LA NACION

OCIÓLOGA EXPERTA

Narda Lepes, la melómana

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“ En casa, los días de fiaca son festejados”, declara Narda sobre esos días en que todo vale: comer en la cama, ver películas, prender el proyector y pedir delivery. “Aunque el día esté espléndido, no me da culpa quedarme en pijama todo el día”, confiesa. En la casa que la conductora comparte con su marido Alejo y su hija Leia, las actividade­s familiares nunca escasean. Incursiona­n en nuevos libros que proponen actividade­s, dibujan y escuchan música. También se entretiene­n armando listas musicales. “Voy a todos los recitales que puedo”, agrega esta fanática que, por tanto salir a bailar y escuchar música fuerte, padece de tinnitus, un molesto zumbido en el oído.

Narda amanece todos los días a las 6:45, aunque no tenga ningún compromiso inminente: “Nos despertamo­s los tres juntos y tratamos de que el momento de sentarse y compartir la mesa del desayuno sea uno en el que todos estemos de buen humor y con tiempo”, explica sobre esta rutina matinal que se volvió el núcleo de la vida familiar. Claro que también comparten todas las cenas que pueden. La familia de tres también aprovecha los fines de semana y las vacaciones escolares para hacer alguna escapada o viaje familiar. “Si no, nos quedamos felices. Nos gusta mucho estar en casa”, reflexiona la empresaria, que declara que disfruta de ese momento hogareño, antes vinculado con la soledad y hoy con la vida familiar. De vez en cuando, como es el caso de hoy, cuando Leia está con sus abuelos y Alejo tiene un asado, Narda tiene la casa para ella sola. “El tiempo de leer es algo que escasea, así que cuando puedo estudio e investigo cosas, no como parte del trabajo. Sobre todo para poner la cabeza y la atención en otro lado”, cuenta.

Mientras que la cocinera prefiere el calor de la playa, las aguas cristalina­s y las grandes ciudades, el cineasta es partidario de la montaña, el frío y el descampado. Resuelven turnarse los destinos: “Las últimas vacaciones largas, recorrimos Portugal en auto y fue un terreno intermedio, porque visitamos pueblitos y ciudades”, explica democrátic­amente. “En el verano nos fuimos al sur, así que resigné las playas brasileñas con pececitos de colores”, y continúa: “Estuvo buenísimo hacerlo, nos encanta la ruta, pero el año que viene volvemos a la playa”, bromea. En Buenos Aires, la pareja comparte salidas a comer con amigos, idas esporádica­s al cine y mucha vida familiar. “Leia tiene bisabuelas, entonces nos vemos mucho con nuestra familia extendida”, cuenta. Así es como abuelos, padres y hermanos son frecuentes visitas y visitados.

Esta chef atesora a sus amistades de toda la vida. Con los que viven en Buenos Aires, suele organizar encuentros durante el día, escapadas a desayunar y almuerzos improvisad­os. “A veces no puedo no volver a casa a la noche, entonces me encontré esos momentos a lo largo del día que me permiten mantener la cotidianei­dad con mis amigos, charlar un rato y seguir con mi vida”, dice al respecto. Y para proteger esos vínculos que viven lejos, el chat se ha vuelto un gran aliado. “Con ellos hablo como si los viera todos los días, nos mandamos fotos para reírnos y así nos mantenemos cerca”.

“Voy a todos los recitales que puedo”

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