el g-20 expuso el aislamiento de trump
En la cumbre, las potencias se alinearon contra EE.UU. en temas clave, como el cambio climático
HAMBURGO.– La cumbre del G-20 terminó ayer con la constatación evidente de un nuevo orden mundial, en el que Estados Unidos dejó de ser la fuerza dominante que marcaba el rumbo económico para convertirse en un actor solitario, decidido a romper consensos que se consideraban intocables.
En su primera experiencia en el principal foro de la gobernanza económica global, el presidente Donald Trump se topó con un bloque de países mayoritariamente unido contra suspolíticasenmateriadecuidadodel ambiente, comercio y migraciones.
La divergencia casi hace fracasar una conferencia cargada de tensión dentro de la sala de deliberaciones y de extrema violencia fuera, en las calles de Hamburgo.
El choque más enérgico se dio a raíz de la decisión de Trump de sacar a su país del Acuerdo de París contra el cambio climático firmado en 2015 con el impulso de su antecesor, Barack Obama. Incapaces de convencerlo de rectificar, los otros 19 miembros se propusieron defender como “irreversible” la vigencia del pacto aunque eso supusiera que la insólita situación de que la declaración final quedara sin la firma de la primera potencia mundial.
La anfitriona, la canciller Angela Merkel, se puso al frente de la vigencia del pacto, pero trabajó para encontrar una fórmula que evitara el naufragio de la reunión. Después de horas de discusiones entre los negociadores, el texto consignó la disidencia norteamericana frente al compromiso unánime del resto.
Trump presionó para que se incluyera un anexo en el que los otros 19 miembros “toman nota” de las medidas de la Casa Blanca para ayudar a otros países a acceder a combustibles fósiles “de manera más limpia y eficiente”. Algunos presidentes, como el francés Emmanuel Macron, resistieron esa frase. La consideraron contradictoria con el objetivo de reemplazar las energías de origen fósil como única forma de reducir sustancialmente la emisión de gases de efecto invernadero.
Finalmente se optó por transigir. Merkel se encargó de decir en la conferencia de prensa de clausura que era “de lamentar” la posición de Estados Unidos, pero que por lo menos “las diferencias quedan a la luz, sin ningún intento de ocultarlas”.
El comercio también desató agrias discusiones durante el debate. Trump escuchó una cadena de alegatos contra el proteccionismo y a favor de la integración económica, a los que respondió con acusaciones a Alemania y a China de supuestas maniobras de dumping que perjudican a la industria norteamericana.
Jugó una carta pesada al anunciar su voluntad de firmar un acuerdo comercial con Gran Bretaña, algo que sólo podrá ocurrir si se concreta la salida británica de la Unión Europea (UE). “Va a ser muy, muy grande. Un acuerdo muy potente, bueno para los dos países, y creo que se va a lograr muy rápidamente”, dijo Trump, sentado al lado de la primera ministra británica, Theresa May.
Le dio así sustento al delicado proceso del Brexit y se leyó entre los diplomáticos como una respuesta explícita a los tratados comerciales que la UE firmó con Canadá y Japón (y el que negocia con el Mercosur). La tirantez con Trump fue indisimulable. Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, advirtió en una de las sesiones que las políticas de la Casa Blanca auguraban “una era de tremendas guerras comerciales”.
En el documento final se mantuvo la habitual condena del G-20 al proteccionismo, pero se agregaron elementos para asegurar la firma de Trump. Se sostiene que el comercio “debe ser recíproco y mutuamente ventajoso” y que los Estados pueden recurrir a “instrumentos legítimos en defensa del comercio” si se aprovechan de ellos. Una concesión a la doctrina del America first.
A Trump no le preocupó quedar solo. Fue a Alemania a conseguir sus
deals. El que más le importaba era entablar un puente con Vladimir Putin en medio del gigantesco escándalo por la supuesta injerencia rusa en la campaña presidencial de Estados Unidos. Los dos se fueron convencidos de que podrán gestionar desde posiciones “más pragmáticas” el equilibrio militar internacional.
Central en su agenda es la amenaza de Corea del Norte, para lo cual necesita involucrar de manera decidida al gobierno chino. Así se lo repitió cara a cara al presidente Xi Jinping.
El acuerdo comercial con May marcaba otra de sus prioridades, como una jugada para debilitar a la UE. Y no se privó de defender su política de línea dura sobre la inmigración. Volvió a decir que hará pagar a México el muro fronterizo.
Trump se mostró cómodo, sonriente y sin atender a cómo lo medían con la mirada los otros presidentes. Pareció incluso provocarlos, como cuando dejó que su hija Ivanka ocupara su silla en la mesa de deliberaciones cuando salió al baño.