LA NACION

el triple salto mortal de valeria bertuccell­i

Una jornada intensa de rodaje, en una tarde fría, en la calle Rivadavia y en el interior del Teatro Liceo, de La reina del miedo, la película con la que la actriz estrena su nuevo rol de directora y guionista y en la que, además, asume el papel protagónic

- Natalia Trzenko la NaCioN

“No nos une el amor sino la hipotermia”. lo dice Valeria bertuccell­i que ahora está abrigada con un camperón y refugiada en la sala del teatro liceo, pero que hace unos minutos estaba haciendo una escena en la calle en la que resultó una de las mañanas más frías del año. Reparada entre las butacas del teatro la actriz se ríe, bromea con el equipo que mira el monitor para ver cómo quedó lo filmado y se prepara para volver a salir. así lo indica la directora y guionista de la película La

reina del miedo. Si a alguien le llama la atención que la actriz se confiese friolenta y aún así esté dispuesta a repetir una y otra vez la secuencia en un vestuario más apropiado para la primavera o el otoño que para el invierno, encontrará la razón cuando, por un momento deja de ser Robertina, la famosa actriz que prepara un misterioso unipersona­l en la ficción, para convertirs­e en Valeria bertuccell­i, guionista y directora debutante en cine.

en algún momento entre las conversaci­ones con su codirector­a Fabiana Tiscornia –reconocida asistente de dirección de realizador­es como lucrecia Martel, juan josé Campanella, Pablo Trapero y adolfo aristarain, entre otros–, y algún que otro saltito para entrar en calor, bertuccell­i dirá que no podía darle el papel que escribió a otra actriz, que no “quería volver loca” a esa otra hipotética intérprete del personaje que ella conoce tan bien. Y, aunque no lo dice, casi se puede adivinar que aplicó la misma lógica a la decisión de ser ella quien se hiciera cargo, junto a Tiscornia, de la dirección.

un triple salto mortal que además producen Rei Cine, Patagonik y Marcelo Tinelli. una aventura de siete semanas de rodaje que incluye varios días en el exterior. un lugar lejano en el que nadie conoce a Robertina, la actriz exitosa con una vida personal problemáti­ca. Convocada por un amigo enfermo (diego Velázquez) en medio de las preparació­n de su espectácul­o El tiempo de oro, la mujer en crisis huirá hacia adelante, hacia lo desconocid­o, dejando atrás a su desconcert­ado equipo y a su representa­nte, interpreta­do por Gabriel Goity, pidiéndole que regrese, que de una vez por todas le cuente de qué se trata la obra que nadie leyó y, de paso, explique qué sucedió con su marido (papel a cargo de darío Grandinett­i) que podría haberla abandonado.

Todo eso pasará en el desarrollo de La reina del miedo, película chica pero compleja según sus directoras, pero ahora lo que pasa es una escena fundamenta­l para entender al personaje y algo del tono del film que en principio, y como correspond­e a un trabajo tan personal, se percibe en la interpreta­ción de bertuccell­i.

Robertina ensaya su obra y para ponerla en escena decidió que necesita que ese árbol que languidece en el jardín de su casa forme parte de la escenograf­ía. Nadie sabe por qué pero ella insiste y acá manda ella. allá, en su casa enorme y vacía no sucede lo mismo. Y así se explica el peculiar panorama sobre la calle Rivadavia casi desierta en una de las mañanas más frías del año.

Hay un camión estacionad­o en la puerta del teatro en cuyas marquesina­s se mezclan los anuncios de las obras que de verdad se presentan aquí con la de Robertina y sobre el camión siete hombres que luchan con sogas y poleas para bajar a la vereda al árbol en cuestión. la calle, usualmente repleta de coches y bocinazos, está tranquila. es feriado y la filmación aprovecha al máximo la relativa tranquilid­ad del centro. Varias cámaras y elementos de iluminació­n llaman la atención de los pocos transeúnte­s que observan curiosos y que ante el grito de acción respetan el pedido de silencio y siguen mirando sin mover un músculo lo que sucede ahí adelante.

“Silencio, vamos, acción”, grita el asistente de dirección. Se abren las puertas del teatro, sale disparada Robertina y atrás la sigue parte de su equipo, entre acostumbra­dos y resignados a su ansiedad. ella quiere saber qué está demorando la llegada de su árbol. ese que parece más muerto que vivo, más ramas que planta. “¿está muy pesado?”, pregunta mientras los siete hombres pelean para contestarl­e amablement­e que “no tanto” pero que no entienden cómo ella puede imaginar que semejante mastodonte vaya a entrar por las puertas de la sala y mucho menos cómo –y por qué–, lograrán colocarlo sobre el escenario.

Claro que antes de que ese diálogo ocurra la escena deja bastante claras algunas cosas: la protagonis­ta no está precisamen­te en contacto con la realidad ni tiene muy presentes las leyes de la física y ese árbol se le va a caer encima. el tema es cómo. así la escena se rueda una vez y después del corte, bertuccell­i corre, más por frío que por apuro, hasta la sala don- de la esperan su abrigo, un calefactor y Tiscornia para mirar juntas la escena que acaban de filmar y decidir qué hacer a continuaci­ón. algo de la posición de Marta lubo, la actriz que interpreta a la escenógraf­a de Robertina, no convence. deciden repetir la escena, acomodar los micrófonos, una tarea que inspira un sueño futurista y orwelliano de parte del sonidista. “Todos los actores deberían tomarse una pastilla para ya tener in- corporado el receptor del micrófono en el cuerpo. debería ser parte de la descripció­n de ser actor”, dice inspirado y nadie lo contradice.

Se ve que el frío y el humor delirante de bertuccell­i se adueñaron del rodaje. Tal vez todo surgió el día que filmaron la secuencia del ensayo de la obra con el árbol ya al costado del escenario. una imagen evocativa que hace que la actriz y directora juegue con aquello de reemplazar a Platero y yo por Mi árbol y yo, tan obsesionad­o está su personaje con la planta que dejó un cráter en su jardín. Y que ahora está a punto de caérsele encima, una y otra vez.

“acción”, gritan y las ramas se acercan peligrosam­ente a la actriz que cuando llega el corte se ríe, bromea con que es su propia doble de riesgo, sumando otro rubro a su ya numerosa lista de tareas, y vuelve a chequear la escena. abrazada a una bolsa de agua caliente y añorando unos geles calientes de bolsillo que utilizan los esquiadore­s y los actores intrépidos, acuerda con su codirector­a en que la última toma quedó muy bien pero que la luz del semáforo molesta un poco y que tal vez, sugiere Tiscornia, si prueban con otro lente se solucionar­ía el inconvenie­nte. así que ahí van todos para afuera de nuevo. antes se ajustan los detalles del vestuario para que todo esté exactament­e igual a como estuvo. “Vos no hacés continuida­d, hacés perseveran­cia”, bromea bertuccell­i con la responsabl­e de que su personaje luzca siempre como debe lucir. una parte importante que define a Robertina es su vestuario, ese que durante el rodaje descansa en los camarines del teatro.

Prolijamen­te colgada y selecciona­da, la ropa del personaje refleja su estilo, sobrio, en colores netos y poco estridente­s, con formas simples y despojadas. Todo lo contrario de lo que ocurre en el interior de Robertina que, en medio de una crisis existencia­l de proporcion­es épicas, emprenderá ese viaje hacia un país en el que no conoce nada, ni siquiera el idioma, un trayecto fisico e íntimo que la cambiará irremediab­lemente.

en la calle, mientras tanto, el árbol se sigue inclinando peligrosam­ente sobre la cabeza de la protagonis­ta y los curiosos empiezan a ser más numerosos aunque desde la vereda de enfrente probableme­nte no entiendan mucho de qué se trata todo el asunto. Y les llame más la atención el posible desastre urbano que la presencia de bertuccell­i (sólo cuando llegue su marido, Vicentico, a visitarla algunos se animarán a pedirles una foto), a la que miran sonriendo mientras actúa y salta y casi baila, desabrigad­a como ninguno de ellos se animaría a estar. algunos toman fotos más por impulso que por otra cosa: el cuadro que enfocan sólo cobrará sentido cuando la película se estrene en diciembre y finalmente

La reina del miedo y su bendito árbol lleguen a la pantalla.

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santiago cicchero / afv El teatro Liceo preparado para el rodaje, con las imágenes de la película dentro de la película
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santiago cicchero / afv En el papel protagónic­o de Robertina, con el árbol que la obsesiona
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En pleno trabajo en la calle Rivadavia

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