LA NACION

Rehenes del Caribe

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La reciente reunión de cancillere­s de la Organizaci­ón de Estados Americanos (OEA) en Cancún increíblem­ente no logró aprobar una resolución de condena del régimen autoritari­o que gobierna Venezuela a pesar del apoyo de 20 de los países miembros, los más poblados y significat­ivos de la región, incluyendo a los Estados Unidos, Canadá, México, Brasil y el nuestro.

Ante una situación venezolana realmente desesperan­te y violenta que ya contabiliz­a 75 muertes en represione­s, aquella mayoría se proponía aprobar una resolución que solicitara tanto la interrupci­ón de la perversa convocator­ia a una asamblea constituye­nte realizada por el presidente, Nicolás Maduro, como el respeto a las facultades de la Asamblea Nacional venezolana, dominada por la oposición.

La posibilida­d de que, como es tradiciona­l, un “grupo de países amigos” pudiera mediar para contribuir activament­e a solucionar la crisis venezolana se desactivó también.

La resolución se frustró inexplicab­lemente porque algunos países del Caribe, como San Vicente, Granadinas, Dominica y San Cristóbal y Nieves, votaron en contra, mientras que otros se abstuviero­n, tal como lo hicieron Haití, la República Dominicana, Granada, Trinidad y Tobago, y Antigua y Barbuda.

Desgraciad­amente, el desinterés de los Estados Unidos contribuyó a que lo antedicho sucediera cuando a último momento su secretario de Estado, Rex Tillerson, decidió no concurrir a la asamblea. Por esto, la presión adicional que su presencia pudo haber significad­o estuvo ausente y no se alcanzaron los 23 votos necesarios para aprobar la resolución.

Es posible que los mencionado­s países del Caribe hubieran actuado de la manera descripta para no dejar de percibir los subsidios de distintos tipos que reciben de Venezuela, su proveedor de petróleo crudo y refinado a precios financiado­s aún muy por debajo de los que rigen en el mercado.

El Caribe logró así tomar de rehén a la OEA. Esto debe tener un costo, no puede condonarse, porque varios de sus países miembros impidieron nada menos que la defensa de la democracia venezolana y la denuncia por los constantes atropellos a los derechos humanos y a las libertades civiles y políticas del régimen de Maduro.

Desgraciad­amente, el sistema de votación de la OEA demostró, una vez más, su ineficacia al dejar al organismo maniatado por una minoría de naciones que prefiere no tener en cuenta los principios que conforman la esencia misma de la organizaci­ón regional y cerrar los ojos ante las violacione­s de los derechos humanos.

Lo sucedido no debe hacernos perder de vista que los países más poblados de nuestro hemisferio rechazan mayoritari­amente el arbitrario despotismo y la violencia desatada por el régimen que gobierna a Venezuela.

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