LA NACION

ALTA COSTURA

Esta semana, las firmas internacio­nales presentaro­n diseños exclusivos en París.

- Catalina Greloni Pierri Más desfiles: www.lanacion.com.ar/ moda-belleza

Volvió la semana de la moda de alta costura a París, con las coleccione­s invierno 17/18. Es la más suntuosa y artesanal, el momento del año para el cual enormes equipos de diseñadore­s, costureras y artesanos rigurosame­nte especializ­ados pasan miles de horas desarrolla­ndo técnicas ancestrale­s sobre prendas que se verán por toda la ciudad, durante menos de diez minutos. Es la industria que alimenta las alfombras rojas de todo el año y las galas del mundo, la que aporta ese aire exultante a las marcas para que, luego, sus clientes inviertan en ellas, aunque lo hagan principalm­ente en perfumes, maquillaje, zapatos y carteras, las categorías que generan la rentabilid­ad necesaria para que estos desfiles mágicos puedan seguir existiendo.

Con un calendario por demás agitado, en la pasarela de couture, se presentaro­n 36 etiquetas –entre 13 miembros oficiales, correspond­ientes e invitados– con sus propuestas más memorables. Además, las estadounid­enses Proenza Schouler y Rodarte fueron invitadas este año a exhibir sus coleccione­s de prêt-à-porter de verano 17/18 en el suelo francés y la pasarela Crucero 2018 –como Miu Miu y Dundas– sucedió en simultáneo pero no alcanzaron para restarle protagonis­mo a los modistos más impactante­s.

Karl Lagerfeld deslumbró nuevamente en el Grand Palais con la construcci­ón de una gigantesca Torre Eiffel. La holandesa Iris van Herpen celebró su décimo aniversari­o con música danesa ¡interpreta­da bajo agua! En medio de un escenario repleto de flores y fauna de madera, María Grazia Chiuri presentó su segunda temporada feminista al mando de Dior, en la terraza del Hotel Les Invalides, donde homenajeó los viajes por el mundo del creador de la etiqueta.

La primera fila de Giambattis­ta Valli suspiró con los metros y metros de tul rosa empolvado y la lujosa e intrínseca pedrería y Bertrand Guyon, el director creativo de Schiaparel­li, volvió a la carga en uno de los salones de la Place Vendôme, con una colección colmada de elementos surrealist­as, parte del ADN de la firma.

Si esta clientela se había restringid­o tradiciona­lmente a la aristocrac­ia europea y los nuevos ricos estadounid­enses, hoy se renueva con celebridad­es, las princesas de Medio Oriente e importante­s mujeres de Rusia, China y Brasil. Gracias a la espectacul­aridad de sus desfiles, la visibilida­d que les dan las redes sociales y nuevas aliadas globales en cada marca, las que aprecian y adquieren estas coleccione­s son mucho más jóvenes y están más repartidas por el globo que antes.

Chanel

Karl Lagerfeld ni se mueve ni se aburre en el Grand Palais, su locación preferida para sus desfiles parisiense­s. Sólo por estos días, Francia tuvo dos Torres Eiffel y los invitados y las modelos pasearon debajo de esta nueva, construida especialme­nte para una colección en donde predominó la sastrería, con una silueta nueva de cintura angosta, hombros amplios y redondeado­s. Se vieron vestidos y trajes de dos piezas de chaqueta y falda, pantalón y monoprenda en tweed de lana o cuadros en lana bouclé, con su sombrero bordado a juego y detalles de mangas, cuellos y puños en cuero. Al cierre del desfile, el káiser recibió la medalla

Grand Vermeil, –máxima condecorac­ión de la ciudad– y lo celebró con una colección que enaltece la maestría de todos los artesanos –la pedrería de Lesage; las plumas de Lemairé, el creador floral Guillet y el sombrerero Michel, entre otros–, casas de oficios que Chanel adquirió en 2002. La paleta, bien Chanel: desfilaron tonos de verde, azul, morado y acentos en ladrillo, con mucha presencia de blanco, negro y azul marino.

Giambattis­ta Valli

En una paleta joven y fresca de muselinas y sedas en amarillo, y coral, broderies en blanco, rosa pastel y encajes y guipures en verde con bordados florales, el diseñador romano mantuvo intacta la identidad couture de la firma, con un twist en vestidos cortos que combinaron pedrería, apliques, transparen­cias y cortes deportivos, en prendas de paillettes negras. Valli jugó con los largos modulares y los moños en enormes vestidos frou frou, en una gama de tonos cálidos, desde rosas empolvados y malva hasta rojos vibrantes y bordó, en vestidos de reminiscen­cias helénicas. Un repertorio de detalles táctiles para mirar bien de cerca.

Dior

Maria Grazia Chiuri revitaliza el new look y se inspiró en los viajes de Christian Dior alrededor del mundo para presentar, en la terraza del Hotel Les Invalides, una colección racional de vestidos y sastrería impecable, que contrastan en peso y tesitura. Los amplios diseños en la gama de grises, en tweed y fil a fil, se acompañaro­n de abrigos a tono, con bordados y apliques de atlas y su flora caracterís­tica. Tambiém hubo lugar para vestidos en terciopelo negro y azul noche y otros, más etéreos, en organzas de seda con volados, drapeados, plisados y lánguidos en macramé, siempre con acento en la cintura y calzado cómodo.

Schiaparel­li

Esta temporada, Bertrand Guyon, su director creativo, quiso alejarse del archivo de Elsa Schiaparel­li –enemiga íntima de Gabrielle Chanel– para traer una propuesta que represente la independen­cia y liberación femenina. Faldas y vestidos en gasas plisadas y tules de colores, con acentos en rosa, rojo, bordó y maíz, se superponen en veladuras, con abrigos cortos en clave surrealist­a. No faltaron la imágenes cubistas y los clásicos de la casa: esta vez, la langosta apareció bordada en una musculosa con guiños a Da Vinci y los guantes largos de organza con uñas pintadas, en pedrería, reversiona­ron aquellos de 1936.

Iris van Herpen

La holandesa de 33 años celebró su décimo aniversari­o como diseñadora con Between Music, el quinteto musical danés que cantó e interpretó sumergido desde tanques de agua. La propuesta de Van Herpen es volumétric­a y futurista inspirada en la fluidez del agua y el aire que materializ­ó en transparen­cias y organzas rayadas en blanco y negro y plisadas, para crear ondas y patrones de moiré. También tejidos finos intrincado­s e impresos en 3D, con corte láser y pegado térmico, en una paleta acotada y neutra: blanco, tiza, nude, negro y plata. Sorprendie­ron los trajes de rosas de filamentos metálicos y tridimensi­onales.

Valentino

Pierpaolo Piccioli patea el tablero del clasicismo con prendas y una paleta mucho más urbana que funciona en tríos: los tonos de rosa se combinan con verdes y amarillos, los azules con visón y aguamarina y los bordó, con celeste y amarillo. Las tipologías como tops, sacos, capas, pantalones y vestidos aparecen en cortes más modernos y deportivos. No faltaron los vestidos de corte clásico –en rojo Valentino, verde inglés o cobre– y otros de encajes con incrustaci­ones de plumas de color y sustraccio­nes veladas con transparen­cias. Piccioli, cada vez más acertado y cerca de la mujer real.

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AFP Julien Fournié
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FotoS: AFp, Ap, reuterS
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