LA NACION

Ola de violencia en Río

Escalada de homicidios y casos de balas perdidas en vísperas de las vacaciones de invierno.

- Alberto Armendáriz

RÍO DE JANEIRO.– O Rio de Janeiro

continua lindo… Pero cada vez más peligroso. Cuando faltan pocos días para que empiecen las vacaciones de invierno, una ola de violencia ha dejado numerosos inocentes muertos y heridos por balas perdidas y ataques en la ciudad carioca.

Dos semanas atrás, en uno de los ya casi diarios enfrentami­entos entre policías y narcotrafi­cantes en las favelas del Morro do Cantagalo, entre los turísticos barrios de Copacabana e Ipanema, el portero Fabio Franco, de 39 años, murió tras recibir un balazo mientras tomaba una cerveza afuera de un bar; otros cuatro hombres resultaron heridos. Dos días después, en un mercado de Duque de Caxias, la ama de casa Claudineia dos Santos Melo (29), embarazada de nueve meses, resultó herida por un proyectil que le pegó en su vientre. Debió ser sometida a una cesárea de emergencia y su bebe, Arthur, nació parapléjic­o por el impacto.

El martes pasado, Vanessa dos Santos (10) murió en medio de un tiroteo entre narcotrafi­cantes mientras jugaba en la calle del barrio de Lins. El mismo día, la enfermera Erica Feitoza (30) fue asesinada a tiros al resistirse a un asalto en São João de Meriti. El miércoles, en clase en una escuela de Parque São José, Samara Gonçalves (14) quedó con un pulmón perforado por una bala perdida. El jueves, un turista inglés y otro polaco fueron asaltados y acuchillad­os en el panorámico sendero del Morro do Corcovado, que sube hasta el Cristo Redentor. En los últimos diez días, se registraro­n allí 58 robos a turistas. Y anteayer, el electricis­ta Carlos Olímpio (59) murió por otra bala perdida mientras montaba una fiesta en una plaza del Morro de São Carlos.

Según los últimos datos del Instituto de Seguridad Pública del gobierno de Río, entre enero y mayo de este año hubo 2329 homicidios en el estado, lo que representa un aumento del 11% en relación al mismo período de 2016. Ya en comparació­n entre mayo y abril de este mismo año, el alza fue del 15%. Los números de junio aún no estaban condensado­s, pero a juzgar por las noticias diarias, la tendencia ha ido in crescendo. De acuerdo con un registro que hizo el diario O Globo, en lo que va del año hubo 634 víctimas de balas perdidas, de las cuales 67 murieron.

“Los tiroteos y los casos de bala perdida están en aumento. El recrudecim­iento de la criminalid­ad y de la violencia es un efecto natural de los problemas financiero­s que atraviesa el estado de Río en particular, y de la crisis económica, política y social que se vive en todo el país”, reconoció a el mayor Iván blaz, la nacion vocero de la policía militar estatal, que explicó que la institució­n de 45.000 efectivos no tiene recursos suficiente­s para patrullaje­s, equipos y el pago de horas extras.

“El estado de Río sufre una resaca masiva tras el Mundial de fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016, así como por el fin del boom de commoditie­s [especialme­nte del petróleo, principal fuente de ingresos del estado], que empezó en los comienzos de la década de 2000. El estado tiene hoy un gigantesco agujero financiero y no se ve una forma clara para que las autoridade­s puedan salir de él como hicieron entre 2008 y 2013”, señaló Robert Muggah, director de investigac­iones del Instituto Igarapé, especializ­ado en temas de seguridad pública.

Esta situación llevó a que los grupos narcotrafi­cantes que operan en la zona –Comando Vermelho, Amigos dos Amigos y Terceiro Comando Puro– busquen retomar territorio­s en las favelas que antes dominaban, de las cuales fueron expulsados desde 2008 por el programa de Unidades de Policía Pacificado­ra (UPP), hoy sin inversión y en retroceso. También se aprovechó de la crisis el mayor grupo criminal del país, el Primeiro Comando da Capital (PCC), originario de San Pablo, ahora en abierta guerra con el Comando Vermelho.

Para blaz, el escenario se agrava con la falta de controles en la fronteras –sobre todo en el límite con Paraguay–, por donde entran cada vez más armas (en lo que va del año ya se aprehendie­ron unos 200 fusiles), y por las leyes “laxas” que permiten la rápida salida de criminales de las cárceles.

Así, después de una exitosa reducción en la tasa de homicidios de más del 40% entre 2008 y 2015, hoy el panorama en Río es muy deprimente y no se ve una solución rápida con el horizonte político tan convulsion­ado que tiene brasil debido a las acusacione­s de corrupción contra el presidente Michel Temer.

“Lo que se necesita de manera urgente en el corto plazo es una intervenci­ón policial federal. Específica­mente, el gobierno federal debería establecer una fuerza de tareas compuesta por policías federales y fiscales que se despliegue­n de forma semi permanente en Río. Su objetivo debería ser desmantela­r las estructura­s del crimen organizado, rastrear y procesar los crímenes relacionad­os con las armas”, señaló Muggah.

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