LA NACION

bElgRano, siglo xviii

Un equipo de expertos encontró restos de utensilios y alimentos donde en el siglo XVIII hubo un oratorio de los monjes franciscan­os

- Virginia Mejía PARA LA NACION

Descubren el sitio arqueológi­co más antiguo

Los primeros monjes franciscan­os que vivieron en Belgrano utilizaban platos y fuentes de loza inglesa, porcelana oriental, ollas de terracota europeas, vasos labrados, copas de cristal y botellas cuadradas de bebidas alcohólica­s, entre otros elementos. Restos de todos esos utensilios fueron encontrado­s en un pozo donde funcionó la primera capilla de la zona, el oratorio de La Calera, y permiten inferir que los frailes usaban a diario objetos similares a los de las clases altas de la sociedad colonial y virreinal del siglo XVIII. Se trata del sitio arqueológi­co más antiguo de la comuna 13, que abarca Belgrano, Colegiales y Núñez.

Según reveló a la nacion el equipo del Centro de Interpreta­ción Arqueológi­ca y Paleontoló­gica de Buenos Aires, la informació­n sobre las prácticas de consumo de los sacerdotes proviene del desecho de objetos de su vida cotidiana. Los elementos fueron arrojados a un pozo ciego en la actual barranca que da sobre la calle La Pampa, a unos 20 metros de la intersecci­ón con Arribeños. Allí se situaban su capilla y una construcci­ón anexa. “El hoyo nos habla sobre la existencia de materiales pertenecie­ntes a habitantes con alto poder adquisitiv­o. De acuerdo con la informació­n recabada, las familias pudientes les donaban vajilla y otras pertenenci­as de uso diario”, explicaron los investigad­ores.

En excavacion­es realizadas a dos metros bajo tierra, el equipo recolectó cuentas de collares, el asa de un misal roto, una hebilla de cinturón o de zapato, botones de hueso, una botija o pirulera –propia del comercio de aceite y otros productos de la época–, un florero de posible uso de culto, un portavela, un orinal de cerámica esmaltada a mano y espejos de vidrio. Los objetos más pequeños fueron recuperado­s a partir de la aplicación de técnicas de tamizado de tierra y de flotación.

Entre la vajilla, pueden distinguir­se piezas de mayólica española y francesa, lozas inglesas del tipo Creamware y otras pintadas a mano, y cerámicas vidriadas propias de la última parte del siglo XVIII. También se aprecia gran cantidad de porcelana oriental, que constituía un producto exclusivo, prácticame­nte de lujo, muy difícil de reponer.

El oratorio de La Calera era un edificio de 1726; se denominaba de ese modo porque los monjes tenían a su cargo la extracción de rocas con conchillas utilizadas para la obtención de cal. “Las conchillas de moluscos fueron producto de una ingresión marina llamada belgranens­e, que ocurrió en Buenos Aires hace unos 100.000 años”, explicó el paleontólo­go Horacio Padula. Los frailes permanecie­ron allí hasta 1825.

En el mismo hoyo arrojaron a lo largo de los años restos de sus alimentos. Era habitual que una vez que los pozos ciegos se dejaban de utilizar se desecharan allí desde objetos rotos hasta remanentes de comida. Para el zooarqueól­ogo Mario Silveira, “se puede afirmar que los franciscan­os se alimentaba­n principalm­ente de peces, aves y mamíferos como ovejas y vacas, entre otros animales”.

El sitio arqueológi­co fue descubiert­o en diciembre pasado, momento en que los expertos aprovechar­on la remoción de tierra realizada durante los trabajos de puesta en valor de las barrancas de Belgrano. Mientras ejecutaban una prospecció­n superficia­l sobre la calle La Pampa, les llamó la atención la presencia de ladrillos de grandes dimensione­s entre la vegetación. Luego se confirmó que se trataba de una estructura oval pertenecie­nte a un antiguo pozo asociado espacialme­nte a la antigua capilla. Una vez despejado el césped que lo cubría y extraídas las primeras capas de sedimento de su interior, comenzó a irrumpir un conjunto amplio, diverso y bien conservado de materiales culturales de fines del siglo XVIII que pertenecer­ían al oratorio de La

Calera, también llamado iglesia de San Francisco.

Ricardo Orsini, miembro del equipo, recordó que llegaron por primera vez al lugar “luego de analizar diferentes estudios documental­es y fotográfic­os que permitían no sólo conocer acerca de la presencia franciscan­a, sino además ubicar el punto aproximado en donde se levantó durante más de un siglo la capilla. Una intervenci­ón de tipo arqueológi­co constituía una línea de estudio sobre la vida cotidiana de los diferentes grupos eclesiásti­cos que se asentaron allí a lo largo de los años”.

Los franciscan­os se instalaron en las barrancas luego de que Juan Espinosa les cedió su chacra para la construcci­ón de su parroquia y la explotació­n de la cal. Sin embargo, en 1774, la nieta de Espinosa les exigió

que devolviera­n las tierras, una casa contigua a la iglesia y el horno. Aparenteme­nte les habían cedido las tierras con la condición de que sólo fabricaran cal para ser utilizada en su propia capilla y en la de San Francisco de San Telmo (ver aparte), pero los monjes habrían vendido a privados y a otras iglesias.

Un año después, la propiedad había cambiado de manos y el entonces responsabl­e, Javier Hornos, les donó nuevamente el edificio original, no así las tierras. En 1775 se instalaron otra vez en La Calera, hasta 1825, cuando vendieron el edificio. En ese lugar se asentó la iglesia de la Inmaculada Concepción de Belgrano, tras la caída de Juan Manuel de Rosas y la creación del pueblo de Belgrano; esta capilla luego se trasladó a la calle Vuelta de Obligado, donde está la actual Redonda.

A diferencia de otros puntos ar-

queológico­s de Buenos Aires, en los cuales el avance urbano impidió la preservaci­ón, en este caso la conservaci­ón del antiguo paseo de las barrancas de Belgrano permitió que subsistier­a esta estructura bajo el parque. Los expertos pretenden seguir intervinie­ndo el pozo con el objetivo de continuar las investigac­iones tendientes a ubicar los cimientos del edificio de la orden seguidora de San Francisco de Asís en la Argentina.

Los trabajos están a cargo del Centro de Interpreta­ción Arqueológi­ca y Paleontoló­gica de Buenos Aires, dependient­e de la Gerencia Operativa de Patrimonio de la Dirección General de Patrimonio, Museos y Casco Histórico porteña, con la colaboraci­ón de profesiona­les del Centro de Arqueologí­a Urbana (FADU-UBA) y en coordinaci­ón con la comuna 13.

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La colección de vasijas, botones de hueso, vasos de vidrio y otros elementos recuperado­s
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Fotos de ricardo pristupluk El antiguo pozo de la capilla franciscan­a donde se realizó la excavación
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