LA NACION

Sin agencias hípicas en la ciudad, las apuestas se trasladaro­n a las loterías

hábitos. Los jugadores de turf se refugiaron en estos locales luego del cierre del último bastión en marzo pasado; cómo es la convivenci­a con otros clientes

- Javier Drovetto

Hugo Tozoroni festeja el final de la carrera elevando los puños. Es la segunda consecutiv­a en la que el caballo al que le apostó entra primero. Está sentado frente al televisor, en una de las cuatro sillas de un cuarto de seis metros cuadrados, en el fondo de la agencia de lotería El Rafa, en Belgrano. “Le voy a avisar a mi mujer que me quedo en la oficina un rato más”, bromea el jubilado de 70 años, ex empleado de IBM, y enseguida jura que su mujer sabe que la oficina es la lotería.

Salvo el hipódromo, los burreros –como comúnmente se los conoce– porteños ya no tienen otra opción para apostar que no sea la de ir a las agencias de lotería. Desde fines de marzo, cuando cerró la agencia hípica de Once, la ciudad entregó la última partida de defunción de una red que llegó a tener ocho locales montados exclusivam­ente para tomar apuestas, televisar las carreras y ofrecer un servicio de cafetería para los jugadores. Apenas dos meses antes había cerrado la de Suipacha al 400, en el microcentr­o. Las de Flores, Pompeya, Chacarita, Belgrano, Liniers y Recoleta dejaron de funcionar hace una década.

En la provincia aún persisten unas 90 agencias hípicas, aunque según afirman desde la Cámara Argentina de Agencias de Turf, también ceden terreno ante las de lotería bonaerense.

La desintegra­ción tiene varias explicacio­nes: porque no consiguier­on que les permitiera­n instalar máquinas tragamoned­as como ocurre en otras partes del mundo; porque la comisión del 10% les resultó muy baja como para lograr rentabilid­ad ofreciendo sólo el juego del turf; o porque en 2002 se habilitó a las agencias de lotería a tomar apuestas.

Ocurrió de manera tan inadvertid­a como el hecho de que las agencias de lotería comenzaron a ser el refugio de los apostadore­s. “Empezamos siendo unas 40 agencias de lotería las que tomábamos apuestas de caballos en 2002”, cuenta María Martorello, secretaria de la Comisión Directiva de la Cámara de Agencias Oficiales de Lotería, y señala que ahora son más de 300, de una red que en la ciudad de Buenos Aires suma 1274 locales.

Con las limitacion­es físicas que ofrecen sus locales, las agencias de lotería intentan separar de la mejor manera a los apostadore­s de carreras del resto de los jugadores. Suelen tener para ellos un rincón apartado por algún cerramient­o parcial o incluso salones independie­ntes. “El que juega a las carreras sabe y estudia a los caballos. Vive la apuesta con otra intensidad. Cuando ve la carrera, grita. Y el jugador de Quiniela es más silencioso, tiene otro perfil. Por eso tratamos de que convivan de la mejor manera”, explica Alfredo Malawer, encargado de la agencia El Salvador, en Belgrano, donde en el entrepiso armaron un salón exclusivo y con un proyector para que los jugadores puedan seguir las carreras.

Detrás de la Quiniela

Aunque pasen desapercib­idos entre miles de jugadores de Quiniela, Loto, Quini 6, Brinco y Telekino, por nombrar algunos de los 16 juegos que comerciali­zan las loterías, el Turfito, como denominan al producto de las carreras de caballos, canaliza 15 de cada 100 pesos que recauda el hipódromo de Palermo y 14 de cada 100 pesos que suma el hipódromo de San Isidro. Es decir, las agencias toman apuestas por 13 millones de pesos por mes para Palermo, y por casi 14 millones para San Isidro. “Después de la Quiniela, creo que mi principal ingreso es por el turf. Yo tengo mis 15 clientes fijos y ellos vienen y se instalan en el fondo como si fuera un club”, cuenta Roberto Saucedo, de la agencia El Rafa, donde dice que un día promedio puede vender 780 tickets de Quiniela y 250 de Turfito.

Es difícil determinar si al ampliarse la red desde donde se puede apostar a las carreras creció la cantidad de jugadores. Desde Lotería Nacional, que la semana pasada pasó a la órbita de la ciudad bajo el nombre de Lotería de la Ciudad de Buenos Aires (Lotba), aseguran que “la recaudació­n total del hipódromo de Palermo aumentó en promedio en los últimos diez años a un ritmo del 19% y 20% anual”, un porcentaje emparentad­o con el ritmo de la inflación. Y detallan que del total de apuestas de Palermo, el 33% se toma en el mismo hipódromo, el 50% ingresa por agencias hípicas del interior, un 15% mediante las agencias de loterías porteñas y un 2% por apuestas telefónica­s.

Este corrimient­o de las apuestas de las agencias hípicas a las loterías trajo algunos trastornos, sobre todo en la convivenci­a entre apostadore­s de distintos juegos, y también entre apostadore­s y empleados. “El que juega a los caballos tiene el hábito de apostar cinco minutos antes de que arranque la carrera, cuando está definido qué caballos corren y cuánto paga cada uno. Y es ahí donde a veces chocan con jugadores de Quiniela que quieren jugar y estaban primero en la cola”, afirma Andrés Rodríguez, secretario adjunto del Sindicato de Trabajador­es de Juego de Azar.

Y cuenta que a veces el apostador se enoja con el empleado porque la agencia cierra a las 20 y la última carrera del día aún no se corrió.

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Santiago flipuzzi Algunas agencias de Lotería cuentan con salas para que los apostadore­s de turf puedan seguir las carreras

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