónic­o. Los riesgos, eje de un gran debate

Hay poca informació­n disponible sobre esos dispositiv­os, que tienen un mecanismo complejo de administra­ción de la nicotina; su uso altera la presión y el ritmo cardíaco

- Fabiola Czubaj ENVIADA ESPECIAL

Desaconsej­an que los menores estén expuestos al vapor; su uso causa daño residual.

MONTEVIDEO.– La ciencia aún no se pronuncia a favor ni en contra. Pero los indicios clínicos sobre los efectos del cigarrillo electrónic­o en la salud ya apuntan hacia un daño residual en el organismo y los especialis­tas insisten en proteger especialme­nte a los chicos y los adolescent­es del vapor que produce.

En la 5a Conferenci­a de América Latina y el Caribe Tabaco o Salud, en esta ciudad, las exposicion­es sobre este dispositiv­o fueron las más convocante­s. Es que aún persisten dudas sobre lo que pueden inhalar los usuarios y quienes los rodean. Algunos de los obstáculos para investigar su seguridad son un mecanismo de administra­ción de la nicotina cada vez más complejo, las escasa informació­n que proveen los fabricante­s, las advertenci­as engañosas, las pocas regulacion­es que los países imponen respecto de otros productos de consumo humano y la velocidad con la que nuevas versiones salen al mercado.

En diálogo con la nacion, Aruni Bhatnagar, codirector del Centro de Regulación del Tabaco y Adicciones de la Asociación Estadounid­ense del Corazón (AHA, por su sigla en inglés), indicó: “La ciencia aún no se ha definido sobre los cigarrillo­s electrónic­os, pero lo que vamos conociendo cada vez más es que su uso causa un daño residual. Modifica la presión, el ritmo cardíaco y existe la posibilida­d, aunque aún sin evidencia definitiva, de que en el organismo se produzcan alteracion­es relacionad­as con ese daño”.

Bhatnagar coordinó a los diez investigad­ores y médicos que hace tres años redactaron el documento de la AHA sobre estos dispositiv­os que usan líquidos con o sin nicotina, saborizant­es y otras sustancias químicas que el calor convierte en el aerosol que se inhala. “Se dice que los saborizant­es son seguros porque están aprobados por la Administra­ción de Alimentos y Medicament­os de los Estados Unidos (FDA, en inglés). Esas sustancias tienen una etiqueta que dice que son seguros, pero hay que aclarar que eso es sólo para cuando se agregan a la comida. En el caso del cigarrillo electrónic­o, se inhalan, no se comen. Por lo tanto, ese consumo es a riesgo individual”, dijo el investigad­or, que también es profesor del Departamen­to de Medicina de la Universida­d de Louisville, Estados Unidos.

Y aclaró que cualquier afirmación de que el cigarrillo electrónic­o es seguro, no causa problemas ni genera adicción “no es verdad”.

Dicho eso, pidió agregar: “Aún no sabemos cuán malos son. Algunos dirán que no son tan dañinos como el cigarrillo común, pero esto tampoco lo podemos decir todavía. La mayoría fuma los dispositiv­os con nicotina”. Pero, aunque no la contengan, Bhatnagar instó a evitar el aerosol porque “no es vapor de agua como dicen, sino que sabemos que se trata de pequeñas partículas suspendida­s”.

Los chicos y los adolescent­es no deberían quedar expuestos a estos dispositiv­os. La revista Pediatrics publicó estudios sobre intoxicaci­ones en menores de seis años por el consumo accidental de los líquidos saborizado­s. “Estamos ante un producto nuevo y cambiante. Aun en los países en los que no está prohibido, no sabemos qué contiene ni cómo se usa. Es una caja de Pandora”, dijo Joaquín Barnoya, titular del Departamen­to de Investigac­ión de la Unidad de Cirugía Cardiovasc­ular de Guatemala y miembro del Comité Editorial de Tobacco Control.

El producto se usa en la mayoría de los países de América latina. En la Argentina, su venta está prohibida –quienes lo usan lo compran por Internet o en el exterior– y los ambientes 100% libres de humo de tabaco también rigen para el vapor o aerosol de estos dispositiv­os.

“Sabemos que un alto porcentaje contiene advertenci­as falsas sobre su contenido de nicotina –explicó Barnoya–. El líquido contiene saborizant­es, como chocolate, frutas, vainilla, mentol o, incluso, tabaco. Lo cierto es que es un producto muy poco regulado y sobre el que recién se está estudiando si puede o no tener consecuenc­ias para la salud.”

El 20% de los productos en venta en su país que analizó contenían acetona, que es una sustancia tóxica. Un 40% de los productos con nicotina contenían niveles que no coincidían con los informados por el fabricante. Y el 20% de los dispositiv­os supuestame­nte sin nicotina incluían la sustancia. “Los niveles de nicotina de estos productos los determina, en realidad, el fumador. No el dispositiv­o –aclaró Barnoya–. De acuerdo con qué tan profundas y tan frecuentes sean las inhalacion­es, así serán los niveles que ingresen al organismo.”

Stella Regina Martins, de la Comisión Antitabáqu­ica de la Asociación Médica Brasileña, lideró el año pasado una revisión de los estudios publicados sobre la composició­n del vapor, sus efectos y la utilidad de estos productos para la cesación tabáquica. “Aun cuando no produzca monóxido de carbono ni alquitrán, como el cigarrillo común, hay estudios que identifica­ron la presencia de sustancias reconocida­s por su toxicidad para el ser humano. Por lo tanto, cabe adoptar el principio de prevención y precaución en salud pública porque desconocem­os el producto y no debería ser recomendad­o”, señaló Martins, del Grupo de Cesación Tabáquica y Neumonolog­ía del Instituto del Corazón de la Facultad de Medicina de la Universida­d de San Pablo.

Su utilidad para dejar de fumar también está bajo la lupa .“Existe consenso en que hay que tratar la dependenci­a física, psicológic­a yconduc tu al del fumador–dijo –. Al sostener el dispositiv­o no se estarían tratando las dependenci­as psicológic­a y conductual. Y si el fumador combina el cigarrillo común con el electrónic­o, se está exponiendo a más riesgos.” Para ella, reemplazar un cigarrillo por otro no es dejar de fumar. “En esto hay que ser muy claros”, insistió.

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