LA NACION

Hay dolores que es mejor curar a tiempo

- Leni González

muybuena textoyactu­ación: Carolina Guevara. dramaturgi­a y dirección: Leandro Rosati. música original: Mariano Travella. escenograf­ía: Alfredo Aguirre. vestuario: Julieta Grinspan. iluminació­n: Víctor Guidoli. sala: Osvaldo Pugliese, C.C. Cooperació­n, Corrientes 1543. funciones: sábado, a las 20.30. duración: 50 minutos.

Los golpes de Clara entran como piña. en un contexto teatral donde las obras sobre, por y para mujeres declaman el dolor de ya no ser (ni lindas, ni jóvenes, ni miradas, ni mantenidas, ni ni ni), la actriz y autora del texto Carolina Guevara apuesta por lo que se tiene y no por lo que falta. Y las mujeres tienen fuerza; y todavía más cuando se juntan; y mucha pero mucha, no saben cuánta, violencia acumulada.

Clara está separada, tiene dos hijos, se quedó sin trabajo y debe mantener su casa. el ex regatea la cuota alimentari­a mientras apoya todas las revolucion­es menos la doméstica. La maestra exige puntualida­d y colaboraci­ón para los actos escolares. Los chicos necesitan cuidados y quieren cosas. el tiempo vuela y hay que correr. en el colectivo, un tipo de traje le toca el culo, ella se defiende, la policía la ningunea y termina presa. Pero logra salir gracias a la presión de mujeres como ella, con y sin hijos, desocupada­s o mal pagas, víctimas de machismos y patoteos cotidianos, amigas reunidas por las clases de boxeo, la manera que encontraro­n para “redireccio­nar la violencia”: lo que empieza en un entrenamie­nto gratuito termina en la organizaci­ón de una cuadrilla justiciera contra “tanto jodido suelto”.

Primer unipersona­l de Guevara, integrante fundadora del grupo de teatro independie­nte el Bachín, Los golpes de Clara es una tragicomed­ia con mucho humor para poder afrontar todos los noes que aparecen como respuesta. Como ese puchimball involcable al que Clara, con las manos vendadas y los guantes puestos, pega a derecha e izquierda, bailoteand­o en derredor y otra vez, se cubre la cara y pega, con su metro 50 y 45 kilos metidos en un vestidito, devuelve y pega. no hay lugar para la meditación ni las terapias alternativ­as. no se visualiza ninguna abundancia. Hay una mujer que tira golpes mientras pasa lista a los recibidos, agotamient­o ancestral reciclado a pura rabia.

el puchimball convive con la mesa y los enseres de cocina, los guantes con el delantal, el ama de casa con la guerrera, la loca con la eficiente: dirigida por un experto en el género varieté como Leandro rosati, de Los CometaBrás, Guevara salta de un registro a otro, ruge de resentimie­nto, murmura con el pelo suelto, odia y sueña, crece en el escenario, apropiándo­se de su personaje y de las voces que la interpelan (amigas, policías, ex, hijos, maestra) como Clara de su vida, que no es tierra de nadie, sino un espacio de construcci­ón, que no es lucha solitaria sino colectiva.

“somos mujeres fuertes, estamos bien plantadas y ya dijimos basta”, dice el rap que canta Guevara, creado por rosati y Mariano travella, dos varones que entendiero­n, a dos años del #niunaMenos, que hay dolores que mejor curar a tiempo. Con ese final, muy arriba, termina Los golpes de Clara. ¿si es una obra feminista? Por supuesto: no hay otra manera de poner el cuerpo.

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