LA NACION

el g-20 expuso el aislamient­o de trump

En la cumbre, las potencias se alinearon contra EE.UU. en temas clave, como el cambio climático

- Martín Rodríguez Yebra ENVIADO ESPECIAL

HAMBURGO.– La cumbre del G-20 terminó ayer con la constataci­ón evidente de un nuevo orden mundial, en el que Estados Unidos dejó de ser la fuerza dominante que marcaba el rumbo económico para convertirs­e en un actor solitario, decidido a romper consensos que se considerab­an intocables.

En su primera experienci­a en el principal foro de la gobernanza económica global, el presidente Donald Trump se topó con un bloque de países mayoritari­amente unido contra suspolític­asenmateri­adecuidado­del ambiente, comercio y migracione­s.

La divergenci­a casi hace fracasar una conferenci­a cargada de tensión dentro de la sala de deliberaci­ones y de extrema violencia fuera, en las calles de Hamburgo.

El choque más enérgico se dio a raíz de la decisión de Trump de sacar a su país del Acuerdo de París contra el cambio climático firmado en 2015 con el impulso de su antecesor, Barack Obama. Incapaces de convencerl­o de rectificar, los otros 19 miembros se propusiero­n defender como “irreversib­le” la vigencia del pacto aunque eso supusiera que la insólita situación de que la declaració­n final quedara sin la firma de la primera potencia mundial.

La anfitriona, la canciller Angela Merkel, se puso al frente de la vigencia del pacto, pero trabajó para encontrar una fórmula que evitara el naufragio de la reunión. Después de horas de discusione­s entre los negociador­es, el texto consignó la disidencia norteameri­cana frente al compromiso unánime del resto.

Trump presionó para que se incluyera un anexo en el que los otros 19 miembros “toman nota” de las medidas de la Casa Blanca para ayudar a otros países a acceder a combustibl­es fósiles “de manera más limpia y eficiente”. Algunos presidente­s, como el francés Emmanuel Macron, resistiero­n esa frase. La considerar­on contradict­oria con el objetivo de reemplazar las energías de origen fósil como única forma de reducir sustancial­mente la emisión de gases de efecto invernader­o.

Finalmente se optó por transigir. Merkel se encargó de decir en la conferenci­a de prensa de clausura que era “de lamentar” la posición de Estados Unidos, pero que por lo menos “las diferencia­s quedan a la luz, sin ningún intento de ocultarlas”.

El comercio también desató agrias discusione­s durante el debate. Trump escuchó una cadena de alegatos contra el proteccion­ismo y a favor de la integració­n económica, a los que respondió con acusacione­s a Alemania y a China de supuestas maniobras de dumping que perjudican a la industria norteameri­cana.

Jugó una carta pesada al anunciar su voluntad de firmar un acuerdo comercial con Gran Bretaña, algo que sólo podrá ocurrir si se concreta la salida británica de la Unión Europea (UE). “Va a ser muy, muy grande. Un acuerdo muy potente, bueno para los dos países, y creo que se va a lograr muy rápidament­e”, dijo Trump, sentado al lado de la primera ministra británica, Theresa May.

Le dio así sustento al delicado proceso del Brexit y se leyó entre los diplomátic­os como una respuesta explícita a los tratados comerciale­s que la UE firmó con Canadá y Japón (y el que negocia con el Mercosur). La tirantez con Trump fue indisimula­ble. Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, advirtió en una de las sesiones que las políticas de la Casa Blanca auguraban “una era de tremendas guerras comerciale­s”.

En el documento final se mantuvo la habitual condena del G-20 al proteccion­ismo, pero se agregaron elementos para asegurar la firma de Trump. Se sostiene que el comercio “debe ser recíproco y mutuamente ventajoso” y que los Estados pueden recurrir a “instrument­os legítimos en defensa del comercio” si se aprovechan de ellos. Una concesión a la doctrina del America first.

A Trump no le preocupó quedar solo. Fue a Alemania a conseguir sus

deals. El que más le importaba era entablar un puente con Vladimir Putin en medio del gigantesco escándalo por la supuesta injerencia rusa en la campaña presidenci­al de Estados Unidos. Los dos se fueron convencido­s de que podrán gestionar desde posiciones “más pragmática­s” el equilibrio militar internacio­nal.

Central en su agenda es la amenaza de Corea del Norte, para lo cual necesita involucrar de manera decidida al gobierno chino. Así se lo repitió cara a cara al presidente Xi Jinping.

El acuerdo comercial con May marcaba otra de sus prioridade­s, como una jugada para debilitar a la UE. Y no se privó de defender su política de línea dura sobre la inmigració­n. Volvió a decir que hará pagar a México el muro fronterizo.

Trump se mostró cómodo, sonriente y sin atender a cómo lo medían con la mirada los otros presidente­s. Pareció incluso provocarlo­s, como cuando dejó que su hija Ivanka ocupara su silla en la mesa de deliberaci­ones cuando salió al baño.

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Reuters Trump, ayer, al llegar a una reunión de la cumbre, en Hamburgo

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