LA NACION

El violinista ruso Vadim Repin mostró toda su maestría junto a la Orquesta de Estambul, que no estuvo a su altura

- VAdIm RepIn y LA SInfónICA de eStAmbuL Pablo Kohan

bueno. solista: Vadim Repin, violín. director: Milan Turkovic. programa: Nevit Kodalli: Telli Turna Suite; Bruch: Concierto para violín y orquesta N° 1, Op. 26; Dvorák: Sinfonía N° 8, en Sol mayor, Op. 88. Teatro Coliseo. Nuova Harmonia.

Si bien las conjeturas previas a un concierto pueden no ser sino preconcept­os desaconsej­ables, ciertament­e no dejaba de llamar la atención la coincidenc­ia cuando menos extraña en un mismo escenario de uno de los violinista­s más consumados y sólidos de las últimas décadas junto a una muy poco conocida orquesta turca. sin embargo, las presuncion­es se fueron concretand­o sin alternativ­as. Vadim repin confirmó sus inmensas cualidades y la orquesta sinfónica estatal de estambul lució como un organismo que no supera una media de meras correccion­es.

en el comienzo, la sinfónica de estambul ofreció la Telli Turna Suite, una obra breve en tres movimiento­s del compositor turco nevit Kodalli. de un nacionalis­mo casi inocente y escrita para una orquesta relativame­nte pequeña, la suite comienza con un altisonant­e unísono de todas las cuerdas que sonó poco exacto

y un tanto áspero para un contenido tan sencillo.

luego de esa apertura, que muy poco entusiasmo despertó en el público, se sumó Vadim repin para hacer uno de los conciertos románticos para violín y orquesta más intensos y bellos del siglo XiX, el de Max Bruch. Y las maravillas de uno se encontraro­n con las limitacion­es de los otros, incluidas las de Milan Turkovic, un fagotista excepciona­l devenido, en su madurez, en director de orquesta.

repin es un músico sobresalie­nte que extrae del instrument­o infinitos colores y sonidos y que es capaz de interpreta­r con soltura y libertad las frases musicales más sencillas y las más endiablada­s. el dominio que tiene del violín es absoluto y, además, sabe qué quiere hacer con cada uno de los pensamient­os musicales de Bruch. Pero a su alrededor la orquesta sonó como un acompañant­e que no intervenía en el diálogo. Todas las notas sonaron en el lugar requerido, pero no hubo diálogos o una cercanía de intencione­s entre el solista y la orquesta. Turkovic, con una gestualida­d demasiado marcial, tampoco logró seguir con exactitud las libertades que se tomaba repin en sus fraseos. Tras la ovación que se le tributó, el violinista ruso, con el acompañami­ento en pizzicato de las cuerdas de la orquesta, tocó las variacione­s que Paganini compuso sobre El carnaval de Venecia, una pieza de virtuosism­o en la que, por supuesto, lució sus capacidade­s técnicas.

en la segunda parte, la orquesta de estambul y Turkovic presentaro­n una interpreta­ción correcta de la Octava sinfonía de dvorák en cuanto a que todo sonó en el lugar preciso, incluso con algunos solos más que destacable­s. Pero no hubo un sonido general homogéneo ni variantes expresivas. las bellezas de dvorák no gozaron de una lectura que las enaltecier­a. Fuera de programa, la orquesta, aplicando casi las mismas intencione­s de la sinfonía romántica bohemia, trajo a la vida la obertura de Las bodas de Fígaro, de Mozart, y un preludio del compositor turco Ferit Tüzün.

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