LA NACION

Un encuentro forzado y revelador

- Leni Gonzalez

★★★ buena. dramaturgi­a: Claudia Piñeiro. elenco: Marcela Jove y Pablo Turchi. vestuario: Pheonia Veloz. iluminació­n: Norberto Portal y Tamara Josefina Turczyn. banda de sonido: Miguel Rur. espacio escénico, selección musical y dirección: Guillermo Ghio. duración: 60 minutos. sala: Teatro Dandelión, Córdoba 2429, 1er. piso derecha. funciones: domingo, a las 18.

Ningún cartel anuncia al teatro dandelión. en el primer piso de un edificio antiguo, en el barrio de balvanera, desde el living de entrada vibra una bienvenida que deja algo del mundo afuera. Mientras se espera la función, pueden curiosears­e las fotos de la actriz, docente y dueña de casa Constanza Maral, con Porcel y olmedo en blanco y negro, parte del archivo de tesoros que el tiempo otorgó valor. a la sala, para unas 40 o 50 personas, se entra por dos puertas que comunican los asientos a cada lado del espacio escénico, una distribuci­ón del público tipo pasarela, poco común en el off. es en ese lugar donde el director Guillermo Ghio –el de La historia del señor Sommer, La pipa de la paz y, entre otras, El homosexual (o la dificultad para expresarse) de Copipresen­ta Con las manos atadas, de Claudia Piñeiro, autora de reconocida­s novelas llevadas al cine (Tuya, Las viudas de los jueves, Betibú) y también de obras como Morite, gordo y Un mismo árbol verde. desde el exterior se escuchan gritos hasta que, violentame­nte, irrumpen por la puerta, empujadas, dos personas unidas, espalda contra espalda, las manos atadas con sogas. ellos son elena y Gutiérrez, la escribana y el empleado con más años en la escribanía, jefa y subalterno, de pronto asociados en la misma situación a causa de los ladrones que los encierran en una habitación repleta de polvorient­os legajos sólo visitados por ratas.

aunque lo intentan, no pueden desatarse. deberán pasar la noche juntos hasta el nuevo día, cuando el resto de los oficinista­s los descubran. jamás se habrían encontrado si no fuera por esta circunstan­cia excepciona­l. elena, malhumorad­a e impaciente, ni siquiera registra al memorioso y gris Gutiérrez; sin embargo, de a poco tendrán que intercambi­ar sus puntos de vista. la unión obligada o casual de opuestos es un tópico de las ficciones. Como en, por ejemplo, las recordadas películas Insólito destino o Fuga en cadenas, donde una millonaria y un obrero, un blanco y un negro, deben soportarse en una isla desierta, o forzados por las esposas, en Con las manos atadas, la distancia social y jerárquica se licua y el lugar dominante cambia, al menos en ese momento único fuera de las reglas.

en un pequeño ámbito con estantes y cajas de cartón, Marcela jove (elena) y Pablo Turchi (Gutiérrez) hacen un gran esfuerzo físico, tirados en el piso, retorciénd­ose para prender la luz, para protegerse de la hipotética rata, del frío y del miedo. durante una hora maniatados cuentan sus historias en cápsulas distribuid­as en los distintos tramos pautados por el director, desde la tensión inicial hasta el relajamien­to y la aceptación del final. Con las manos atadas desarrolla un duelo de revelacion­es más o menos esperables, pero, sobre todo, plantea la esperanza de acercar a los que están a uno y otro lado del mostrador cotidiano.

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gentileza russarabia­n Pablo Turchi y Marcela Jove

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