Los colectiveros siguen con miedo
Prometen más controles.
En las estaciones de colectivos aún no desaparece el miedo generado por los dos delincuentes que asesinaron el 14 de junio pasado a Carlos Sánchez, un conductor de la línea 541. Pese a que los choferes perciben que tras ese crimen el gobierno de la provincia de Buenos Aires intensificó los operativos en los recorridos de los ómnibus, también aseguran que aún se sienten aterrorizados cuando llega el momento de prender los motores y circular por las zonas más peligrosas del conurbano.
Junto al Riachuelo, en el puente de La Noria, pasan sus horas algunos de los conductores que durante el primer semestre de este año presenciaron y sufrieron violentos asaltos. La historia más impactante escuchada por la nacion en esa inmensa terminal es la de Matías Olier, un chofer de la línea 550: “Hay momentos en los que no sé si voy a regresar a mi casa. Sufrí cinco asaltos. El último fue en mayo. Los delincuentes –que tenían cuchillos– quisieron asaltar a una mujer. Y yo abrí la puerta para que ella se escapara. Entonces, me apuñalaron”.
Visiblemente nervioso por tener que subir a su colectivo, mientras fumaba un cigarrillo sentado en un banco de madera, Olier dijo a la nacion: “En otra ocasión, cuando manejaba por Villa Fiorito, en Lomas de Zamora, me pegaron con un arma en la cabeza. Después me apuntaron, y gatillaron. Siento miedo. Todos mis compañeros sienten miedo”.
Jonathan Acosta, otro conductor de la línea 550, también sabe cómo suena una bala en las largas y desérticas calles que nacen en el Riachuelo y que ingresan en el corazón de Villa Fiorito: “Hay una villa que se llama «La Cava». Allí, es muy común que nos roben. Ahora vemos más policías. También en mayo, yo viajaba sólo con una pasajera. Ella iba mirando su celular. Subió una persona, sacó un boleto, y tocó el timbre después de viajar dos cuadras. Al bajar, robó el celular de la mujer. El ladrón caminaba tranquilamente por la calle. Entonces, frené. Pero él sacó un arma y disparó”.
Según datos a los que accedió la nacion, entre el 16 de junio y el 29 de junio –durante el Operativo Prevención General y Control del Transporte Público de Pasajeros– la policía bonaerense inspeccionó 896.033 vehículos, detuvo a 9983 personas, incautó 452 armas de fuego, 431 armas blancas y secuestró 29 kilos de drogas.
Oscar Mata, el secretario de Asuntos Gremiales de la Unión Tranviarios Automotor (UTA) comentó a este diario: “Los compañeros salen de sus casas, pero no saben si van a regresar. Nos preocupa que arriesguen su vida al manejar un colectivo. Estos hechos se producen diariamente. La Justicia tiene que actuar con mano fuerte para castigar a los delincuentes que perturban a los choferes y a los pasajeros”. Mata confirmó también que frecuentemente se realizan reuniones de coordinación –tanto regionales como locales– a las que asisten referentes de la UTA, jefes policiales y miembros de las empresas de transporte.
Temor y resignación
Hay un dato clave que permite visualizar qué tan acostumbrados están los conductores a los robos. Mientras el secretario gremial asegura que los delitos se cometen diariamente, entre el 1° de enero y el 15 de junio –según datos del ministerio de Seguridad bonaerense– sólo se denunciaron 77 “ilícitos cometidos en perjuicio de los colectiveros”.
Sobre este punto, el delegado de las líneas 532 y 306, Aldo Paz, explicó a la nacion: “Nuestros recorridos son inseguros y problemáticos. A toda hora. Los ladrones suben con cuchillos y con armas de fuego. Roban teléfonos y zapatillas. Los choferes, pese a que yo les digo que deben hacerlo, no quieren realizar las denuncias”. A su vez, Paz señaló que por la frecuencia de los asaltos ya “reconocen” a algunos de los delincuentes. “Un chofer me llamo llorando, con miedo, para pedir que se le asigne otro recorrido”, aseveró.
En la misma sintonía se expresó el delegado Adrián Valente, representante gremial de los choferes de la empresa La Perlita, que recorre con sus colectivos la zona oeste del conurbano: “Lo terrible de esta situación es que nos acostumbramos. Es normal. Una vez que baja el sol, todos los recorridos son picantes. La inseguridad no es una problemática actual. Siempre existió. Antes, los ladrones subían al colectivo, te mostraban el arma y robaban, pero hoy no respetan ningún código”.
Y esa mayor violencia quedó confirmada el 9 de enero pasado, cuando dos ladrones –que fueron capturados posteriormente– arrojaron a Ramona Encina de un colectivo en movimiento. La mujer murió. Ese homicidio se cometió en un interno de la línea 318 y un chofer llamado Emiliano –que hace ese recorrido y pidió mantener su apellido en reserva– señaló: “No tengo opción. Tengo que trabajar para que me paguen el sueldo. No me puedo parar delante del inspector y decirle que no quiero salir porque tengo miedo”.