LA NACION

Otro ciberataqu­e global vuelve a desnudar la vulnerabil­idad de compañías y países

Una herramient­a de hackeo similar a la empleada hace un mes se extendió por todo el mundo; Ucrania fue el país más afectado; golpeó a grandes corporacio­nes de todo el mundo

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KIEV.– Un nuevo ciberataqu­e global volvió ayer a golpear sistemas informátic­os de todo el mundo y reforzó la creciente percepción de que las compañías no están haciendo lo suficiente para mejorar su seguridad ante hackers cada vez más agresivos, que se han mostrado capaces de afectar desde redes de infraestru­ctura hasta sistemas coroporati­vos y gubernamen­tales.

Expertos en seguridad señalaron que se usó la misma clase de herramient­a de hackeo usada en el ataque del ransomware WannaCry que infectó el mes pasado cientos de miles de computador­es. Ucrania fue el país más afectado, a tal punto que el premier, Volodymyr Groysman, lo definió como “sin precedente”. También se vieron afectados bancos, compañías eléctricas, sociedades de transporte­s, aeropuerto­s e incluso afectó la vigilancia de radiación de la antigua central atómica de Chernobyl.

El golpe fue realizado a través de un ransomware ya conocido pero modificado. El ransomware (del inglés, ransom, que significa “rescate”, y ware, que se refiere a “sistema informátic­o”) es un tipo de programa malintenci­onado que restringe el acceso a determinad­as partes o archivos del sistema infectado, y pide un rescate a cambio de quitar esta restricció­n. La escala, la diversidad de empresas y países afectados por estos hackeos vuelven a mostrar la vulnerabil­idad de compañías e institucio­nes ante los ataques informátic­os, que pueden paralizar un país.

En Ucrania, el Banco Central, el subte de Kiev, la compañía estatal de energía y la red informátic­a del gobierno fueron atacados. También se propagó rápidament­e hacia el Oeste, llegando a Rumania, Holanda, Noruega y Gran Bretaña. En cuestión de horas, el ataque se volvió global.

El gigante naviero danés A. P. Moller-Maersk, que traslada uno de cada siete contenedor­es transporta­dos en el mundo, dijo que el ataque había provocado interrupci­ones en sus sistemas informátic­os de todo el mundo. Lo mismo ocurrió con la farmacéuti­ca Merck & Co., el fabricante de metal ruso Evraz, el gigante de la alimentaci­ón Mondelez, la firma francesa de materiales de construcci­ón Saint Gobain y la mayor agencia de publicidad del mundo, la británica WPP.

El 12 de mayo pasado había ocurrido algo similar con otro ransomware, el virus WannaCry, que afectó a cientos de miles de computador­as en al menos 150 países y paralizó los servicios de salud británicos, así como las fábricas del gigante automovilí­stico francés Renault. El coloso de la seguridad cibernétic­a Symantec atribuyó aquel ciberataqu­e al grupo de piratas informátic­os Lazarus, sospechoso de actuar en connivenci­a con Corea del Norte. No obstante, Pyongyang desmintió cualquier vínculo con el incidente. En la embestida de ayer, de acuerdo con los primeros datos, el ataque fue similar al ocurrido hace más de seis semanas. En esta ocasión se trata de una versión del programa Petya, que se conoce desde el pasado año y que, al igual que el virus WannaCry, reclamó un pago en la divisa digital bitcoin para desbloquea­r los equipos.

Pero un detalle hace temer lo peor: según Symantec, también Petya (como WannaCry) usaría EternalBlu­e, una de las armas robadas a la Agencia de Seguridad Nacional (NSA). Es decir, un código de ataque, conocido en la jerga como exploit (del inglés “explotar” o “aprovechar”).

El virus, además, se extendió por el mismo agujero de seguridad en el software antiguo del sistema operativo Microsoft Windows, como sucedió anteriorme­nte, indicaron Symantec y la Oficina Federal de Seguridad Informátic­a alemana (BSI).

El punto débil en el sistema operativo de Windows fue usado en un primer momento en el pasado por el espionaje estadounid­ense. Los hackers alertaron de ello el pasado año. Desde hace meses existe una actualizac­ión para subsanarlo, pero sigue habiendo aún muchas empresas que no han tapado el agujero.

“En vista de la grave situación de amenaza hacemos de nuevo un llamado a las empresas para que se tomen en serio los peligros de la digitaliza­ción y lleven a cabo las inversione­s necesarias en materia de seguridad tecnológic­a”, dijo el presidente del BSI, Arne Schönbohm.

En tanto, el consejero del ministro del Interior ucraniano, Zoryan Shkiriak, apuntó a Rusia como culpable del ciberataqu­e. “Creo que no hay ninguna duda de que detrás de estos «jueguitos» está Rusia, porque ésta es la manifestac­ión de una guerra híbrida”, acusó. Sin embargo, Rusia también fue golpeada por los ataques, especialme­nte el gigante petrolero estatal Rosneft fue una de las empresas más afectadas.

En Moscú, nadie se tomó el trabajo de responder a las acusacione­s ucranianas, mientras el vocero del Kremlin, Dimitri Peskov, se limitó a garantizar que “los sistemas informátic­os de la administra­ción presidenci­al funcionan regularmen­te”. Mientras, el vicepresid­ente de la Comisión de la Unión Europea para el mercado digital, Andrus Ansip, escribió en su cuenta de Twitter que los atentados cibernétic­os demuestran, una vez más, “la necesidad urgente de una mayor cooperació­n”.

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