Un gesto para ganar tiempo b Daniel Lozano.
Fidel Castro enseñó a sus discípulos venezolanos que cuando la olla a presión está a punto de reventar, hay que liberar la válvula para disminuir la tensión. El comandante de la revolución cubana lo llevó a cabo con éxito con el Mariel y con la crisis de los balseros. Nicolás Maduro lo recreó ayer con el arresto domiciliario de Leopoldo López.
Una suma de factores llevó al presidente a tomar ahora la decisión de cambiar la cárcel de Ramo Verde por su casa para su preso político más emblemático, con el objetivo de descomprimir un tablero de juego que parecía a punto de estallar. Ganar tiempo, como suele suceder en su estrategia habitual. La cercanía de las elecciones a la Asamblea Nacional Constituyente (30 de julio) viene marcada por las protestas en las calles (que aumentarán con el plebiscito popular de dentro de siete días tras varias semanas a la baja) y con la presión internacional, más fuerte tras el salvaje asalto al Parlamento de esta semana.
Con tan sorprendente maniobra, Maduro también pretende disminuir la lucha callejera, además de agitar el avispero de los opositores radicales, siempre dispuestos a saltar a la yugular de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) con cualquier gesto que huela a negociación.
El madurismo tampoco pierde de vista la guerra abierta con el chavismo crítico. “La decisión la tomó el mismo Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) que ha defendido la Constitución Bolivariana, la gobernabilidad y el crucial proceso constituyente en curso”, destacó el vocerodelgobierno,mientrasconminaba a sus seguidores a aceptar un trago que no es de su gusto.
Este mismo TSJ, en medio de la polémica revolucionaria, tiene previsto esta semana destituir a la fiscal general de la República, Luisa Ortega, a pesar de las acusaciones que pesan contra sus magistrados. “Es una acción desesperada de quienes necesitan recuperar su legitimidad de desempeño”, arguyó la internacionalista Giovanna De Michele.