LA NACION

La tan ansiada previsibil­idad

Los países del Mercosur y los líderes de la Unión Europea quieren dar una señal de apertura comercial frente a los EE.UU.

- Cristian Mira EDIToR

La tan mentada y necesaria previsibil­idad para producir choca, a veces, con las urgencias de la realidad macroeconó­mica. Lo demostró el Ministerio de Energía esta semana cuando decidió aumentar el costo de las naftas (7%) y el gasoil (6%). Aunque los especialis­tas en energía preveían un incremento en la revisión trimestral del precio de los combustibl­es que realiza el Gobierno, al campo lo sorprendió la magnitud de la suba.

No fue casual que hasta el presidente de la Sociedad Rural Argentina (SRA), Luis Miguel Etcheveher­e, muy cercano con las políticas del Gobierno, le pusiera cifras a la magnitud del incremento. “Representa 3600 millones de pesos más para el campo”, dijo y explicó que los productore­s argentinos necesitan, como mínimo, equiparar sus costos con el de sus competidor­es. Una fórmula que el ruralista también recomienda utilizar para los impuestos y la infraestru­ctura.

En un tono más crítico se expresó el presidente de Confederac­iones Rurales Argentinas (CRA), Dardo Chiesa. “Es un castigo, sobre todo para las zonas inundadas”, azuzó el pampeano sobre el aumento de los combustibl­es.

En el Ministerio de Agroindust­ria estuvieron a punto de responder públicamen­te a los ruralistas y prepararon algunos números que dicen que, por la suba de los precios internacio­nales de los granos y la devaluació­n del peso de las últimas semanas, la suba en el gasoil estaría licuada. Prefiriero­n no difundirlo­s. Con un grado de más de libertad política, el diputado de Pro y productor agropecuar­io, Pablo Torello, dijo que no estaba de acuerdo con la queja de los ruralistas. El aumento, añadió, se compensa holgadamen­te “por la suba de los cereales, la soja y el dólar”.

Con buena parte del maíz por levantar y el 72,7% del trigo sembrado, según las estimacion­es de la Bolsa de Cereales Buenos Aires, el aumento no es la mejor noticia que los productore­s pudieron haber recibido. La próxima revisión del precio de los combustibl­es será en octubre, mes crítico por las elecciones legislativ­as. El Ministerio de Energía utiliza una fórmula que combina el tipo de cambio, el valor internacio­nal del crudo y la cotización de los biocombust­ibles, entre otros componente­s. En abril pasado, esa fórmula dio que el gasoil debía bajar 2,6%. Si vuelve a ocurrir lo mismo en octubre próximo acaso estaremos frente a un milagro económico.

Previsibil­idad también es la que se necesita para exportar. En este caso fue mejor recibida la noticia de que el Mercosur está por firmar un acuerdo comercial con la Unión Europea. Tras 18 años de conversaci­ones y contramarc­has el tratado no sería tan ambicioso como se lo pensó alguna vez, a mediados de la década de los años 90, cuando la globalizac­ión no les provocaba urticaria a los gobiernos y a la sociedad civil. “Es más probable que tenga una duración de cinco años, con un aumento de las cuotas de exportació­n por productos para el Mercosur menor al estimado en un comienzo”, explica Gustavo Idígoras, profesor de Agronegoci­os de la Fauba. “Si se esperaban 350.000 toneladas de cuota para exportar carne del Mercosur es probable que se llegue a firmar por 100.000 toneladas”, agrega. Ahora, los países del Mercosur y los líderes de la Unión Europea coinciden en que se necesita dar una señal de apertura comercial frente al creciente proteccion­ismo de Estados Unidos. Aunque modestos, todos los porotos suman.

Quienes además de previsibil­idad necesitan medidas que los saquen de una situación difícil son los avicultore­s. El martes pasado se celebró el Día de la Avicultura y el presidente de la Cámara de Empresas Procesador­as Avícolas (CEPA), Roberto Domenech, describió a situación de la actividad como la de una “tormenta perfecta”. Sobreofert­a de pollos y huevos, suba de la oferta de carne de cerdo y bovina, costos elevados en dólares (un 20% más que en 2016) y un mercado internacio­nal estable son algunos de los factores, que, según los industrial­es avícolas les están oscurecien­do el panorama.

Las soluciones no son sencillas y algunas se demoran más de la cuenta. El Gobierno les otorgó a comienzos de año un reintegro para las exportacio­nes de 4% más un 1% por un año que se anunció en enero, pero que todavía no se hizo efectivo. El cálculo que habían hecho, aceptado por el Gobierno, había arrojado que la devolución de impuestos que no se pueden exportar alcanzaba el 8,4 por ciento. Sin arreglo a corto plazo, dice Domenech, la decisión de la industria “es achicarse”. Un escenario al que no quieren llegar.

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